Andrés Bódalo, al que importantes dirigentes de Podemos presentan como “preso político”, acaba de anunciar que por motivos de salud abandonaba la huelga de hambre iniciada seis días antes en la prisión de Jaén para protestar porque debe obedecer el reglamento penitenciario.
Andrés Bódalo, exaltado y violento dirigente de Jaén en Común-Podemos y ex concejal, ingresó en prisión hace siete meses condenado a tres años y medio por agredir sádicamente a un concejal socialista en 2012.
El “preso político”, proclamado por los suyos como “heroico defensor de los oprimidos”, resultó tan indeseable por su agresividad y poco apego a la higiene que los demás presos rechazan compartir celda con él, según Acaip, CSIF y UGT, los sindicatos de los funcionarios a los que acusa de imponerle el reglamento.
Bódalo debe estudiarse como heredero del matón temido por toda España durante varios años del último siglo, cuando la “justicia popular revolucionaria” de izquierdas y la “popular patriótica” de derechas ensangrentó tapias de cementerios en las retaguardias de la guerra civil.
Antes de la agresión por la que lo condenaron era famoso por su brutalidad y chulería: todos los que discreparan de Podemos, del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) o de sus exigencias eran fascistas que debían ser corregidos, aunque fueran de izquierdas; ya sabemos cómo.
Pero hay que analizar también su consideración de héroe. Héroe para Podemos, con diputados que visten camisetas exigiendo su libertad en el Parlamento.
Igual que reclaman a gritos con otras ultraizquierdas la de Alfonso Fernández Ortega, Alfon, el joven “luchador antifascista” descubierto en Madrid en 2012 con explosivos en su mochila durante una manifestación.
Un serio problema: los matones vuelven a ser héroes ejemplares para ciertos políticos, recordándonos a los ultras exaltados y sanguinarios izquierdistas y derechistas de retaguardia en la guerra civil.
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SALAS