Revista Diario

Historia de mi lactancia (I parte)

Por Belen
Tenía pendiente escribir sobre mi lactancia, alguna anécdota, algo interesante. Después de mucho pensar y de leer mucho, he decidido contar cómo fue la historia de mi, de nuestra lactancia. Cuando me han preguntado si fue fácil yo siempre tiendo a decir, "sí, fue fácil, se enganchó enseguida, no tuve molestias ni dolores y el niño mamó siempre a demanda".
Pero recapitulando todo, pensando y recordando me he dado cuenta de que no fue fácil en absoluto. Y de hecho fue casi un milagro que consiguiésemos prolongarlo tanto, hasta los 15 meses de mi hijo.
Vamos por partes. Me quedé embarazada de mi hijo por sorpresa, sin esperarlo. Llevábamos varios años intentando tener hijos sin éxito, pasamos por tratamientos de fertilidad, por un primer embarazo frustrado y de repente y sin esperarlo, me quedé embarazada de modo natural.
Este embarazo fue muy problemático también, reposo, riesgo de bebé prematuro. Pero conseguimos sujetarlo y mi hijo nació con 39 semanas de gestación, en un parto vaginal rápido. Ya escribí en otra entrada hace tiempo de ello, del parto y de las pequeñas complicaciones provocadas por el médico que me atendió. Os animo a leerlo.
Según mi pequeño nació le coloqué al pecho, y chupó, poco pero chupó. Se aferró a mi con sus manitas pequeñas y aún arrugaditas y su boca. Buscó la teta instintivamente, como cualquier cachorrito. Esa noche y el día siguiente son confusos para mi, demasiada gente alrededor, las visitas no solo mías, sino de la compañera de habitación, los miedos de una primeriza, la emoción. A pesar de todo me recuerdo serena. Tenía claro lo que quería y lo que tenía que hacer. Tuve la suerte de tener en la preparación al parto a la mejor matrona que se puede tener. Igual mi marido y yo íbamos con unas ganas tremendas. Habíamos pasado tanto.... Fuimos a todas las clases juntos, vivimos ese embarazo muy unidos, me apoyó muchísimo y siempre estuvo a mi lado. Teníamos claro que queríamos que nuestro hijo mamara, y que lo hiciera el máximo tiempo posible, no había fecha tope.
Al principio no fue fácil, a veces se enganchaba, a veces no, se quedaba dormido, lloriqueaba. La segunda noche fue de órdago, un llanto tremendo, tieso. Las enfermeras decían que eran gases, yo dudaba, pero era inexperta. Se le llevaban, le traían, querían darle un biberón, yo me negué y le puse al pecho. La enfermerá me miró por encima del hombro y salió de la habitación dejándome con mi bebé llorando. No creáis que me ayudó a ponerle al pecho, o que me tranquilizó, o que me explicó nada. Cuando entró y le vio llorar, lo primero que hizo fue llevárselo. ¡¡Viva el apoyo a la lactancia!!.
Pero a pesar de todo conseguí que mi hijo mamara. Cuando nos dieron el alta el niño había perdido peso, como todos, pero la doctora que me dio el alta me recomendó visitara a mi matrona y al pediatra para considerar el darle "una ayuda" de biberón.
Según salí del hospital acudí a mi matrona. El niño mamaba bien, mi posición y la suya eran correctas. Me dio algunos consejos y me fui a casa. La revisión con el pediatra no fue tan bien. El niño tenía un problema de salud, había que llevarlo de nuevo al hospital. De esto también os hablaré en otro momento. Ahora el tema que nos ocupa es la lactancia, y no quiero distraerlo con otras cosas. Mi niño mamaba sí, pero quizá no todo lo que debiera, no ganaba peso. Se dieron cuenta que era consecuencia de su problema de salud, no era por la lactancia materna.
De vuelta al hospital. En su séptimo día de vida ingresamos de nuevo, esta vez en la Unidad de Neonatos. Era ya de noche, un 5 de marzo. Mi niño había mamado ya cuando llegamos. Yo no podía quedarme con él. Me saqué leche con el sacaleches para que se la dieran en un bibe por la noche. Pude sacarme muy poca. Las tomas siguientes serían con leche de fórmula, leche humanizada como ellos la llamaban. Imagináos el impacto para una madre recién parida tener que dejar allí a su hijo. Pero me recompuse como pude, a la mañana siguiente tenía que estar ahí, entera, o lo más entera posible, para atender y amamantar a mi bebé. Y así lo hice.
Solo podía estar con él en las tomas, las espaciaban cada 3 horas y empezaban a las 9 de la mañana. Acababan a las 9 de la noche. Teníamos una salita de lactancia, con unos asientos horribles. Unos asientos que hacían que los puntos de la episiotomía y los internos (las que los teníamos) se nos clavaran hacia nuestros adentros. Pero allí estaba yo, cada 3 horas clavadas para dar el pecho a mi hijo. No era fácil, su enfermedad hacía que se adormilara en exceso, pero yo insistía e insistía en despertarle y hacerle chupar, y lo conseguía, toma tras toma. Entre medias me sacaba leche para que por la noches pudieran dársela en biberón. Me costaba mucho esfuerzo, y generalmente solo llegaba para dos tomas. Cuando llegaba a casa me sacaba de nuevo, en mitad de la noche, por la mañana antes de irme. Siempre estaba con el sacaleches a cuestas.
El niño fue mejorando y mamando mejor, más despierto. Según veía la teta se aferraba a ella, a pesar de los bibes nocturnos, a pesar de no estar con mamá todo el tiempo, a pesar de los médicos.
El día 19 de marzo le operaron, y a las 2 horas de salir de quirófano le di teta, con la vía puesta, conectado con cables a un monitor. Con todo eso, las enfermeras me le colocaron al pecho y yo le amamanté.
Esas enfermeras y auxiliares si sabían lo que era apoyar a una madre para favorecer la lactancia. Allí me reunía yo, en esa sala sin ningún encanto con mamás de bebés prematuros, de bebés enfermos, de bebés con poco peso. Todas con la teta fuera intentando que nuestros cachorros tomaran nuestra leche. Y allí estaban las enfermeras, ayudando, enseñando, con infinita paciencia. Y entre todas nos ayudábamos, nos aconsejábamos. Un grupo de madres amamantando juntas, eso fue de lo poco hermoso que tuvimos en esos días de ingreso.
Por fin el 22 de marzo me le llevé a casa, y mi niño seguía mamando, a pesar de los biberones, de no estar con mamá, de la operación y de todo lo que se nos puso por medio.
No, creo que nuestra lactancia no fue fácil, quizá por eso la valoro tanto, y puse tanto empeño.
¡Bebés amamantados, bebés felices!

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