Revista Historia

Historia del Olimpismo, el gigantesco mural hospitalense que nadie sabe dónde se ha metido

Por Ireneu @ireneuc

Que en L'Hospitalet de Llobregat se han hecho muchas y muy gordas con nuestro patrimonio artístico, histórico y cultural, por repetido, puede llegar a parecer a quien no conozca la realidad de esta ciudad, poco más que una exageración. No obstante, son numerosos los ejemplos que demuestran que, en este rincón del planeta, el patrimonio está más en peligro que un caracol en medio de la AP-7 en hora punta ( ver El Pi de la Remunta, la indignante historia de un monumento natural que acabó en la basura). ¿Se imagina que desaparezca el mural cerámico dedicado a temas deportivos más grande del mundo y, a estas alturas, nadie sepa dónde para? Pues en L'Hospitalet no nos lo hemos de imaginar, porque aquí, por muy increíble que le parezca, ha pasado. Es la increíble epopeya del mural " Historia del Olimpismo" de Cristóbal Gabarrón.

Mucho ha llovido desde que Barcelona celebró los Juegos Olímpicos de 1992 y poco -por no decir nada- queda que recuerde que, durante aquel acontecimiento, L'Hospitalet fue subsede olímpica encargada de acoger las competiciones de béisbol. De hecho, por no quedar, no queda ni el estadio construido a tal efecto, el cual, dada la inutilidad manifiesta del ayuntamiento en la promoción de dicho deporte (si no es capaz de promocionar el deporte local, cuanto menos un deporte minoritario) hacia el 1998 decidió convertirlo en campo de fútbol y sede del Centre d'Esports L'Hospitalet. Que la tribuna estuviera en un córner, no pareció importar a nadie. Que el antiguo campo del " Hospi" se llenara de pisos, tampoco. En fin... chapuzas y pisos: la historia de esta ciudad. Pero no nos desviemos del tema...

En aquel ambiente pre-olímpico, Hospitalet tenía que ponerse sus mejores galas y aprovechó la circunstancia para urbanizar a tal efecto la zona de la Feixa Llarga, un espacio periférico de la ciudad, hasta hacía poco agrícola ( ver Feixa Llarga, el agónico suspiro de una acequia histórica ) que quedaba entre el Hospital de Bellvitge y la Zona Industrial. Así las cosas, aparte de construir el estadio de béisbol, los accesos y las infraestructuras necesarias, el Ayuntamiento también encargaría al pintor y escultor Cristóbal Gabarrón un mural conmemorativo de las Olimpiadas que ocuparía uno de los muros perimetrales del nuevo estadio de béisbol. Todo un lujo para nuestra ciudad.

Cristóbal Gabarrón, si bien es poco conocido por el público general, es un artista español de cierta relevancia internacional. Nacido en Mula (Murcia) en 1945 pero criado en Valladolid, su obra tanto pictórica como escultórica se ha expuesto por todo el mundo siendo el autor, por ejemplo, de los carteles oficiales de las Olimpiadas de Invierno de Nagano-1998 y del Mundial de Fútbol de Francia de ese mismo año. Sea como fuere, en 1986, el entonces presidente del Comité Olímpico Español, Alfonso de Borbón, le transmitió el encargo a Gabarrón, aprovechando que el pintor recogía el premio WFUNA (World Federation of United Nations Associations) en Nueva York. Tras diseñar la obra y trabajar duramente un año y medio en su construcción, el 21 de mayo de 1991 se inauguraba a bombo y platillo el mural "Historia del Olimpismo". Una obra monumental que era un auténtico récord Guinness.

El mural, como he comentado antes, ocupaba una pared curva de hormigón de 100 metros de largo por 5 metros de alto que limitaba el espacio posterior del Campo Olímpico de Béisbol, lo que significaba que, con 500 m2 de superficie, se convertía en el mural de temática deportiva más grande del mundo. Una grandiosidad tan solo superada por las más de 1.000 (se comentan que hasta 3.000) piezas irregulares de cerámica en colores vivos que representaban 150 figuras alegóricas de todos los deportes olímpicos, siendo numeradas, transportadas en un tráiler y colocadas con minuciosidad sobre la gris pared de hormigón. Para acabar de rematar el monumento, el proyecto urbanístico observaba la construcción de un estanque que lo enmarcase y la colocación de una iluminación espectacular ante el mural. Sin embargo, la cosa iba con retraso y los Juegos Olímpicos iniciaban su cuenta atrás final. Y llegaron. Y pasaron.

El final de las Olimpiadas significó el fin del "sueño olímpico" y, con él, el fin de los presupuestos alegres, desembocando en una crisis postolímpica que obligó a hacer recortes económicos por todos lados. Y una de las cosas que cayeron primero de la lista fue la urbanización pendiente de la zona alrededor del campo de béisbol según el proyecto diseñado. Ello implicó que, situado en una instalación infrautilizada por la sequía de dinero, de ideas y, sobre todo, de ganas de promocionar el béisbol en Hospitalet, el mural acabó olvidado en medio de un descampado y a merced del vandalismo más terrible. Eso, junto al pasotismo de los encargados de urbanismo de la ciudad hizo que, en muy poco tiempo, el magnífico mural hospitalense que potenciaría la imagen internacional de L'Hospitalet (según declaraciones a la prensa del alcalde Juan Ignacio Pujana) pasase a ser una vergüenza digna de esconder.

El tiempo pasó, el olímpico campo de béisbol fue chapuceramente transformado en campo de fútbol y el mural, ubicado ahora en un rincón de un parking público, siguió su degradación ante la desidia más bochornosa de las autoridades municipales. La Fundación Gabarrón, gestora de la obra de Cristóbal Gabarrón, se enteró del deplorable estado del mural y su indigna ubicación y, tras un agrio rifirrafe con el Ayuntamiento de L'Hospitalet por el mural y por un museo dedicado al mural en Can Buxeres (que cerraron irregularmente y por el que el consistorio tuvo que pagar 25 millones de pesetas en indemnizaciones) hacia 2007 accedió a llevárselo a su sede de Valladolid, donde sería reparado por el equipo del artista. Así las cosas, el mural fue desmontado pieza a pieza de su original ubicación, quedando en su sitio sólo la desangelada base azul en la que se intuyen los perfiles de las cerámicas de colores que lo formaban, en espera de su restitución. Una restitución que, a día de hoy, aún no se ha hecho efectiva debido, básicamente, a que el ayuntamiento, una vez reparado, declinó el retorno en espera de la preparación de una ubicación más apropiada. 15 años ha pasado de ello, pero eso no tendría la menor importancia... ¡si alguien supiera dónde está el mural!

Efectivamente, consultados la Fundación Gabarrón y el ayuntamiento hospitalense por su paradero, a estas alturas nadie sabe dónde paran los ¡cinco contenedores! ¡cinco! llenos de piezas cerámicas que formaban el que en su momento era el mayor mural de temas deportivos del mundo. Ni en Shanghai (donde vive ahora Gabarrón), ni en Mula (sede del Museo Gabarrón), ni en Valladolid (donde tienen las oficinas la Fundación Gabarrón), ni en Hospitalet... nadie tiene ni idea de dónde está " Historia del Olimpismo". Nadie. ¿Quién lo tiene? ¿Dónde se han metido los cinco containers que lo contienen? ¿Debajo de la cama de alguien? ¿No ha habido tiempo en 15 años de prepararle un espacio digno y recuperarlo una vez arreglado? Entre los unos y los otros, la casa sin barrer y, de mientras, L'Hospitalet, pagando la fiesta (porque está pagado de las arcas municipales) y sin su mural. ¡Toma ya!

En definitiva, una prueba más de que, en esta ciudad, el respeto hacia nuestro patrimonio artístico, histórico y cultural ( ver El Patrimonio o la perdida dignidad hospitalense), por mucho que este patrimonio sea de Record Guinness y referencia mundial, brilla absolutamente por su ausencia.

Seguiremos informando (si es que sale algún día, claro).


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