Esta es una imagen que aúna ternura y horror. Un Marine estadounidense recoge a un bebé casi muerto sacado de debajo de una roca, mientras las tropas despejaban de soldados japoneses y civiles las cuevas de la isla de Saipán en el verano de 1944. El niño era la única persona que se encontraba con vida entre decenas de cadáveres en el interior de una cueva. La fotografía fue tomada por William Eugene Smith.
La batalla por Saipán fue una batalla recordada principalmente por el suicidio masivo de civiles japoneses locales que saltaron de los acantilados, o se suicidaron con granadas, temerosos de ser capturados por los estadounidenses y sufrir toda clase de atrocidades como les habían contado a través de la propaganda. Para los soldados estadounidenses fue todo un shock.
Saipán fue declarada segura el 9 de julio de 1944, después de una batalla que terminó con la defensa japonesa formada por 30000 efectivos y acabó con la vida de 12000 civiles, Chamorros, isleños de las Carolinas y colonos japoneses que trabajaban en los campos de caña de azúcar de la isla.
A pesar de declararse segura, soldados japoneses se escondieron en las espesas selvas de la isla incluso mucho después de que terminó la batalla, negándose a rendirse atacando a las tropas estadounidenses estacionadas en la isla. Un grupo considerable liderado por el capitán Oba se rindió en diciembre de 1945, tres meses después de que la guerra hubiera terminado.
En los últimos días de la batalla cerca de 1000 civiles japoneses se suicidaron por miedo a ser asesinados o mutilados por los estadounidenses, como les habían contado desde Japón. Algunos japoneses que vivían próximos a los acantilados saltaron de lugares que más tarde se llamaron: "Suicide Cliff" y "Banzai Cliff". Estos parajes se convertirían décadas después en parte del Distrito de Monumentos Históricos Nacionales y hoy en día los japoneses los visitan para consolar a las almas de las víctimas de la sinrazón humana.
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