Revista Empresa

Hijos como empleados?

Publicado el 14 abril 2011 por Juan Carlos Valda @grandespymes


HIJOS COMO EMPLEADOS? 

 Cómo evitar un mal rato cuando alguno de los hijos entra en el negocio familiar.
Por Patricia Schiff Estess

Teresa Craig sabía que algo debía cambiar en su negocio. Aunque ella permitió que sus hijos, Michael y Sebastián Grasso, de 34 y 33 años respectivamente, colaboraran en el desarrollo del negocio, ninguno quiso escucharla. Craig estuvo laborando en el área de rehabilitación profesional por más de diez años, antes de que iniciara –en 1989– Windham Injury Management Group, en New Hampshire. Sebastián se incorporó a la empresa inmediatamente después de que se graduó de la universidad en 1990, y ella lo entrenó en el área de ventas y rehabilitación profesional. Su hermano mayor, Michael, llegó a la empresa cinco años después, cuando había terminado la maestría en ergonomía (Craig pensó que esta especialidad sería un buen complemento de sus estudios de ingeniería).

Pero la relación laboral entre madre e hijos resultó muy parecida a la relación familiar que tenían: explosiva. “Peleábamos por cualquier cosa – dice Craig- las expectativas que tenía de ellos eran muy altas, pienso que las sentían, incluso, irreales”. Después de un periodo de mucho desgaste, Craig intentó despedirlos, pero ellos se rehusaron a obedecer incluso en eso, “siempre volvían a la oficina el siguiente día”. Aunque el negocio seguía creciendo, moralmente Windham estaba sufriendo una crisis. “Las cosas llegaron a tal grado que comenzamos a perder empleados muy valiosos”, dice Craig. “Cuando les preguntábamos por qué habían decidido irse, ellos nos decían que no querían seguir siendo parte del conflicto que nosotros estábamos generando. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que alguien debía ayudarnos a detener esta situación destructiva”.

Un Grito de Auxilio

Craig y sus hijos buscaron ayuda en la Asociación de Ejecutivos Retirados (por sus siglas en inglés SCORE), que provee de dirección y asesoría a pequeñas compañías. Su consejero, Gene Ronshangin, analizó la situación y les dijo que ellos, en grupo, tenían un importante potencial para hacer negocios, y que estarían desperdiciándolo si no volvían al trabajo e intentaban platicar entre ellos las cosas. “El nos ayudo a volver el asunto del negocio al campo de los negocios, y a sacar la cuestión familiar de la ecuación”, dice Craig. “Una vez que esto empezó a funcionar, los problemas familiares se comenzaron a resolver también.”

Este escenario no es muy original, dice Fredda Herz Brown, fundadora del Metropolitan Family Business, una empresa dedicada a la asesoría de negocios familiares en New Jersey. “Si aparece confusión cuando uno de los hijos entra en el negocio, puede ser fácil pensar que se trata de un asunto personal, familiar. Pero ese no es siempre el caso”, dice Herz.

“Lo común es que el descontento se produzca frente a las expectativas que ambas generaciones tienen una de la otra, y que no han sido tomadas en cuenta”, dice Sam Lane, fundador de LBF & Associates, empresa consultora de negocios familiares en Texas. Estas expectativas pueden ser sobre cualquier aspecto del negocio, desde cuántas vacaciones al año pretende tener el joven adulto, hasta cosas más complicadas como el tipo de capacidades que deberá mostrar antes de escalar a otra posición.

“Ambas generaciones pueden pensar que el otro conoce perfectamente lo que se espera de él, cuando se han hecho pequeños comentarios al respecto en algunas conversaciones”, dice Lane. “Pero eso no es lo mismo que sentarse y tener una pausada e inteligente conversación, para llegar a acuerdos puntuales de las expectativas que se tienen.”

Incluso si padre e hijo han hecho todos estos acuerdos, los conflictos seguirán apareciendo una vez que el joven adulto entre a trabajar en el negocio familiar. La razón puede ser que los padres tienden a hacer juicios erróneos sobre la capacidad de sus hijos, y les asignan una posición que está por encima de su cabeza. Por otro lado, puede suceder que el hijo esté molesto por alguna regla autoritariamente impuesta por el padre en la oficina, o bien está incómodo porque sus sugerencias no son tomadas en cuenta. Cualquiera de estas situaciones puede provocar un mal inicio que podría descomponer la relación tanto laboral como familiar.

Desde el Principio

¿Qué se puede hacer para rectificar un mal comienzo, cuando un joven adulto entra a trabajar en el negocio familiar? “Primero, concrete el problema”, sugiere Herz, tanto el padre como el hijo pueden preguntarse: “si este no fuera mi hijo (o mi padre), ¿cómo definiría yo este problema? ¿Es un problema de personalidad? ¿De estar en el puesto equivocado? ¿Es un problema de falta de experiencia o de comunicación inadecuada? ¿Falta un método para resolver conflictos?”. Una vez que el problema está identificado, usted puede entonces buscar soluciones. Quizá el joven podría iniciar trabajando para una empresa similar y así adquirir experiencia, o tal vez sería bueno que le reportara a otra persona que no fuera su padre, o tal vez ambos pueden acordar tener una reunión una vez a la semana para discutir asuntos relacionados con el negocio.

“Desgraciadamente, no existen soluciones mágicas”, dice Lane. Por lo tanto, antes de que la tensión crezca hasta el punto en el que parezca imposible un arreglo, es mejor estudiar las cuestiones objetivamente. Un consejero especialista en negocios familiares puede ser de gran ayuda tanto en la identificación de los problemas, como en las propuestas de solución.

“Para nosotros, Gene Ronshangin era la persona adecuada”, dice Craig. “El nos ayudó a ponerle reglas al juego. Le dijo a los chicos que si pensaban trabajar con él, del mismo modo como lo hacían conmigo, el se iría. Después de oír a las dos partes, me animó a que involucrara a ambos en roles que implicaran toma de decisiones, ya que los dos habían trabajado duro y probado que eran capaces de eso. También sugirió que se creara un grupo de asesores. Esto nos ha permitido exponer nuestras ideas y objetivos ante un grupo de personas que todos respetamos, y a recibir retroalimentación. Incluso en ocasiones hemos ido a cenar juntos, como una familia otra vez.

Todo esto nos ha ayudado a desarrollar, incluso, una forma adecuada para que yo me pueda retirar y mis hijos asuman la dirección del negocio. Estoy encantada de eso. Hace cinco años, no lo hubiera ni siquiera pensado”, concluye Craig.

Autora Patricia Schiff Estess



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