Revista Viajes

Hiroshima: A Masako con Amor

Por Gialuxa @viajerasoy
Masako

“En el más hondo silencio de la noche me siento en tu regazo a contemplar lo invisible”

Recordar Hiroshima me abriga el corazón, y no sólo por sus bellos días de sol sentada frente al rio…, Hiroshima es Masako y Masako es Hiroshima, y cada vez que recuerdo la ciudad, añoro con ternura a la mamá japonesa que la ruta me escogió y yo acepté sin medidas.

La primera vez que estuve en India conocí a Boikhutso, una africana de 45 años proveniente de Zimbawe, quien sinceramente al principio me pareció una persona insoportable y petulante, pero con quien al fin y al cabo nos transformamos en muy buenas amigas.

De ella aprendí dos cosas: Primero que “los hombres siempre serán hombres” (jajaja siempre me lo repetía, y se refería a que nunca bajara mucho la guardia del todo, porque ahí comenzarían todos mis males), y segundo, “donde sea que estuviera y fuera, si había algo que necesitara, la vida misma se encargaría de dármelo siempre que estuvieran los espacios vacios”.

Y eso fue lo que hice, así que agarré mis cositas y me fui a recorrer el mundo en julio del 2013. Porque ya no había nada que me atara en mi país… Yo estaba lista para llenar todos los espacios que faltaban, y sabía que si algo necesitaba la vida misma me lo iba a conceder.

Luego de meses viajando por India, Nepal, Tailandia y Hong Kong llegué al maravilloso Japón, y sin muchas ganas viajé a Hiroshima (pensando que se encontraría una ciudad lúgubre) y allí conocí a Masako… mi mejor amiga de Japón y de todo mi viaje, o mejor dicho mi mamá japonesa como le digo yo. Ella con suerte hablaba inglés, y yo sabré dos palabras en japonés, así que con gestos, peras y manzanas nos tuvimos que entender.

Hiroshima

Masako tendrá unos 60 años y una historia de dolor y coraje. La mayor parte de su familia falleció con los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki del 45, y ella a pesar de haber estado varios años casada y viviendo en Tokio una vida de lujo, decidió dejar todo para volver a Hiroshima a vivir en un hostal de habitaciones compartidas y trabajar en retail.

Por primera vez junto a ella probé la verdadera comida japonesa, helado de té verde y tofu gratinado, y hasta entré a uno de esos edificios llenos de japoneses donde todos parecen zombies hipnotizados por los videojuegos.

Mi situación era precaria, me habían robado mi tarjeta de crédito en Tailandia y sólo contaba con unos pocos dólares. Masako me alimentó, me paseo por los lugares más bellos y también me llevó a una tienda de ropa usada y me vistió como a su muñeca. Pero no sólo eso, Masako me contuvo, me abrazo, me dio todo el amor que necesitaba en ese momento, y yo se lo di a ella también. Supongo que por esos días yo necesitaba a una madre y ella a una hija.

La noche antes de irme llegué tarde al hostal, así que no quise despertarla y le dejé una nota en su cama mientras ella dormía (compartíamos la misma habitación con 5 personas más).

A las 5 y media de la mañana me fui a la estación a esperar mi tren bala con destino a Osaka, cuando de repente la veo a ella caminando hacía nosotros con una bolsa llena de juguetes para mi y mi compañero (al que ella nunca había visto pero sabía que existía), dejándome sin palabras y con una pelusita en el corazón.

Cuatro meses después recién regresé a mi país, y mi hermano se iba a Japón. Por supuesto le dije que tenía que pasar por Hiroshima y lo envié al hostal de Masako para que le llevara un regalo y le dijera que todavía me acordaba de ella a pesar de tantos meses. Cuando ella se enteró por supuesto se puso muy feliz, se tomaron fotos y pude ver como estaba. Pasaron lindos días juntos también.

Siempre me acuerdo que la noche que la conocí nos sentamos frente al rio a mirar lo invisible y reírnos de la nada. Siempre me acuerdo de Japón, de Masako y de Hiroshima, de Masako y del rio, de Masako con amor…

Japón

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Tags: asia, Hiroshima, Japón, Masako


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