Los aproximadamente 60 años de vida de esta astrónoma, filósofa y matemática, oriunda de la entonces ciudad griega de Alejandría (hoy Egipto) nos hablan de una persona excepcional. También extraordinario es el hecho de que, siendo mujer, recibiera una educación abierta y completa en varios lugares de las actuales Italia y Grecia, supervisada por su padre, Teón, y en la que influyeron filósofos de la talla de Plutarco el Joven.
De vuelta a su ciudad natal, Hipatía se convirtió en maestra; a su casa acudían personas de todos los credos, razas y origen sin distinción, pues fue una mujer muy respetada por su apertura mental y por su inteligencia. Entre sus discípulos también se contaron aristócratas y altos cargos. Con todo, ser pagana y científica le traería problemas, e incluso, la muerte por linchamiento a manos de fanáticos religiosos.
Enseñó las doctrinas de Plotino y de la escuela neopitagórica, que ven la filosofía desde la lógica matemática, e influyó en tres obras caudales de la Grecia Antigua, esto es, la Aritmética de Diofanto de Alejandría, los Elementos de Euclides y el Tratado de las Cónicas de Apolonio de Perge.
Como astrónoma, Hipatía ya formuló una idea de astrolabio, planteó un mapa celeste e inventó artilugios mecánicos. Éstas son algunas de sus ideas:
La vida es crecimiento, y cuanto más viajamos más verdad podemos comprender.
Comprender las cosas que nos rodean es la mejor preparación para comprender las cosas que hay más allá.
Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar.
Las fábulas se deben enseñar como fábulas, los mitos como mitos y los milagros, como fantasías poéticas.
Enseñar supersticiones como si fuesen verdades es terrible.
La mente del niño las acepta y cree, y solo con un gran dolor y tal vez la tragedia se podrá librar de ellas con los años.
De hecho, la gente se pelea por una superstición tanto como por una verdad, o incluso más, ya que una superstición es tan intangible que es difícil demostrarla para refutarla, y la verdad es un punto de vista, y por tanto se puede cambiar.
El que influye en el pensamiento de su tiempo, influye en todos los momentos que siguen.
Deja su opinión para la eternidad. Independientemente de nuestro color, raza y religión somos hermanos.
La verdad no cambia porque sea, o no sea, creída por la mayoría de las personas.
Gobernar encadenando la mente por miedo o por temor al castigo en otro mundo es igual de básico como usar la fuerza.
Fuente: Álex Rovira.
C. Marco