Cuadro: Pongo violeta aquí de Miguel Menassa
Datamos su comienzo entre 10.000 y 5.000 años a.C., pero aparece en diferentes estadios evolutivos de la humanidad, y aún hoy persiste en algunas regiones (esquimales de Asia, tribus australianas...) y más allá de la región geográfica, sobrevive en el corazón de muchos hombres.
El concepto de enfermedad es mágico y misterioso, difícil de separar de las creencias religiosas. No existe distinción entre enfermedad orgánica, funcional y psicosomática. Reconocen como causa de la enfermedad la infracción de un tabú, el hechizo dañino, la posesión por un espíritu maligno, la intrusión mágica de un cuerpo extraño y la pérdida del alma.
El principal método diagnóstico del médico es el interrogatorio en privado del enfermo, que comporta en sí un mecanismo de catarsis, debido al enfoque que tiene la anamnesis, aún en los padecimientos orgánicos. El historiador Frazer dice que la clave del poder curativo del médico de esta época radica en su capacidad para liberar la “fuerza psíquica” del individuo enfermo. Para estos pueblos primitivos tiene gran importancia la condición solidaria de la familia y la comunidad con el enfermo, si le ofrecen soporte moral frente a los maleficios; por el contrario, las reacciones adversas de rechazo pueden agravar la enfermedad y provocar la muerte. Cuando la mente primitiva piensa que la enfermedad se debe a la infracción de un tabú, el médico primitivo cuenta con poderosos recursos terapéuticos, entre los que destaca la confesión del enfermo.
La Medicina Primitiva es el periodo donde aparece el cometido del médico como una función social propia. Muchos autores coinciden en que el médico primitivo posee, desde una perspectiva antropológica una concepción global del enfermo y de la enfermedad superior al médico técnico actual porque su terapéutica integra el concepto mágico unitario de enfermedad, evitando la concepción dualista de procesos orgánicos y psicosomáticos. A este respecto nos dirá Freud en Psicoterapia, tratamiento por el espíritu (1905), que: “El tratamiento psíquico denota el tratamiento desde el alma, un tratamiento –de los trastornos anímicos tanto como corporales- con medios que actúan directa o inmediatamente sobre lo anímico del ser humano. Un medio semejante es, ante todo, la palabra, y las palabras son, en efecto, los instrumentos esenciales del tratamiento anímico. El profano, seguramente hallará difícil comprender que los trastornos patológicos puedan ser eliminados por medio de la “meras” palabras del médico. Supondrá sin duda que se espera de él una fe ciega en el poder de la magia, y no estará del todo errado, pues las palabras que usamos cotidianamente no son otra cosa sino magia atenuada. La ciencia ha logrado restituir a la palabra humana una parte por lo menos de su antigua fuerza mágica.”
(Del libro Medicina Psicosomática I. Cuestiones preliminares. Autoras: Dra. Pilar Rojas, Dra. Alejandra Menassa. Ed. Grupo Cero)