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Historia que por lo visto todo el mundo ha oído mil veces (menos yo)

Publicado el 28 agosto 2024 por Luis Luis Monge Malo @mongemalo

El otro día me contaron una historia que «seguro había oído mil veces.» El caso es que no la había oído nunca y quizás tú tampoco.

Un tipo anda sentado al lado de un perro. El perro tiene mala cara. La gente pasa y le pregunta «¿Qué le pasa al perro? ¿Por qué esa cara?»

«Se ha sentado encima de un clavo.»

Un transehúnte que lleva varios días viendo la escena pregunta «Pero si el clavo le molesta, ¿por qué no se mueve?»

«No le molesta suficiente.»

Dentro de un año recibirás otro email mío.

Entre el de hoy y el de dentro de un año habrás habido otros 363.

¿Dónde estaremos ese día? ¿Dónde estarás tú y dónde estaré yo?

Yo ya lo he decidido.

He decidido dónde quiero estar, tengo una ligera idea del cómo y la seguridad de que lo conseguiré o moriré intentándolo.

Y negociaré con todo el mundo. Con todo el mundo salvo conmigo.

Ahí no hay negociación posible.

Atiende.

Nunca, jamás, negocio conmigo mismo.

Iré a donde haya que ir, pelearé con quién haya que pelear y tragaré lo que haya que tragar.

Me apetezca o no, disfrute o no, esté cansado o no, me duela la espalda, la garganta o las rodillas, me insulten, guste o disguste, llueva o estemos a 43 grados.

Y por el camino, cada día, sin faltar ni uno, ya estemos en navidades o en verano…

Enviaré un nuevo consejo con contenido de ventas de alto valor.

Unos cuantos lo leerán, unos cuántos más se quedarán preguntando si deberían hacerlo.

Y lo que les ocurrirá a los unos y a los otros dentro de 364 emails no es tan borroso.

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Ahí hablaré de las técnicas que usan los clientes para mangonearte, para llevarte a su terreno.

Hablaré de cómo detectan tus debilidades y las explotan, y cómo tú te ves en jardines en los que juraste no entrar, diciendo cosas de las que te arrepientes al segundo, prometiendo cosas que te perjudican o no te apetece hacer y justificándolas al acabar la reunión.

Este caso es diferente y blablabla.

Y te recordaré que la idea con los clientes es que te den su dinero, no dolores de cabeza, y te darás cuenta de que tengo razón y te joderá mucho, porque te verás obligado a reconocer algunas debilidades.

Pero después de un rato te alegrarás. Y me dirás: «Joder, solo esta lección compensa un año de mentoría.»

Y entonces te diré una frase con muy mala fama pero que es muy necesaria.

Te lo dije.
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