Revista Psicología
*por Alejandro Busto Castelli
"...el padre que soy empezó a construirse mucho antes de que llegarais por fin. Nació de la revolución interior, de la sublevación de mis emociones castradas, de las lágrimas sediciosas y profundamente saladas que fui capaz de soltar. Nació de aprender a abrazar a Mamá y aprehender su piel agradecida y serena en contacto con mis brazos..."
He sentido rabia muchas veces en mi vida. No siempre consciente, no siempre manejable. Quizá como tal vez os pasa a vosotros cada día. Muchas veces los adultos le llaman “sentirse mal”, algunos “dolor”, nosotros cuando no somos Papá y Mamá…frustración.
Tengo asociada la rabia y la impotencia a una imagen. La fotografía mental de vuestra madre completamente rota en algunos momentos de nuestra historia.
Ella en el antiguo despacho, en la que llamáis la casa vieja, en una vida sin vosotros. El sonido de un teléfono, solo una llamada, luego los gritos y los llantos. Fui corriendo. Apenas verbalizaba, no podía, se ahogaba.Entre mocos y lágrimas, gritaba “No hay embarazo, ¡¡no hay nada, no hay nada!!”…
Paralizado, como en uno de esos sueños de niño, la vi levantarse con dificultad para buscarme, sin saber muy bien porque... pregunté tímido ¿Pero que paso?... ¿Olga por Dios que paso?... y ella solo balbuceaba…. “el hospital… el hospital. No hay nada”.
Saber. Entender desde el sudor frío lo que te están contando. Tomar conciencia en ese momento, es conectarte con la ira descontrolada. Yo quería ir a ese hospital, quería insultar a la que por teléfono fría y descuidadamente, ajena a nuestro dolor, se limitó a decirle a Mamá: “no hay fecundación, tiene que pedir cita para el mes que viene”.
Quería decirles a los médicos que no tenían ni idea, quería golpear el escritorio, quería reventar las paredes a patadas… yo quería que vosotros existierais. Pero no hice nada. Solo callé.
Ella estaba entre mis brazos destrozada literalmente, como ausente, el dolor la había secuestrado. Yo pensaba... "una vez más…”, “otra vez más...” pensaba…no sentía. Años después supe lo terrible de elegir pensar en vez de elegir sentir.
En aquel momento vuestro padre solo era un hombre castrado emocionalmente, un tipo en búsqueda, que no estaba ni cerca de sentir que significa que te digan otra vez, otra infame vez, que no te va a habitar nadie…nunca.Es una entelequia racional. Y las entelequias no sirven para el rescate emocional.
Nosotros los hombres que cuando adolescentes jugamos protegidos por el grupo y la tradición machista a burlarnos de sus ciclos, de su regla, nosotros esos que preferimos creer en la variabilidad caprichosa de los estados de ánimo, faltándole el respeto a la biología y a la esencia femenina, nosotros que jamás podremos ser nido de nadie, hemos permitido tan descaradamente que nos roben nuestro mundo emocional, que en situaciones como la que os cuento, nos convertimos en parte del decorado.
Como un título de esos que dicen que sabemos mucho, como el pisapapeles, como el portalápices…igual de inútiles ante el dolor.
Es cierto que no me perdí una consulta, es cierto que estuve siempre ahí con ella. En cada prueba, en cada sesión. Pero con honestidad os digo que yo no dudaba que tarde o temprano, sea cual fuera el método, la barriga llegaría. Vosotros llegaríais.
Y como no dudaba, tampoco necesitaba conectarme con la parte más oscura de aquel viaje. La de la pérdida y el duelo.
Algún tiempo después de renunciar al hijo biológico por lo menos desde la palabras, de renunciar a que seríais algún día en el vientre de Mama y cuando parecía que ya os habíamos encontrado, cuando parecía que la búsqueda terminaba y vendríais ahora a habitar nuestro corazón desde lejos, volvió a suceder.
Otra vez, aquel despacho. Otra vez ella, nuestra mujer más importante, partida en dos.
Un lío político en un país en crisis moral permanente, los principios éticos férreos de vuestros padres y un burdo engaño tejieron otra vez la pérdida, una suerte de aborto burocrático con principios diferentes y un final igual de dramático.
Mis certezas acerca de vosotros, de vuestra llegada, de vuestras risas, gritos y llantos poniendo la banda sonora al resto de nuestras vidas, se esfumaron. Dejé de creer en vosotros. Sonámbulamente empecé a dar forma a una vida sin hijos. Me conformé.
Como tantas veces os contamos, fuisteis magia y milagro a partes iguales. Contradijisteis mi vacío y mi renuncia, os alineasteis con la fuerza, la intención y las ganas de vuestra madre y por fin llegasteis a nuestra vida.
Sin embargo, el padre que soy empezó a construirse mucho antes de que llegarais por fin.
Nació de la revolución interior, de la sublevación de mis emociones castradas, de las lágrimas sediciosas y profundamente saladas que fui capaz de soltar. Nació de aprender a abrazar a Mamá y aprehender su piel agradecida y serena en contacto con mis brazos.
Las astillas del juguete roto que en aquel despacho tuve entre mis brazos, me rajaron de arriba a abajo. El dolor de vuestra madre fue el mío y por fin este que hoy es vuestro padre también pudo romperse en mil pedazos para volver a armarse.
Sois los hijos de la búsqueda, del deseo, de ir más allá del arco iris, de los abortos burocráticos o no, de los diagnósticos científicos y morales, sois hijos de la inconformidad, de la resistencia y del aprendizaje emocional y doloroso.
Por eso…nunca tengáis miedo de no poder manejar la frustración, la rabia o la ira. No tengáis miedo de romperos. No temáis jamás a las lágrimas y al dolor. No dejéis que os juzguen por sentir.
Si algún día os toca tener que volver a armar, lo que quizá no esté bien construido, yo quiero que sepáis que de una forma u otra estaré cerca para ayudaros a encajar las piezas. Tengo la certeza de que así será.
Al final, aunque el más importante, es solo un puzzle más… de esos que tantas veces hacemos juntos. Sabréis hacerlo.
Sabremos hacerlo.
Texto extraído del libro "Diario de nosotros" de Olga Carmona y Alejandro Busto Castelli