Va cesando la tempestad y llegará el momento de la narración, que hará asomarse nuevamente el poder de la Razón, y de la Ciencia. Frente a la fuerza de los elementos -se nos dirá-, la razón ha devuelto a la humanidad su burbuja de seguridad y bienestar, de ahí que todos debamos estarle agradecidos. Este credo de la verdad, que Nietzsche vislumbra como voluntad de poder, de nuevo afianzará la forma sostenida de estar del hombre contemporáneo. Existencia sostenida, sujeta a la confianza de que, en el fondo, el mundo contiene la suficiente lógica como para poder entenderlo y, si es el caso, reconducirlo. Existencia sostenida en una fe que, no lo olvidemos, pierde fuelle cada vez que un corazón yace rebosante o un sunami inunda ciudades enteras. Existencia apoyada, sí, pero sin objeto preposicional, cayéndose hasta que un nuevo golpe la haga despertar.