Víctor Balcells Matas nació en 1985. Y no es este dato cuestión baladí; tiene bastante importancia en la historia de Hijos Apócrifos, su primera novela. Es en ese año cuando Pablo Scarpa recibe el encargo de trabajar en la biografía del famosísimo autor Ricardo Iglesias. Como todo el mundo sabe, Ricardo Iglesias ha sido siempre mejor autor que persona. Una de sus mayores tropelías fue dejar embarazada a la hija de su mayordomo, Marguerite Guevara, y desentenderse de la criatura que concibió. Años después, qué casualidad, la biografía firmada por Scarpa cae en manos del joven Guillermo Guevara, aquel niño. Sin embargo, uno de sus amigos, de nombre Arturo, hace todo lo posible para evitar que Guillermo lea las páginas donde aparece su nombre. Pero, como suele ocurrir en todo lo que viene dado por las leyes de la vida, y por las leyes de la ficción, la verdad finalmente cae por su propio peso.
Hijos Apócrifoses una obra interpretada en clave de humor con una base de percusión que recuerda a Sebald pero sin la gravedad, o contundencia, de éste. Aunque conozco personalmente a Víctor, no sé apenas nada de su vida. Digo esto porque intuyo que en el método de construcción de su novela operan por igual elementos verídicos y ficticios que actúan dirigidos por la batuta de una literatura muy familiar para mí –y para él-, una literatura donde conviven la inventiva, lo ensayístico y lo autobiográfico. En esta obra aparecen escritores consolidados, aspirantes a poetas, artistas contemporáneos, frikis conceptuales, biógrafos ambiciosos, editores cabrones, hijos de escritores famosos y otras hierbas. Vamos, que se nota cuál es el mundo que ronda la cabeza del autor y en qué ambientes se mueve o se ha movido.
La prosa de Balcells es ágil, tan suelta como la pincelada de un pintor impresionista, y se desliza como una pequeña serpiente que busca su presa entre las rocas de un embalse construido por Franco, uno de esos que abundan en la comunidad autónoma de Castilla y León, donde transcurre parte de la historia. No obstante, su voz es muy personal y no permite que la forma difumine el fondo. Cabe destacar el mérito de mantener el nivel formal a lo largo de cuatrocientas treinta páginas. O dicho de otro modo: que escribe muy bien este muchacho. Por otro lado, me resulta atrayente la estructura, muy bien construida desde el principio y reforzada por el buen desarrollo de los personajes, algunos muy simpáticos, como el secundario Arturo, un aspirante a poeta que acompaña a Guillermo durante sus años universitarios. Sin embargo, tal vez debido a la extensión, el prometedor comienzo languidece en el segundo acto, especialmente cuando los personajes aparecen en Grecia y Turquía, donde abundan unos diálogos que, en ocasiones, se antojan ingenuos, incluso prescindibles, mucho más adolescentes que los personajes. Es en esa parte también cuando las situaciones cómicas traspasan la raya de lo chistoso al estilo de una comedia de enredos. Pero, como comenté al principio de esta reseña, Víctor Balcells Matas nació en 1985, y me parece suficiente motivo para otorgarle el beneficio de la duda en los aspectos que me parecen más criticables, como el abuso del recurso del aplazamiento de la intriga para mantener la tensión a través de diálogos que siempre son interrumpidos por algo o alguien, cosa que el autor realiza al menos tres veces, que yo recuerde, de la misma forma; cortando las palabras del diálogo, es decir, dejando al personaje con la palabra (clave) en la boca al ser interrumpido por otro.
Dicho esto, concluiré afirmando que Hijos Apócrifos es una novela original, personal, que tiene voz, unos cuantos párrafos magistrales, una fina ironía de fondo, un buen equilibrio entre las partes más descriptivas y las más poéticas y que desde aquí recomiendo.
Bandini bebe al mismo tiempo que el personaje de Lowry, pero en otro bar, lejos, en otro libro, mientras Kerouac escucha jazz en el tercer libro, en el mismo lugar. Nunca ninguno sabe nada de los otros. Ni siquiera son conscientes de que no existen, de que Los Ángeles no existe en verdad más que en ese libro, y que en cada libro es una ciudad distinta. (p. 275-276)
Hijos Apócrifos, de Víctor Balcells Matas. Alfabia, 2013.