En demasiadas ocasiones, las personas muy religiosas no se detienen a reflexionar acerca de los orígenes de sus creencias, no parecen interesadas en indagar por qué esa determinada doctrina prohibe unas cosas y permite otras o realiza una serie de rituales más o menos elaborados, quizá porque inconscientemente saben que eso podría derivar en cuestionamientos de una cómoda y esperanzadora fe. Muchos creen que su religión surgió porque Dios envió a alguien con un mensaje reformador para la raza humana (o para el pueblo elegido), en el que se detallan los requisitos para alcanzar la salvación eterna. Pero lo que nos dice la historia es que existe una ley de la evolución en las creencias, que unas religiones derivan de otras, apenas maquillando lo ya conocido con algún elemento nuevo y adaptándolos a las inquietudes de un momento histórico concreto. Cuando una religión se mantiene durante siglos, esta evolución se produce en su propio seno. Pocos cristianos actuales reconocerían a su religión en lo que se practicaba en el siglo I de nuestra era, aunque un vistazo más atento nos hará constatar que la esencia sigue siendo la misma, pero aclimatado a preocupaciones contemporáneas:
"Dicho con sencillez, las creencias tienen tendencia a subsistir. A despecho de lo que llevan siglos afirmando los visionarios religiosos, yo opino que no existen religiones nuevas . Las religiones son como núcleos de hielo. En cada una de ellas podemos encontrar una capa tras otra de creencias anteriores. Las creencias religiosas, incluso las de hace 33.000 años, siguen presentes en nuestro mundo."
La religión es una realización enteramente humana, una respuesta ante un mundo aterrador y hostil, que solo podía ser explicado por la presencia de fuerzas superiores y ocultas que no podía controlar el hombre. El consuelo a estos temores y la respuesta a estas básicas preguntas hicieron que se intentara aplacar a esas fuerzas a través del ritual y la magia. Desde la Prehistoria, a la gente no le importó trabajar y sacrificarse en grandes obras (algo que tendría su culminación en las pirámides de Egipto) para tener contentos a los dioses, al principio para que sus faraones y casta dirigente se ganaran una recompensa eterna, aunque esta idea de la vida dichosa después de la muerte poco a poco se fue democratizando y se crearon paraísos también para la gente más humilde.
Precisamente el secreto del Cristianismo fue saber adaptarse. Desde el fracaso de un profeta judío más, que dejó dicho que el fin del mundo estaba muy cerca, la nueva religión pudo competir en el exigente mercado romano de las creencias porque supo acercarse a las clases más bajas del Imperio y prometerles la vida eterna, convencerles de que la vida de aflicciones actual no era más que un espejismo y que la verdadera existencia llegaría tras la muerte. Los militantes ocultos del Cristianismo se sentían secretamente superiores a sus amos ricos. Como las mártires entrarían directamente en el Paraíso, muchos de los primeros cristianos hicieron todo lo posible por convertirse en mártir y asumían con gozo el terrible trago de morir en el circo romano. Bien es cierto que el Cristianismo, con los siglos, se convirtió en una religión intolerante, pero eso es una pauta que se ha repetido en demasiadas ocasiones, según la versión de la misma que triunfe en cada momento histórico.
Esta es la pauta que consigue la religión con el creyente: menos miedo al sentido de la existencia y a lo que puede suceder después de la muerte y más esperanza. Una comunidad que ofrece respuestas a todas las preguntas y que hace que sus miembros se sientan importantes, elegidos. Un importante factor que históricamente ha sido decisivo para la difusión masiva de una fe es su alianza con el poder constituido, aunque no siempre tiene por qué ser así. Lo verdaderamente importante es saber tocar la fibra sensible del creyente y saber, en cierto modo, institucionalizarla, para hacer de ella un elemento fundamental de la vida cotidiana de los habitantes de un determinado territorio. ¿Y qué sucede cuando la religión falla en sus previsiones o dios parece alejarse de los hombres, porque no los protege de una gran catástrofe? Nada en absoluto. La duda no cabe, solo la culpa propia:
"(...) a lo largo de la historia la gente ha reaccionado a la falta de atención por parte de sus dioses no con resentimiento, como cabría esperar, sino más bien con una devoción redoblada. Se han culpado a sí mismos por no haber complacido a sus dioses y han intentado hacerlo mejor."
Como inventos humanos que son, los dioses han estado presentes en todas las culturas, aunque hayan permanecido aisladas unas de otras (el caso más claro es el del continente americano). La evolución de la religión ha sido más o menos la misma en todas partes. Así lo asegura Kneale tras echar un vistazo a este territorio y a la historia religiosa de China:
"(...) este vistazo a las creencias de China y de América indica lo asombrosamente poco originales que somos los seres humanos. Si se pone a la gente en una determinada situación, con formas de alimentarse concretas e intentando sobrevivir, tendrán más o menos los mismos temores e intentarán consolarse inventándose creencias similares, todo lo cual parece confirmar la noción de que la religión es una especie de espejo que refleja aquellas cosas que más ansiedad nos producen."
Historia de las creencias contada por un ateo es un ensayo de lectura sencilla y a la vez un análisis profundo e inteligente de uno de los más persistentes fenómenos de la historia humana, que ha prosperado desde muy antiguo, adaptándose a todo tipo de circunstancias a través de los siglos. Es bueno conocer en profundidad de donde viene la religión y qué necesidades humanas cubre para comprender un poco mejor el desarrollo psicológico y social del animal humano.