El historiador costarricense Armando Vargas nos cuenta en su libro sobre el presidente Juan Rafael Mora: "La conquista, en 1848, de casi medio territorio mexicano por EE. UU. puso en alerta al país ante los designios del destino manifiesto". Efectivamente, en 1846 tropas estadounidenses desembarcaron en Veracruz y tras varias batallas en Monterrey, Churubusco y otros lugares, entraron en la capital de México en setiembre de 1847, donde izaron la bandera de las barras y estrellas. La resistencia mexicana fue heroica, incluso mujeres y niños lanzaron macetas desde las casas y, ante la falta de pólvora, jinetes atacaron con lanzas a la caballería de Estados Unidos. Durante los primeros combates, los mexicanos recibieron la ayuda de cientos de desertores del ejército de Estados Unidos -irlandeses y alemanes católicos que, por su religión, habían sufrido malos tratos por parte de los estadounidenses-. Se les conoció como los patricios por el nombre del santo patrono de Irlanda. Cuando fueron capturados, los estadounidenses los torturaron y marcaron con una D de desertores en el rostro. Muchos fueron ahorcados. Su historia es tema de la película Héroes sin patria de 1999. Al final del conflicto, los mexicanos se vieron obligados a firmar la Paz de Guadalupe Hidalgo por la que cedieron, a Estados Unidos, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y parte de Wyoming. Lo irónico fue el motivo aducido para la invasión: reparaciones por los daños causados por los mexicanos en las luchas por Texas. Se habían anexado Texas y exigían resarcimientos. Me recuerda la actitud de Bush contra Irak: invadir y luego exigir reparaciones de guerra. Una página de Le Monde Diplomatique dice: "Mientras Irak fue obligado a pagar con su producción petrolera -controlada por Naciones Unidas- todas las reparaciones de la guerra que llevó a cabo en Kuwait en 1990-1991, Estados Unidos jamás pagó un céntimo por la guerra que desarrolló contra Vietnam de 1964 a 1975. Washington se negó asimismo a pagar las reparaciones a las que fue condenado por la Corte Internacional de Justicia por la guerra llevada a cabo (a través del movimiento llamado "la contra") en la Nicaragua sandinista a comienzos de los años 1980". La crueldad y rapacidad de los partidarios del Destino Manifiesto no tenía límites. Por eso el presidente Mora se preparó desde 1850 para defender el país.
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