Hay muchas personas que cuando se ponen delante de un profesional sanitario con bata blanca, verde o azul (estos dos últimos colores son los que se usan en quirófano), sufren el llamado Síndrome de la Bata Blanca. Su tensión, como por arte de magia, aumenta hasta valores completamente patológicos sin que en realidad presenten ninguna enfermedad que lo provoque, o bien aumenta mucho más de lo que la patología que padecen pudiera presagiar.
También se puede dar esta situación cuando el que toma la tensión es un profesional de cierto prestigio aunque no vaya vestido de “médico”, y aunque parezca mentira es más frecuente si el médico es hombre en lugar de mujer, o enfermero en lugar de enfermera.
Es más frecuente encontrar este fenómeno en personas de edad avanzada, en el sexo femenino y en obesos, pero no significa que no podamos verlo en cualquier persona.
Vivir el acudir a un profesional sanitario o a un centro de salud como algo estresante, bien por lo desconocido de la situación o bien por el miedo a presentar alguna patología que les pueda ocasionar un cambio importante en su vida, puede ser la causa. Según algunos estudios publicados, hasta el 20% de los hipertensos se encontraría en esta situación.
Nuestro organismo ante una situación de estrés se defiende activando para ello el sistema nervioso simpático que estimulará las glándulas suprarrenales, para que liberen catecolaminas y cortisol, que entre otros efectos aumentan nuestra tensión arterial, debido a la vasoconstricción que provocan y al cambio en la distribución de la sangre para que llegue más a nuestro sistema muscular. Todo esto simplemente porque nuestro cuerpo se está preparando para defenderse de un posible ataque (que conste que defenderse también puede ser salir corriendo…).
Esta situación puede llevar a realizar un tratamiento antihipertensivo a una persona que no lo precisaría, con los efectos secundarios que ello conlleva. En realidad la hipertensión de bata blanca no precisa de ningún tratamiento, aún cuando algún estudio habla de que hasta un 37% de estos pacientes desarrollará en 5 años una hipertensión real, acompañada de hipertrofia ventricular izquierda (una de las complicaciones más frecuentes).
Tanto si la presión la tomamos los profesionales cómo si lo hace el propio paciente, hay unas consideraciones a tener en cuenta: Se debe realizar con la persona sentada y tras haber descansado un mínimo de cinco minutos. Son necesarias dos tomas en tres días diferentes fuera de los rangos considerados normales, para etiquetar a esa persona como hipertensa.
Desde hace años se aconseja el autocontrol de la tensión precisamente para evitar en lo posible este efecto. Otra de las actuaciones interesantes es la realización de los MAPA (Monitoreo Ambulatorio de la Presión Arterial), también denominados Holter, es un registro de la TA durante 24 horas, en el que se irán guardando las presiones tomadas a diferentes horas del día y en diferentes situaciones, para después cotejarlas y así poder hacer un diagnóstico certero.
¿Y cuáles son esas cifras normales?
Pues como todo en Medicina han ido cambiando a lo largo de los años, en estos momentos los últimos datos que nos ofrece la Sociedad Europea de Hipertensión junto con la de Cardiología, indican que consideraremos hipertensión arterial (HTA), cuando el valor de la sistólica esté por encima de 140 mm de Hg y la diastólica de 90 mm de Hg, (140/90), en todos los grupos de pacientes (hasta entonces variaba en función de la edad y la patología previa), haciendo hincapié en la importancia de la toma domiciliaria de la misma.
Así que ya sabes: cuando veas una bata blanca, no hace falta que te prepares para salir corriendo o… la hipertensión te alcanzará.
Este post está dedicado a Javier García, un buen amigo, con el que comparto algo más que nuestra enfermedad.
Enlaces de interés: Pubmed, Sociedad Europea de Hipertensión, Manejo de la HTA (Jama Network).