Cuando nació mi segundo hijo, enseguida entendí que era diferente al primero. Lloraba distinto, con otro ritmo y por otras cosas. Lo que funcionaba con el mayor no servía con el menor. Era otra persona y ya venía cargado con su personalidad, sus gustos y su propia historia.
Eran tan distintos entre ellos que cuando estaba por nacer el tercero pensé que iba a parecerse a uno u a otro, ya que no veía una tercera opción posible. Pero me equivoqué. El tercero venía con otra forma de encarar la vida y buscar un lugar en nuestra familia.
Entonces llegó la cuarta y como era la primera mujer me imaginé que iba a tener características particulares: fue otro mundo, un nuevo comienzo donde ninguna de las recetas aplicadas en los tres primeros funcionaba.
En casa somos seis, cada uno con su forma de ser, con sus gustos, con sus tiempos y todos tratando de equilibrar, de pertenecer y de marcar nuestro propio espacio sin estar encima (ni por encima) de nadie. La búsqueda del equilibrio es eterna pero me gusta, la disfruto. Ahora entiendo que las diferencias los potencian, los definen y también los unen. Cada uno brilla a su manera, en el momento que quiera, y lo compartimos entre todos.
En casa somos cuatro de Boca y dos de River, pero somos todos de Argentina: vemos los partidos y nos alegramos cuando gana nuestro equipo y aprendemos que el que está justo al lado en el momento de nuestra máxima alegría por ganar el campeonato puede estar en su peor momento porque su equipo no lo hizo. Ahí, en una sala, los sentimientos se encuentran.
Estoy convencida de que aprendemos mucho de nuestros hijos cuando logramos escucharlos, entenderlos y dejarlos ser, que prueben, que intenten aquello que les gusta hacer y si es algo nuevo, original, ¡mejor aún!
Desde los gustos en la comida hasta lo que se ve en la televisión, las películas que elegimos en el cine, los deportes a los que le dedicamos horas, los libros que leemos, las actividades que preferimos compartir con amigos, todo depende de nuestra personalidad e historia. A nuestros chicos les pasa lo mismo y así la historia familiar va creciendo en experiencias personales que se comparten y nos hacen a todos crecer, aprender y estar cada vez más unidos.
Tenemos por acá fanáticos de fútbol, cuasiexpertos en taekwondo, actores con futuro, alegres bailarinas y unos padres más que agradecidos por recibir tanto de estos pequeños. Todos somos personas creando historias y familias formando tradiciones y memorias de las más lindas.