Revista Cultura y Ocio
Después de casados, la mujer decidió que a su marido le vendrían bien algunos cambios estéticos. Así fue que lo alentó para que se cortara el pelo y se quitara esa barba de peluche.
La verdad es que tenía razón. Con menos pelos en la cara, me veo más joven.
Luego, ella insistió para que comenzara un estructurado entrenamiento físico. Cuatro veces por semana, el hombre se mataba con los aparatos y los abdominales.
Me siento mejor, es cierto. Incluso hasta se me está yendo la pancita.
Le costó convencerlo para que los viernes a la noche dejara de lado los asados con sus amigos, a cambio de salidas al cine y al teatro. Pero la perseverancia fue premiada: incluso logró que se volviera vegetariano, igual que ella.
Extraño a los muchachos.
El esfuerzo final consistió en convertirlo a su religión. Una creyente como ella no podía estar casada con semejante ateo.
Siempre supuse que había algo más allá. Alguien que nos guía y aguarda en el paraíso.
Meses después, la mujer se buscó un amante. No se afeitaba ni se bañaba seguido, pero al menos tenía una personalidad avasallante, no como el pusilánime de su marido.
Me siento bien, joven y maduro a la vez. Creo que merezco darle una oportunidad a esa alumna que me provoca desde principio de año.
Los domingos van a misa tomados del brazo, como un buen matrimonio que se precie.
© Sergio Cossa 2012
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