Dicen los autores que las estrellas tienen luz propia, alegando que si fuera de otro modo en lo que concierne a Venus Marte, cuando se interponen entre nuestra mirada y el sol, lo oscurecerían casi tanto como si lo ocultaran a nuestra vista. Esto es falso porque está probado que la sombra colocada en un medio luminoso está rodeada y cubierta por rayos laterales. Esto se demuestra cuando se mira el sol a través de las ramificaciones de las plantas desprovistas de hojas, a larga distancia, los ramajes no ocupan ninguna parte del sol a nuestros ojos. Del mismo modo sucede con las mencionadas plantas que, sin tener luz propia, no roban a nuestros ojos ninguna parte del sol.
Dicen ellos que las estrellas en la noche parecen tanto más claras cuanto más elevadas están, y que si no tuvieran luz propia, por la sombra que hace la tierra interponiéndose entre ellas y el sol, se las vería oscurecerse o no las veríamos más, y no podrían ser percibidas desde el cuerpo terrestre. No han considerado que la sombra piramidal de la luna no alcanza ni mucho menos a las estrellas hacia donde apunta; la pirámide disminuye, según el espacio que ocupa el cuerpo de la estrella, y queda iluminada por el sol Si miras a las estrellas evitando los destellos (como lo conseguirás mirando por un agujero muy pequeño, hecho con la punta de una aguja fina y teniendo ese agujero casi en contacto con el ojo), verás las estrellas tan pequeñas que nada podría parecerlo tanto; y es que verdaderamente la distancia debilita su radiación, aunque muchas de ellas sean infinitamente más grandes que la tierra y el agua. Imagínate de qué tamaño parecería nuestro inundo visto a semejante distancia.
Considera en seguida cuántas estrellas podrían intercalarse en longitud v en anchura, entre aquellas que ves tan dispersas en el cielo nocturno.Yo no puedo evitar el criticar vivamente a esos antiguos autores que decían que el sol no es mayor de lo que parece. Entre ellos Epicuro; éste extraía su opinión de la comparación de una fuente de luz colocada en nuestra atmósfera y equidistante del centro. El que la mira no la ve jamás menos grandes a ninguna distancia.