Revista Cultura y Ocio

Hielo - Anna Kavan

Publicado el 08 abril 2022 por Elpajaroverde

Como no sé por dónde comenzar voy a empezar hablándoos de Anna Kavan, la autora del libro que os traigo hoy.

Anna Kavan nació en Cannes en 1901 con el nombre de Helen Emily Woods. Sus primeros libros, mucho más convencionales que el que nos ocupa en esta entrada, los firmó con el nombre de Helen Ferguson, adoptando así el apellido de su primer marido. Posteriormente eligió como seudónimo el nombre del personaje de una de esas novelas, Let me alone, en la que había dejado plasmada la infelicidad de su primer matrimonio. Este cambio de nombre coincide con un cambio drástico de su estilo narrativo, se dice que influenciada por la obra de Franz Kafka. El primer libro que firma como Anna Kavan es el apetecible El descenso, publicado en España por Navona Editorial, colección de relatos interrelacionados inspirados en el ingreso en un centro psiquiátrico de la autora británica y en sus episodios paranóicos. En 1967, tan solo un año antes de su muerte, publica Hielo, considerada su obra maestra. Su vida estuvo marcada por el temprano suicidio de su padre, sus dos matrimonios fallidos, la pérdida de su hijo durante la Segunda Guerra Mundial, varios intentos de suicidio y su adicción a las drogas. Murió en Londres en 1968 de un infarto.

Voy a hablaros ahora del prólogo de esta edición de Trotalibros y de la nota final del editor. Bueno, en realidad voy a hablaros de sus contradicciones. Ambos me han gustado, pero me ha llamado significativamente la atención la diferente lectura que José Carlos Rodrigo Breto, quien firma el prólogo, y Jan Arimany, el editor, han hecho de esta novela. Y esto no es una crítica, al contrario, pues pienso que cuantas más diversas lecturas tiene una obra mayor es su riqueza. Pero sí me ha sorprendido comenzar este libro siendo alertada sobre el peligro de caer en el biografismo y terminarlo con un texto en el que se incide mayoritariamente en la adicción a las drogas de Anna Kavan para hablar de esta novela.

Parece ser que la interpretación que se hizo de Hielo cambió tras la muerte de su autora al saberse de su drogadicción. Es fácil de hacer la analogía entre el manto blanco que se va expandiendo por doquier en esta novela y ese otro blanco de la heroína que también termina por invadirlo todo. «Su horrible paz blanca», escribe Anna Kavan en esta novela refiriéndose al hielo. Qué duda cabe que la heroína fue para ella como para tantos otros su horrible paz blanca, pero no necesariamente, cuando escribió esas palabras en su novela, tenía por qué estar refiriéndose a ella. O sí. O también sí.

Cuenta Jan Arimany en su ya mencionada nota que ante la respuesta escéptica de su editor a la recepción de Hielo Anna Kavan le responde «diciendo que no había querido escribir una novela realista, sino «una especie de fábula actual» con una atmósfera onírica». Sinceramente, no se me ocurre mejor descripción de esta novela.

Hielo - Anna KavanHielo está considerada una novela de ciencia ficción. En mi opinión, se trata en concreto de una distopía. Y las distopías pueden ser un recurso estupendo para criticar la realidad y hacer reflexionar sobre ella. Como bien dice Rodrigo Breto en su prólogo, «toda obra es producto de su tiempo y hielo no es ajena a la máxima: escrita en plena Guerra Fría, con el regusto de la crisis de los misiles cubanos de 1961 que puso al mundo de rodillas ante una más que posible debacle nuclear». Ahora bien, si os describo un poco el escenario en el que se desarrolla esta novela tal vez sintáis esta obra como producto no solo del tiempo de su autora sino también del nuestro: consecuencias devastadoras del cambio climático, conflictos bélicos entre países, un mundo cada vez más militarizado, escasez de recursos, control de la información por parte de los gobiernos para no desatar el pánico entre la población, rumores descabellados que desatan el pánico entre la población, éxodo de poblaciones, refugiados,...

Hielo es claramente una novela sobre la autodestrucción. Podemos ver en ella la propia destrucción de Anna Kavan o podemos ver la destrucción del planeta Tierra. A pesar de que reconozco mi tendencia al biografismo (también es cierto que solo con autores muy determinados), en este caso opto por la segunda opción. Sin embargo, en una segunda lectura fragmentaria, es decir, cuando releo los fragmentos que he subrayado durante la lectura, aunque sigue predominando esta elección, hay algunos de esos fragmentos, pocos, en realidad, que cobran un nuevo significado, como, por ejemplo, el siguiente:

«De repente, sentí que los lémures estaban cerca de mí. ¿O era su cercanía la que abolía la desesperación y el horror? Parecía más bien que había recibido un mensaje de esperanza de otro mundo; un mundo sin violencia ni crueldad en el que no se conocía la desesperanza. A menudo soñaba con ese lugar, donde la vida era mil veces más excitante y espléndida que en la tierra. En esos momentos, me pareció que uno de sus habitantes estaba junto a mí. Me sonrió, me tocó la mano y dijo mi nombre. Tenía un rostro tranquilo y aséptico, desentonadamente inteligente, benevolente, nada pretencioso.Me habló de la alucinación del espacio-tiempo y de la unión entre el pasado y el futuro para que cualquiera de los dos pudiera ser el presente y todas las edades fuesen accesibles. Me dijo que, si quería, me llevaría a su mundo. Él y otros como él habían visto el final de nuestro planeta y de la raza humana. La carrera estaba llegando a su fin. Lo dominante era el deseo colectivo de muerte y el impulso letal de autodestrucción, a pesar de que quizás la raza humana pudiese sobrevivir. La vida aquí había terminado, pero seguía y se expandía en un lugar diferente. Si así lo elegíamos, podíamos incorporarnos a esa vida aún más grande».

Los lémures simbolizan en esta novela un mundo pacífico y sin hielo, un alternativa a ese escenario en el que se desarrolla esta novela, «la representación de lo que podía ser la vida si se eliminase la capacidad de destrucción, la violencia y la crueldad del ser humano». Sin embargo, cuando vuelvo sobre el fragmento anterior, no puedo evitar asimilar ese lugar benigno ofrecido con esa paz blanca que tal vez los drogadictos no sientan siempre tan horrible, con esa otra paz blanca que es la muerte que brinda el suicidio, con ese escape y descanso de la realidad circundante. Pero no hay que olvidar que Anna Kavan no murió por suicidio ni de sobredosis. Tal vez se sintiera, como el narrador de esta novela, «ligado irremediablemente a este planeta y a sus personas». Tal vez «sabía que este era mi lugar». Tal vez, como ese narrador, «estaba comprometido con la violencia».

Supongo que ha llegado el momento de hablaros de ese narrador, del resto de personajes, de la trama de esta novela. Supongo que a eso hemos venido, tanto vosotros como yo. Qué puedo deciros más allá de que Hielo es una novela rara, rara, rara. Y no me quejo, pues presumía que podía ser así. Pero de verdad que al principio me ha costado, me he tenido que pelear con ella, consideré incluso la posibilidad de abandonar su lectura. No lo hice. Seguí no sé si porque es un libro corto, si por intuición, si porque me va la marcha o qué sé yo. Conseguí ubicarme entre su confusión y sus contradicciones, entre sus salpicaduras de onirismo, y la terminé. Me alegro de haberlo hecho, pues Hielo es de esos libros que crecen tras su lectura, a los que quizás nunca se logra alcanzar o entender en su totalidad pero cuyo significado se va redimensionando con el tiempo.

Hielo - Anna Kavan

Indri, Andasibe, Madagascar, fotografía de Frank Vassen bajo licencia CC BY 2.0


El narrador es un hombre que emprende la búsqueda de una mujer. Se trata de una chica con la que tuvo relación en el pasado. Siente una necesidad imperiosa de protegerla hasta el punto de que su búsqueda se vuelve obsesiva. Cree vislumbrarla en ocasiones pero nunca llega a alcanzarla. Cuando por fin la encuentra, ella lo rechaza o huye y así comienza nuevamente la búsqueda. 
«Ambos la perseguían, pero la chica no entendía por qué. Sin embargo, lo aceptó, igual que asumió todo lo que le ocurría. Esperaba que la tratasen mal, que la convirtieran en una víctima, que la destruyesen, y que lo hicieran, o bien poderes desconocidos, o bien seres humanos. Parecía que ese era su destino desde el principio de los tiempos. Solo el amor, quizás, hubiese podido salvarla. Pero nunca había buscado el amor. Su destino era sufrir: lo sabía y lo aceptaba. La fatalidad trajo consigo la resignación. Era inútil luchar contra ello. Sabía que la habían derrotado antes de empezar».

Ambos perseguidores son el hombre y el custodio, personaje que ostenta una alta cuota de poder en el nuevo orden del mundo. El hombre quiere rescatar a la chica del custodio. Ambos personajes son antagonistas y a la vez se parecen mucho, como si fueran las dos caras de una misma moneda, como si fueran «dos tipos que estaban en el mismo bando, o que quizás fueran la misma persona», llegando incluso el narrador a desorientarse y a dudar de su propia identidad.

«Era obvio que la reclamaba como su propiedad. Sin embargo, ella me pertenecía a mí. Respecto a nosotros dos, ella no era nada: su única función podría haber sido la de unirnos. Su cara mostraba esa arrogancia extrema que siempre me ha repelido tanto. Aun así, sentí una afinidad indescriptible con él, como si fuera sangre de mi sangre. Aquello me confundió hasta el punto de preguntarme si en esa habitación había realmente dos hombres…»

«Nuestras miradas chocaron de un modo indescriptible. Parecía que estuviera viendo mi propio reflejo. De repente, me vi enredado en una confusión absoluta: no sabía quién era quién. Éramos como la mitad del otro, unidos en una especie de simbiosis misteriosa. Luché por mantener mi identidad, pero todos mis esfuerzos fallaron a la hora de mantenernos separados. En todo momento, sentí que no era yo mismo, sino él. Incluso por un instante me pareció que llevaba su ropa. Me marché de allí confundido; más tarde no supe qué había ocurrido, o si había sucedido algo en realidad».

Los tres personajes principales forman un triángulo nocivo. Se detecta en sus relaciones una violencia soterrada. La chica es como el planeta Tierra al que todos quieren expoliar. El custodio es el hombre al que no le importan los medios para conseguir sus fines. El hombre es pura contradicción (la chica a veces también lo es). Busca a la chica para protegerla de un daño que él mismo es capaz de causarle. «Con un brazo le daba calor y apoyo; el otro era el brazo ejecutor».

Ninguno de los personajes tiene nombre. La narración contiene varios detalles simbólicos como, por ejemplo, la uniformidad en el vestuario. La prosa de Kavan en ocasiones es seca; en otras, crea bellas descripciones del paisaje helado. Todo en esta novela es frío. Es frío el hielo que se extiende amenazador sobre la superficie de la Tierra. Son fríos los personajes. Son fríos sus comportamientos. Es fría esa continua constatación de que de un modo u otro, y probablemente no a mucho tardar, todos vamos a morir. Y es fría su confusión, su contradicción. Hielo crea un paisaje desierto que nos deja huérfanos parricidas en pañales y en el que no se sabe si somos custodio si somos chica o si somos hombre, en el que no se acierta a discernir si somos el destruido o destructor porque, probablemente, tanto en nuestro mundo exterior como en nuestro mundo interior, seamos los dos.

«Los copos de nieve, con su danza demencial, representaban la vida en su totalidad. Su imagen pasó junto a mí, el pelo plateado ondulando; de inmediato, me arrastró una confusión salvaje. En el delirio de la danza resultaba imposible discernir quiénes eran los violentos y quiénes eran las víctimas. De todas formas, en la danza de la muerte, donde todos giraban en el límite de la nada, aquellas distinciones carecían de importancia».

Hielo - Anna Kavan

The frozen sea, fotografía de Jean-François Thibault bajo licencia CC BY 2.0


Ficha del libro:Título: HieloAutora: Anna KavanTraductora: Ainize SalaberriProloguista: José Carlos Rodrigo BretoEditorial: Trotalibros EditorialAño de publicación: 2021Nº de páginas: 216ISBN: 978-99920-76-12-5
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