La historia se ha fabricado siempre con el empuje de una masa a la que no le ha importado morir cuando no tenía otra cosa mejor que hacer. Siempre otras cosas son posibles cuando uno tiene asegurada comida, ropa y techo. Quiero decir que la historia sólo se construye desde la desesperación y que cuando no hay desesperación la historia se detiene y todos quedamos haciendo un mannequin challenge para dejar bien claro que venceremos al aburrimiento. Esa parece la gran lucha social que nos ha tocado vivir a los que nacimos cuando murió Franco.
La historia es desesperación de la masa y todo lo demás es impostura, pues la desesperación aunque se puede fingir nunca se puede sostener en el tiempo si no es real. El independentismo catalán (al menos de momento), no es real, y por eso van cayendo en el olvido acontecimientos que sucedieron hace días. Todo ha quedado suspendido en una nube que remite a los bocadillos de los comics o a la esquelatura de los sueños. Mucho humo y como fuego: no han ardido las hogueras de la República.
Con medio exgobierno en la cárcel y algún miembro más en Bruselas haciendo una exótica campaña electoral, el Process languidece y va quedando relegado a su verdadera dimensión: la impostura de una clase política que no ha sabido hacer frente al aburrimiento de la crisis. Creían que reforzando el relato de los agravios lograrían mayor apoyo social, pero los resultados electorales dibujarán otro escenario y quedarán los actores huérfanos de coyuntura. Apuesto por una fragmentación entre las llamadas filas soberanistas y la irrupción de nuevos actores (quizá mayor peso de Podemos, jugando a la contra de las encuestas) y esto dará la medida de lo que engañosamente se ha bautizado como “mayoría silenciosa”; esa mayoría seguirá moviéndose en los números actuales y entonces la única salida seguirá siendo un 155 ad infinitum, algo que podría finalmente desequilibrar la balanza social en favor de la independencia. Desde el inicio de este teatro la misión parece clara: lograr una amplia mayoría social que se vea refrendada en las urnas.
Sabemos cómo se construye la historia, pero no sabemos qué consecuencias puede tener que alguien trate no ya de manipular la posterior interpretación de la historia si no de construir una historia sin contar con la masa. No ignoro que hay ejemplos que pudieran ilustrarnos: Stalin, Hitler, etcétera, forzaron la voluntad de millones arrogándose una legitimidad en precario. Entiendo que la medida de la desesperación de entonces no tiene parangón con la inexistente de ahora. Es cierto que tenemos los dirigentes que nos merecemos, tan cierto como que los dirigentes tienen a la masa que se merecen.
Me cansé de los tíos cachas.
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