Hoy reflexionaba sobre la Semana Mundial del Parto Respetado, que comienza hoy, y me venían inevitablemente a la memoria escenas del nacimiento de mis dos hijos que, inexplicablemente, se han ido ligando a otras escenas vividas en hospitales o centros de salud y relacionadas con mi función de "paciente mujer" o "paciente madre"... Y he llegado a la conclusión de que, más allá de protocolos o estrategias de atención al parto normal, lo que determina nuestra vivencia y el grado de satisfacción con la asistencia recibida en estos casos es la actitud de las personas que nos han atendido.
Han pasado por mi mente las actuaciones de matronas que rompían la bolsa amniótica sin dar ninguna explicación, entendiendo, en parte, que el hecho de no decirte lo que van a hacer no es solo parte de una atención en la que la madre juega un papel secundario, sino que también es un modo de escudarse de posibles réplicas... Me explico. Yo reflexionaba sobre cómo podía ser que habiendo ido a mis partos tan "informada" y "leída", luego hubiera resultado que me hubiera dejado hacer de todo, incluso con reincidencia (en el caso de mi segundo parto). Y yo tenía muy claro que no quería que me rompieran la bolsa, pero es que a mi en ningún momento me dieron ni el más mínimo resquicio para explicarlo y cuando me di cuenta ya era cosa hecha. No pude protestar porque en ningún momento se me explicó el procedimiento que se iba a hacer.
Práctica cuestionables
Igual que cuando en urgencias un ¿médico? me dijo "Y ahora la mamá se va fuera" sin dignarse ni siquiera a mirarme o a darme ninguna explicación mientras le daban un par de puntos a mi hija. O igual que cuando las únicas indicaciones que me han dado en mis revisiones ginecológicas más recientes han sido "Súbete aquí y baja hasta el borde de la camilla", por parte de ginecólogas (sí, sí, mujeres en todos los casos), que ni se han dignado a avisarme con las sencillas frases de "ahora voy a introducir el espéculo" o "voy a comprobar la situación del cuello del útero" o "ahora vamos a hacerte una ecografía vaginal". No, en todos los casos han dispuesto de mi zona genital como si yo no estuviera allí, esperando una docilidad extrema por mi parte.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el título de mi post? Pues que al hilo de todas estar reflexiones inconexas me ha dado por concluír que muchos profesionales sanitarios se ponen la bata blanca igual que muchos superhéroes se ponen su traje para prestar servicio a la sociedad. Solo que en su caso, más allá de los juramentos hipocráticos, tienen que decidir si su actitud es la de superhéroes o de supervillanos.
Poder y responsabilidad
No olvidemos la mítica frase que oía Peter Parker de los labios de su tío Ben: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Y esto es lo que muchos de estos profesionales no entienden, la parte de la responsabilidad. Que no consiste solo en realizar pruebas o procedimientos quirúrgicos con mayor o menor grado de éxito, sino que también han de responsabilizarse de sus maneras, de sus modos y de cómo todo ello puede afectar a la vivencia de las personas que pasamos por sus manos, como "pacientes mujeres" o "pacientes madres".
Y es que recientemente me he cansado de oír a supuestos profesionales hablando entre sí, como si yo fuera un cuadro o un muñeco de prácticas que ni ve, ni oye, ni habla, prestándome solo atención y mirándome directamente al inicio de la visita y al final, como si una vez que me hubiera bajado las bragas y apoyado el culo correctamente en el borde de la camilla hubiera dejado de tener entidad de persona, para convertirse solo en un trozo de carne.
Esos son para mi los villanos o supervillanos de toda estar historia truculenta que nos toca vivir a muchas mujeres. Personas con un gran poder y una gran responsabilidad, pero que se parapetan tras su "supertraje", tras su bata blanca, para actuar de una manera fría, impersonal, orientada solo al resultado final, y sin pensar en los medios y en las consecuencias que su manera de actuar puede tener en las mujeres a las que atienden en momentos delicadísimos de su vida sexual, afectiva, reproductiva o psicológica.
Superhéroes de barrio
Lo bueno es que los supervillanos no tendrían sentido sin los superhéroes o héroes que hacen su oposición. Que se sitúan en el lado opuesto de la balanza en la dicotomía clásica entre el bien y el mal, el ying y el yang. Y esos son los profesionales que normalmente no necesitan una bata blanca tras la que esconderse, que te miran directamente a los ojos, que tienen una palabra dulce o de consuelo en el momento apropiado, que se pelean contra viento y marea por cambiar el sistema, por salir de la inercia que les rodea y actuar de manera diferente.
No sé si son héroes de tragedia o superhéroes de barrio, pero su mérito es doble ya que no solo hacen bien su labor, empoderando a las madres, sino que sus buenas prácticas ponen, además, de relieve los métodos nocivos y anticuados que otros intentan hacer pasar por "protocolos" o "necesidades del servicio". Son matronas que se certifican como IBCLC y se convierten en una auténtico nodo de redes locales de madres, son enfermeras que se paran el tiempo suficiente como para escuchar y empatizar con una madre, ginecólogos que confían en la capacidad del cuerpo femenino para gestar, parir y volver a empezar, auxiliares que sonríen a tu hijo cuando más lo necesita, pediatras que ponen en marcha webs de referencia internacional sobre la compatibilidad entre medicamentos y lactancia materna.
La responsabilidad de "calzarse" una bata blanca en el trabajo no consiste solo en conseguir un diagnóstico o realizar un tratamiento adecuado, sino que también hay que hacerlo respetando la integridad física y emocional de los pacientes/clientes y sus acompañantes, manteniendo una comunicación fluida, dejando que el paciente sea un participante activo de todo el proceso, colocándose en el mismo plano (el de las personas) y convirtiendo todo el proceso en un diálogo más que en un monólogo.