Siempre hemos creído que los acontecimientos que configuran el mundo son consecuencia de la política, las guerras, la economía, los descubrimientos… pero nunca nos hemos parado a pensar que las epidemias también han influido en la historia, a veces, de forma más decisiva que cualquier guerra…
No vamos hablar aquí de síntomas, ni de cuadros clínicos, sino de historia de algunas de ellas. No están todas las que son, pero sí son todas las que están…
Clío, musa de la
Historia. Wikipedia.
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Galeno, el más célebre de los médicos, nos describía en Methodus medendi y otros de sus escritos la plaga que sufrió el Imperio Romano en los años 165-180 d. C. y que ha pasado a la historia con el nombre de peste antonina. Parece que la enfermedad la llevaron a Roma los soldados que regresaron de la guerra en Mesopotamia. En pocos años afectó a gran parte del imperio y tuvo rebrotes que causaron la muerte de alrededor de cinco millones de personas.
Pero ninguna de las anteriores es comparable con la peste de Justiniano, una verdadera pandemia que arrasó el Imperio Bizantino en varios brotes durante los siglos VI y VII afectando a Asia (donde se había originado), África y Europa. Los historiadores están de acuerdo en que esta enfermedad fue la misma peste que volvió a poner en jaque a la humanidad en el siglo XIV. El Imperio Bizantino vivía una época de esplendor, pero en el año 541 la enfermedad empezó a diezmar a la población y al ejército. La economía se desplomó por la devastación que sufrían las poblaciones dedicadas a la agricultura y al comercio, además del deterioro y abandono que sufrieron algunos puertos. El hambre produjo numerosos conflictos. La peste llegó a la misma Constantinopla causando la muerte al 40% de la población y enfermando al emperador Justiniano, que logró sobrevivir. Pero para entonces ya no era posible controlar todo el territorio, hecho que aprovecharon los pueblos bárbaros para intensificar sus ataques y aquella invasión fue ya imparable. Se estima que todos estos acontecimientos produjeron una reducción de la población mundial entre 25 y 50 millones de personas y condujeron al ocaso de la Antigüedad y la transición hacia la Edad Media.
Imagen de infobae.com. Fuente de la Organización Mundial de la Salud y Enciclopedia Británica.
Pero aún estaba por llegar la peor epidemia a la que tuvo que enfrentarse el mundo conocido: la peste negra. Si ya había hecho estragos siglos antes, los siguió haciendo en varios brotes hasta el siglo XIX, siendo el más mortífero de todos el del siglo XIV (1346 -1353). Hablaremos de ella más detenidamente en otra ocasión por las enormes repercusiones que tuvo en la historia. Contaremos ahora que la enfermedad se originó en Asia, pasó a Europa por las rutas comerciales y fue una hecatombe. Atacó tanto a pueblos como a ciudades donde morían familias enteras sin sospechar qué causaba su mal. La gente pensaba que se trataba de un castigo divino, los médicos hablaban de la corrupción del aire y los astrólogos creían en la mala influencia de los cometas (de ahí que los italianos empezaran a utilizar la palabra influenze). Ninguno estaba en lo cierto, pero nunca llegaron a saberlo, porque el verdadero culpable se descubrió 500 años después.
El Decameron.
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Las consecuencias de la peste aceleraron, según muchos historiadores, el paso de la Edad Media al Renacimiento.
La viruelaes otra de las epidemias que ha atacado a la humanidad varias veces a lo largo de su historia. Quizá lleve unos 10.000 años con nosotros, pero fue particularmente mortífera en los siglos VIII, XVI , XVIII y XX: la mortalidad llegó al 30%. La viruela acompañó a los colonizadores al Nuevo Mundo y allí encontró una población autóctona sin protección inmunológica ante la nueva amenaza. La enfermedad recorrió el continente americano mucho más rápido que los conquistadores, de hecho, hubo poblaciones que perecieron de viruela antes de que cualquier español pusiera un pie en ellas. En 1520 se desató una epidemia entre los mexicas que causó la muerte a Cuitláhuac. Según cálculos estimados la viruela pudo matar a 56 millones de personas en aquella época.
En el siglo XVIII fue Europa la que se vio asolada por un brote muy virulento de esta misma enfermedad que volvió a cobrarse la vida de millones de personas, incluido el rey español Luis I. Y aunque hubo épocas de tregua, siempre reaparecía. Fueron las investigaciones sobre esta enfermedad las que llevaron a crear la primera vacuna que hubo de ser perfeccionada a lo largo del siglo XIX. El siglo XX no se libró de sus estragos, se cuenta por cientos de millones los que perecieron hasta que comenzó la vacunación masiva y se logró acabar con ella. Precisamente, este 2020, se celebran 40 años de la erradicación de la viruela.
Otra enfermedad que diezmó a la población mundial durante siglos fue la sífilis. La opinión más extendida es que esta enfermedad de transmisión sexual tiene su origen en América y que se expandió por el resto de continentes cuando los descubridores regresaron del Nuevo Mundo. De hecho, la primera víctima europea de la sífilis fue Martín Pinzón en 1493. Desde entonces millones de personas han sucumbido ante esta enfermedad hasta el descubrimiento de la penicilina. Desconocemos el número exacto de víctimas, pero sí que muchos intentaron ocultar, por parecerles vergonzoso, que esta fue la verdadera causa de la muerte de un familiar. Aún así sabemos que por su causa perdimos a Baudelaire, Toulouse Lautrec o Gauguin.
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