Es curioso observar como en la historia de las ideas o del conocimiento, muchos pensadores los han dividido en tres partes. Hay multitud de ejemplos en este sentido, de muchas disciplinas distintas y de diferentes épocas. Vamos con unos ejemplos:
Joaquín de Fiore (1135- 1202) sostuvo que existían tres épocas, presididas respectivamente por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, durante las cuales estarían vigentes el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y un “eterno evangelio espiritual”, concepción que fue considerada herética.
Jean Bodin, filosofo político francés, (1530-1596) dividía la historia en tres periodos: la historia de los pueblos orientales, la historia de los pueblos mediterráneos y la historia de los pueblos septentrionales.
Francis Bacon (1551-1626) identificaba tres descubrimientos que diferenciaban a su propia época de los tiempos antiguos. “Es importante apreciar el poder y la virtud de los descubrimientos. No hay otros en los que estas características sean mas evidentes que en aquellos tres inventos desconocidos para los antiguos y cuyo origen pese a ser reciente, es oscuro y no ha proporcionado a ninguno fama y gloria, a saber, la imprenta, la pólvora y la brújula. Pues estos tres han cambiado por completo la faz del mundo y de las cosas, el primero en literatura, el segundo en la guerra, el tercero en la navegación”.
Thomas Hobbes (1588-1679), sostenía que había tres ramas del conocimiento que superaban a todas las demás en poder explicativo: la física, encargada del estudio de los objetos naturales; la psicología, que estudia al hombre en tanto individuo; y la política, que trata de agrupaciones sociales y artificiales que forma la humanidad.
Giambattista Vico (1668-1744) distinguía entre una edad de los dioses, una de los héroes y otra de los humanos (una idea que tomo prestada de Herodoto y Varrón).
Anne-Robert-Jacques Turgot (1727-1781), estadista francés, afirmo que la civilización era producto de factores geográficos, biológicos y psicológicos.
Marie Jean-Antoine-Nicolas Caritat, marqués de Condorcet, (1743-1794) quien consideraba que la Revolución Francesa era la línea divisoria entre el pasado y el “glorioso futuro”, creía que había tres cuestiones pendientes en la historia: la destrucción de la desigualdad entre las naciones, el progreso de la igualdad dentro de cada nación y el perfeccionamiento de la humanidad.
William Godwin (1756-1836), anarquista ingles, pensaba que existían tres ideas fundamentales para alcanzar la meta suprema de la vida, el triunfo de la razón y la verdad, a saber: la literatura, la educación y la justicia (política).
Auguste Comte (1798-1857) propuso una versión idealizada de la historia en tres estados, el teológico, el metafísico y el científico, que luego ampliaría para hablar de las etapas teológica-militar, metafísica-jurídica y científica-industrial.
Adam Smith (1724-1790) propuso un análisis pionero en la división básica de los ingresos en rentas, salarios y beneficios del capital, identificando a cada uno con su respectivo beneficiario: el terrateniente, el asalariado y el capitalista, los “tres principales órdenes que constituyen originalmente toda sociedad civilizada”.
Y así podríamos seguir un buen trecho con ejemplos de este tipo o parecidos, no se que debe tener el numero tres (es fácil sintetizar tres ideas básicas, supongo) que resulta irresistible. Hasta le pusieron un nombre a este fenómeno, W. A. Dunlap lo llamo “triposis” en 1905. En 1988 Ernest Gellner prefirió hablar de “teorías trinitarias”. Economistas, historiadores, políticos, filósofos, y un largo etcétera han usado este tipo de planteamiento.
Fuente: Ideas. Historia intelectual de la humanidad. Peter Watson. Crítica, 2006. Un gran libro, en todos los sentidos pues tiene 1424 páginas, del cual recomiendo vivamente su lectura.