Hetty Gray. Hija de nadie es un novelón victoriano donde pasamos de la angustia a la sonrisa, de la pena a la alegría, de la rabia por la injusticia social a la paz que nos invade al sentir la justicia poética que entrevemos, aunque estemos seguros de que eso no pertenece a la realidad, o al menos es muy difícil.
Pero Rosa Mulholland fue capaz, en 1883, de retratar una forma de vida en la que la clase social elevada tenía todos los derechos, los pobres solo podían aspirar a la caridad. La protagonista, encontrada en una playa cuando era un bebé, no tiene nombre, no lo saben. El matrimonio Kane supone que fue superviviente de un naufragio. Como nadie la requiere y la niña llevaba bordadas en su vestidito las letras H. G., deciden llamarla Hetty Gray.
Hetty deberá tragarse su orgullo, ser humilde y aguantar los caprichos de las que antes eran sus "primas", "Vivirás en nuestra casa [...] disfrutarás de la comodidad y protección de nuestro hogar. Pero claro, no puedes esperar tener el mismo futuro que ellas".
La autora utiliza los adjetivos de tal forma que el narrador parece mostrarnos una fotografía de lo que cuenta "Un par de caballos grandes y fuertes, grises y bayos, con crines y cola tupidas, se acercaron a la puerta de la fragua trotando ruidosos".
Las comparaciones populares acercan el pueblo al lector. Todos los campesinos tienen buenos sentimientos frente al egoísmo de los adinerados "¡Esta chiquilla tiene el valor de un ejército! ¡Vete de aquí, mocosa, si no quieres que te asen esos rizos tan bonitos que tienes como si fueran un ganso por San Miguel! Y no necesitas más chispas en los ojos, ya te brillan lo suficiente como para iluminar una fragua por sí mismos".
Tanto los símiles como las hipérboles empleadas por las gentes del campo muestran el cariño y protección que recibe Hetty cuando vive con los Kane. El entorno libre de la naturaleza también cobra su importancia, con personificaciones, frente al opresivo que después experimentará en la mansión, "...saltando entre la hierba, rodeada de margaritas de corazón de oro y cara de luna y de amapolas de ojos negros, con capuchas escarlata".
Los contrastes son evidentes; para dejar constancia, los personajes encargados de Hetty son totalmente antinómicos. El ambiente que respira con la señora Rushton es desolador, por lo que sufre constantemente; le falta el cariño y la atención que todo niño necesita "Era un cuarto de jugar sin madre, sin nada, donde la única cuidadora era la criada [...] Acomodaba a Hetty sin muchos miramientos en una silla y la dejaba allí, sola, con la puerta cerrada". Hetty va creciendo temerosa, desconfiada y sintiéndose inferior a todos lo que la rodean.
La autora regala a Hetty la felicidad y, cuando en su rostro se refleja la esperanza y la alegría, aquellos que la tildaron de arisca ven ahora bondad "-Me alegro de oír que me estoy volviendo buena. Hay algo que me hace muy feliz". Parece que Mulholland no quisiera desviarse del tópico impuesto para las mujeres: solo las guapas y felices son buenas. Sin embargo se resiste a terminar sin una crítica a los poderes que la clase alta asignaba "-Dilo como quieras, Phyllis -repuso- Hetty es una artista y la obligarán a ser institutriz".
Novela fantástica que, basada en la maravillosa edición de Libros de seda, podría ocupar las pantallas como otro de los grandes melodramas del cine.