Con el descubrimiento de que está negociando en secreto con el presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, se diría que Mariano Rajoy trata al independentismo catalán como el padre de la parábola cristiana del hijo pródigo.
Un hijo que había dilapidado su herencia, entregada previamente, y arruinado había vuelto a casa para compartir lo que quedaba con el hijo trabajador que ayudaba a la familia.
La Generalidad ya se gastó su parte de la herencia familiar correspondiente al máximo de tres millones de separatistas.
Los medios catalanes afirman que ahora, que para evitar el referéndum independentista sin el feo de q1ue se convoque, Rajoy podría darle también, como el padre del hijo pródigo, parte de lo que le corresponde a los catalanes no nacionalistas, al menos otros tres millones, y a los cuarenta millones de españoles más.
Carles Puigdemont había presentado públicamente 46 exigencias al gobierno Rajoy, la primera la del referéndum independentista, y otras de alcance económico, social, cultural educativo y jurídico, con justicia propia y no la general española.
Inversiones gigantescas, que el Estado no pleitee contra la Generalidad por sus leyes inconstitucionales, control de la vida de los ciudadanos, catalán como única lengua; pero seguir controlando España en beneficio propio con acuerdos desde su pequeño poder parlamentario.
Los puntos de Puigdemot son casi el doble de los que había presentado Artur Mas en 2012, poco después de que Mariano Rajoy llegara al poder, en los que amenazaba con que, si no se cumplían, haría Cataluña independiente en 2016.
Ahora aparecen dudas sobre el carácter e intenciones de Rajoy porque, o es un estadista que va quemando silenciosamente a quien le reta, como hizo con Mas, o es bondadoso padre del hijo pródigo dispuesto tolerarle su mala cabeza a costa de los demás: elija usted.
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SALAS