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HIGH-RISE (El Rascacielos) – 2015
Al Igual que “El Imperio del Sol‟ de Spielberg, “Rascacielos‟, dirigida por Ben Wheatley, es adaptación de una novela homónima escrita en los ´70 por J.G. Ballard.
El Dr. Laing, prototipo del hombre moderno solitario y ocupado, se muda a un rascacielos donde todo parece funcionar bajo un manto de sociedad perfecta. Distintos sucesos irán develando paulatinamente otra realidad, convirtiendo el entorno en un caos total.
La película se desarrolla en un edificio terraceado de incontables niveles de altura, un rascacielos. Esta construcción es un denso y gran volumen de hormigón visto que nos recuerda la estética brutalista. A su vez, forma parte de un ambicioso proyecto urbano-inmobiliario de cinco torres en las afueras de la ciudad bordeando una playa de estacionamiento tan grande que los propietarios no recuerdan donde estacionaron su vehículo.
Puertas adentro, tiene una surreal estética retro futurista setentosa en sus interiores y mobiliarios, aunque de a ratos se vuelve sci-fi o bien por la historia en sí, o bien por la dirección de arte. Espacios privados de uso común como el foyer, halls y larguísimos pasillos acentúan la soledad de vivir en un rascacielos a través de sus dimensiones.
Además, son atravesados constantemente por la estructura de hormigón visto, que se mete dentro de los apartamentos y adquiere una impronta de ser viviente y protagonista absoluto en esta realidad distorsionada. Alberga tantos servicios como si de una ciudad se tratase. Piscina, canchas de deporte y hasta un supermercado en el piso 15, son algunas de las comodidades que ofrece el rascacielos. Estas comodidades disminuyen la vida en el espacio público exterior, resultando en un forzoso convivir de los huéspedes.
Al parecer, el diseño del rascacielos es parte de un experimento social realizado por el ermitaño arquitecto, auto percibido modernista y que habita el último piso, el vértice de esta pirámide sociocultural. La azotea es un parque, un jardín utópico e inverosímil con dotes paisajistas donde hasta un caballo se pasea por las praderas a muchísimos metros de altura.
El edificio impone con su arquitectura, un reflejo de posición sociocultural en la sociedad, una forma de habitar jerarquizada, un modelo a escala sobre la batalla de clases. La separación de clases, donde abajo viven los pobres amontonados en pocos metros cuadrados y arriba viven los ricos con espacios amplios y espectaculares vistas. La interminable necesidad del ser humano de estar en lo más alto, se ve desfigurada cuando el caos se adueña de todo y lo único que importa es sobrevivir. Oligarcas y obreros vueltos bestias, asesinos y caníbales.
La película, como el proyecto del arquitecto, resulta en un detallado análisis sobre el habitar y el comportamiento humano. La arquitectura protagonista marca los tiempos y también marca los límites que se habrán de romper para que la distinción de clases desaparezca.
“Vivir en un rascacielos requiere un tipo especial de comportamiento. Dócil. Sometido. Quizás algo loco”.
Wilder (personaje de la película)
* Una columna de Andrés Angelero e Ignacio Sambarino, ambos arquitectos, creadores de la plataforma “Arquinema colectivo” que se ocupa de detectar y difundir paralelismos entre arquitectura y cine.
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