Publicación: Barcelona: Destino, 2004
Descripción física: 386 p.: [16] p. de lám.; 23 cm.
CDU: 351.751.5(091)
Signatura: 351.751.5(091) BAE
Precio: 23 euros en la Casa del Libro
CADA LIBRO DESTRUIDO ES UN PASAPORTE AL INFIERNO
Hace algunos meses tuve ocasión de ir con mi hermana a la Biblioteca Nacional para ver la exposición que organizaron con motivo de su 300 cumpleaños; siempre que voy por allí me suelo dar una vuelta por la tienda que hay a la entrada, que aunque ya no es lo que era (hace años ocupaba casi la mitad de la planta baja y ahora la han dejado prácticamente en un par de estanterías...), sigue teniendo de vez en cuando cosillas interesantes. Y curioseando por allí, descubrimos este libro, cuyo título completo es Historia universal de la destrucción de libros: de las tablillas sumerias a la guerra de Irak.
Cuando estudié la carrera, eran tan pocos los autores que escribían libros de Biblioteconomía que nos los conocíamos a todos. Pero de eso hace ya bastante tiempo, y supongo que habrá mucho más que en aquel entonces, porque lo que es Fernando Báez no me sonaba de nada. Sobre él no he averiguado mucho más que lo que pone en la contraportada del libro: nació en Venezuela en 1970, es licenciado en Educación y doctor en Bibliotecología (así es como llaman a la Biblioteconomía en América Latina), y ha escrito varias obras sobre esta temática, además de haber hecho varias traducciones de Aristóteles (¡toma ya!). Y desde hace aproximadamente cinco años, es el director de la Biblioteca Nacional de Venezuela.
Estructura y contenido
Creo que la mejor manera de resumir el contenido de este libro es incluir el texto que aparece en la contraportada:
Desde que el ser humano ha adquirido la capacidad de pensar, ha tenido la voluntad de fijar por escrito sus ideas con los más variopintos materiales y signos. Y desde que esas ideas han sido fijadas por escrito, han debido enfrentarse a la dura lucha por la supervivencia, venciendo al tiempo, los elementos y la voluntad destructora del propio ser humano. Este libro es un minucioso y fascinante recorrido por la historia universal de la destrucción de los libros, pasto de la voracidad de los insectos, de las inundaciones, las llamas, las guerras y sobre todo de la obsesión destructora de los fanáticos políticos y religiosos, y de la vigilancia dogmática de los censores.El libro está dividido en tres grandes apartados:
- El mundo antiguo, que consta de diez capítulos.
- Desde la era de Bizancio hasta el siglo XIX, con catorce capítulos.
- El siglo XX y los inicios del siglo XXI, que incluye once capítulos.
En el apartado del mundo antiguo hay un capítulo sobre Oriente Próximo, otro sobre Egipto, Grecia, la biblioteca de Alejandría (para echarse a llorar), Israel, China, la antigua Roma, los orígenes del cristianismo radical, y por último el olvido y la fragilidad de los libros.
En el correspondiente a Bizancio hasta el siglo XIX encontramos capítulos referentes a Constantinopla, los libros que albergaban los monasterios, el mundo árabe, la Edad Media, la España musulmana, los códices mexicanos, el Renacimiento, la Inquisición, los libros y la astrología, la censura inglesa, los incendios y las guerras, las revoluciones...
Y en el último apartado, el que se dedica a los siglos XX y XIX, se habla sobre la guerra civil española, sobre el "bibliocausto" nazi y la Segunda Guerra Mundial, la censura en algunos autores famosos (como James Joyce y Salman Rushdie, por ejemplo), los regímenes del terror, la destrucción de libros debido a los odios étnicos, la religión, las ideologías... Y por último sobre algo tan común como los bichos bibliófagos o algo tan deprimente como cuando son las propias editoriales las que se ven obligadas a destruir a veces ejemplares de los libros que ellos mismos han publicado. Dentro de este apartado se dedica también una pequeña parte a los libros electrónicos.
El libro incluye, además, varias páginas de notas (de ellas hablaré en el siguiente epígrafe), por supuesto una bibliografía, y un índice de nombres además de los agradecimientos.
Mis impresiones
Lo primero que pensé al leer este libro fue que el autor se había documentado estupendamente, porque es increíble la cantidad de datos que aporta (aunque es normal documentarse cuando se escribe una obra de estas características, por supuesto). Hubo incluso algún momento en el que me dio por pensar que quizá el libro fue en realidad su tesis doctoral, porque me llamó la atención tantísimo detalle. Y quizá esta es una de las cosas positivas si te apetece tener muchísima información; pero también tira un poco para atrás, porque desde luego no es la lectura idónea para llevarla en el transporte público como yo suelo hacer. A ratos hay que estar bastante concentrado para no perder el hilo de lo que nos están contando, y está claro que en el transporte público no siempre es posible concentrarse, aunque a veces algunos nos pasemos de parada precisamente por eso, ejem...
Una de las cosas "negativas" de que haya tantísima información es que muchas de las aclaraciones están en las notas. Y la verdad es que tiene que ser difícil plantearse algo así, pero es que son casi 600 las notas que hay en todo el libro; y claro, algunas son breves pero muchas son bastante extensas, con lo cual supongo que considerarían poco práctico incluirlas a pie de página. Total, que lo que han hecho ha sido incluir las notas al final del libro, con lo cual yo acabé colocando un marcapáginas en el lugar del libro donde me había quedado, y otro más en el lugar de las notas donde me había quedado; y como digo son tantas notas, que había ratos que me los pasaba hacia delante y hacia atrás, leyendo el libro y pasando a las notas cada vez que me encontraba con una, que era bastante a menudo. Vamos, que había ratos que parecía que estaba viendo un partido de tenis y más de una vez hubo en el metro quien me miró con cara de curiosidad...
También respecto a las notas, comentar que algunas de ellas son quizá demasiado detalladas, en alguna que otra ocasión con informaciones que en realidad no aportan demasiado a la lectura. Prácticamente en todas las páginas del libro hay al menos una nota, cuando no varias; y sin embargo hacia el final del libro desaparecen de repente. Es como si el autor se hubiera cansado de tanta aclaración y de golpe y porrazo hubiera decidido pasar olímpicamente de seguir dejando notas. Y otra cosa en la que me fijé fue en que han montado un pequeño lío con la numeración, y hay unas cuantas de ellas que no tienen el número correcto; aunque es fácil orientarse si tienes marcado en el capítulo de notas por dónde vas leyendo, claro.
De todas formas, la lectura resulta muy interesante, sobre todo, claro está, si te apetece conocer cosas sobre este tema. A mí personalmente me ha gustado mucho porque me interesa todo lo relacionado con la biblioteconomía, los libros, las bibliotecas, etc.; había cosas de las que el autor cuenta que ya me las sabía, otras que me resultaban familiares pero de las que a través del libro he descubierto detalles que no conocía, otras que recordaba vagamente y otras que ni siquiera sabía. Como veis, hay informaciones para todos los gustos.
Lo malo de la lectura es que ha habido ratos que se te cae el alma a los pies, por lo menos en mi caso. Porque de siempre se ha sabido que hay condiciones (malas condiciones, mejor dicho) de conservación que afectan a los libros y llegan a destruirlos; y que hay bichos que se alimentan de ellos y acaban por destruirlos si no se le pone remedio; pero es triste llegar a la conclusión de que el mayor destructor de libros a lo largo de la historia ha sido, como seguramente ya os imaginaréis, el hombre. Y muchas veces por los motivos más absurdos; en fin, que leyendo este libro ha habido ratos en que me apetecía que los humanos nos extinguiéramos ya de una vez, porque últimamente me da demasiadas veces por pensar que somos peores que los virus...
Conclusión
Para terminar, sólo me queda decir que recomiendo esta lectura pero claro, con reservas. Si os interesa el tema de la biblioteconomía, la historia de las bibliotecas y de los libros, os apetece aprender cosas nuevas sobre ello o simplemente tenéis curiosidad por conocer detalles sobre la destrucción de los libros (aunque como decía por ahí arriba a ratos se te caiga el alma a los pies), creo que esta será una lectura ideal para vosotros. Si por el contrario el tema no os atrae ni lo más mínimo, o simplemente os echa para atrás la posibilidad de acabar saturados de información, mejor que ni os acerquéis a él porque desde luego denso es un rato.
Yo desde luego tengo claro que lo volveré a leer en alguna otra ocasión; pero casi mejor saboreándolo, o leyendo por ejemplo un capítulo concreto que me llame la atención en un momento determinado, porque merece la pena repetir lectura. Y por último, un par de citas que aparecen al principio del mismo y que me han parecido de lo más reveladoras:
Allí donde queman libros, acaban quemando hombres (Heinrich Heine).
... cada libro quemado ilumina el mundo... (R.W. Emerson).