Hildegundis pide su entrada
al monasterio de Shönau.
Su vida fue escrita como una crónica monástica que se escribe cuando fallece un religioso de vida ejemplar, para que quede constancia de su vida y virtudes. En ocasiones se enviaba a otros monasterios, tomando el nombre de "circular". Así es que se trata de un testimonio de primera mano, según lo que el mismo José-Hildegundis contó a su entrada al monasterio y lo que luego pudo comprobarse. Luego, el cisterciense Cesáreo de Heisterbach, daría forma y añadiría otros detalles, aureoléndola de santidad en su "Vita et Miraculae".
Según este testimonio, sus padres eran oriundos de Neuss, y por largo tiempo no tenían hijos hasta que, luego de largas súplicas y devociones, tuvieron gemelas: Hildegundis e Inés las llamaron. Aún siendo pequeñas, sus padres las llevaron a un monasterio para que fueran educadas por las religiosas, como era común entre las familias nobles de la época. Cuando las niñas tenían 12 años, la madre murió de fiebres y el padre, consternado, decidió emprender una peregrinación a Tierra Santa, para venerar los Santos Lugares. Como ya era viejo, decidió que Hildegundis le acompañara, la sacó del monasterio, la vistió de chico, llamándola José, y se la llevó consigo. Pero el padre murió en el viaje, aunque antes llmó a un paisano que igualmente iba a Tierra Santa y le dijo: "cuida a mi José, que en realidad es mi querida hija Hildegundis". Al llegar a San Juan de Acre, el hombre robó a José todo el dinero, ropas y utensilios que tenía y desapareció. José salió llorando de la posada, y topó con un Templario que lo llevó a Jerusalén, al hospital que estos caballeros tenían allí. Estuvo algún tiempo trabajando en el hospital, sin revelar su sexo, hasta que llegó un pariente de su padre y le tomó afecto, así que le pidió le acompañase de vuelta a Alemania. Mala suerte, antes de llegar al Rhin, el pariente murió y José quedó solo de nuevo.
Se dirigió a Colonia, donde se colocó como sirviente de un canónigo de la catedral. Este canónigo tenía una hermana entre las monjas del monasterio de Santa Úrsula en Colonia, y fue elegida como abadesa. Pero el arzobispo, Felipe de Heinsberg, quiso que las monjas nombrasen a su sobrina, imponiéndoles penas eclesiásticas si no la aceptaban a la fuerza. El canónigo quiso apelar a Roma, pero las circunstancias políticas no lo permitían. El emperador Barbarroja estaba enemistado con el papa a cuenta de imponer un obispo a la ciudad de Treves, en contra del elegido por el clero, así que había prohibido cualquier trato, apelación, negocio con el papa de Roma. Así que se le ocurrió que le acompañase su sirviente José hasta Roma, con las alegaciones a favor de su hermana, dentro de un cayado hueco, que José llevaría para que no fueran encontradas, en caso de ser detenidos por los soldados del emperador. Partieron hacia Verona, donde se hallaba en papa a la sazón. Al llegar a Zusmarshausen de Suabia, se separaron por seguridad.Cuando José, ya solo, pasó la ciudad, encontró a un hombre con un saco que, fingiendo había olvidado algo, le pidió le cuidara su fardo mientras él regresaba a la ciudad. Pero era un ladrón que estaba siendo perseguido, que aprovechó al cándido jovencito para alejar de sí toda sospecha si era hallado, por lo que sacó lo de más valor del saco y huyó. Al poco rato, los soldados hallaron a José con el botín, lo apresaron y lo llevaron a rastras a la ciudad. Como el robo había sido en un palacio muy principal de la ciudad, quisieron escarmentar a los ladrones y sin oír su defensa, le condenaron a la horca. José pidió un sacerdote, al que contó su misión de embajador ante el papa y como había sido engañado por el verdadero ladrón. El sacerdote buscó en el bastón y halló los documentos, por lo que pidió al consejo de la ciudad aplazaran la ejecución, por si se hallaba al verdadero culpable. Ambos fueron sometidos a la prueba del fuego, común en el medievo: caminar sobre planchas ardiendo y si uno se quemaba, pues era culpable. José pasó y quedó ileso, mientras que el ladrón se quemó y sin más juicio, le colgaron de un árbol, liberando a José. Pero la cosa no terminó ahí, sino que los compinches del ladrón le apresaron al salir de la ciudad, y como castigo, le colgaron por los pies junto al ladrón ahorcado. Allí habría muerto si no fuera por unos pastores que le hallaron y le descolgaron. José contaría luego que junto a sí veia un caballero con armadura blanca, en un caballo blanco (San Jorge?), que junto a los ángeles le sostenía la cabeza, permitiendo descansara sobre su hombro.
Escultura de Hildegundis
en Neuss.
Salvo algún detalle añadido, la historia es verídica y consta en el monasterio. Ciertamente, de santidad hay poco que contar, aunque esta historia se suma a las de santas mujeres que se santificaron viviendo como hombres, la más famosa Santa Eufrosina-Esmaragdo (2 de enero y 11 de febrero), aunque no la única. Poco a poco la historia fue haciéndose ejemplar, y la mayoría de hagiógrafos la incluyen en sus martirologios, como Usuardo o San Pedro Canisio en su "martirologio alemán", aunque nunca ha sido canonizada. Los monjes comenzaron su culto y su historia traspasó la localidad, siendo su tumba meta de peregrinajes y devoción popular.
Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.
-"Clothes Make the Man: Female Cross Dressing in Medieval Europe. VALERIE R. HOTCHKISS. 1996.