Museo de la Revolución
La ciudad de La Habana amanece, como cada día, con luz y calor. La casa en las que nos alojamos es pequeña, pero está bien situada y su propietario es un hombre afable, que se brinda cada mañana a proponernos visitas y lugares de interés. Ayer seguimos su consejo y nos acercamos al Museo de la Revolución. Se trata de un edificio colonial, situado en la parte antigua de la ciudad, con más de treinta salas, que reúnen gran número de obras, esculturas, imágenes, objetos, armas de guerra,… que resultan claves para entender la historia de la isla.
Un busto de José Martí preside el Museo de la Revolución, que nos ayuda a comprender la lucha del pueblo cubano por su libertad e independencia. Allí podemos encontrar un testimonio gráfico del fin del dominio de Estados Unidos sobre la isla, el sacrificio de miles de personas que fueron asesinadas, perseguidas, torturadas o deportadas, como fue el caso de Fidel Castro, enviado a México después de haber sido encarcelado tras el asalto al cuartel de Moncada en 1953. Fueron años duros, en los que las movilizaciones y las huelgas eran combatidas con una cruel represión, liderada por el Gobierno de Batista.
La victoria no llegaría hasta 1959, tres años después del desembarco en la ciudad de Cienfuegos de Fidel Castro y el Che Guevara que llegaron a Cuba, acompañados de otros revolucionarios, en una nave que hizo historia: Gramma. Toda esta información la he recordado y la he fijado en mi memoria, recorriendo el Museo y observando todo el material allí guardado. Conservan pertenencias de los protagonistas de la lucha contra la dictadura como cartas de la época, ropas manchadas de sangre, armamento rudimentario,… Y también carros de combate, avionetas y lanchas pertenecientes, esta vez, a las tropas de Batista.
El régimen de Fidel Castro nunca lo ha tenido fácil. Desde un primer momento sufrió el acoso norteamericano, que nunca le ha dado tregua. En 1961 fue el desembarco de mercenarios en playa Girón con el objetivo de derrocar al padre de la Revolución. Hoy es el bloqueo económico, impuesto por Estados Unidos, o la posición común contra Cuba, impulsada por Aznar en el año 1996, que establece limitaciones inadmisibles a cualquier relación con el Gobierno de la isla. Es cierto que Cuba debe profundizar en su apuesta por las vías democráticas y la defensa de los derechos humanos, quién no, pero es igualmente cierto que debemos respetar su soberanía, su identidad, la voluntad de su ciudadanía y renunciar a la injerencia y a la presión. Otro día, más.