A lo largo de décadas ha sido un dogma; el trípode, el flash y el cable disparador, o bien los 3 combinados, han sido considerados elementos indispensables para la realización de macrofotografía. Los sistemas de autofoco veloz y los más recientes estabilizadores de imagen ya comenzaron a agrietar esa doctrina...
Aunque los “macreros” han continuado apegados a los eternos complementos de sus equipos, en exactamente la misma medida, deseaban poder gozar de mayor libertad y facilidad de movimientos desprendiéndose del complicado ajetro de patas, cables y aguantes. Con la aparición de cámaras que dan la calidad deseada a altas sensibilidades ISO, semeja que ese día ha llegado.
Un frío día de otoño, tras las primeras heladas en la montaña, nos dispusimos a buscar los límites del primer sensor 1:1 o bien de tamaño completo de la casa Nikon, quizá el que menor estruendos produce a sensibilidades ISO muy elevadas entre las cámaras reflex digitales.
Prácticamente sin quererlo teníamos frente a nosotros un banco de pruebas ideal y exigente: un mantón de hojarasca escarchada absolutamente a la sombra mientras que en el cielo se abrían paso las primeras luces del día. En esas condiciones de poca iluminación solo un insensato procuraría hacer fotografía macro a mano alzada y sin la ayuda del flash. Uno de nosotros se dispuso a tal pecado. Cogió la Nikon D700 y la puso a la máxima sensibilidad nominal, seis mil cuatrocientos ISO. Todavía de esta manera consiguió una precaria relación de f/9 a 1/250 segundos, suficiente no obstante merced al trabajo del estabilizador de imagen incorporado al objetivo macro, un AF-S ciento cinco milímetros VR f/2.8. Nuestro compañero se encorvó sobre el mantón vegetal y comenzó a disparar en la mitad del silencio pendiente del resto.
Las incógnitas que procurábamos desvelar se iban repitiendo en nuestra psique conforme avanzaba la sesión. ¿Verdaderamente aparecería poco estruendos digital aun en los fondos oscuros y desenfocados? ¿Se lograría el suficiente detalle en los minúsculos cristales de hielo? ¿Se sostendría el rico cromatismo otoñal de las hojas? Hasta ese instante, y con cualquier otra cámara, la respuesta que hubiésemos dado a priori a las 3 preguntas hubiera sido “no, imposible”.