Revista Cultura y Ocio

HISTORIAS A LA LUZ DE UN GABUZO (Roberto Diez Hompanera - Thulcandra)

Publicado el 14 junio 2019 por Dentro Del Monolito @dentromonolito
HISTORIAS A LA LUZ DE UN GABUZO (Roberto Diez Hompanera - Thulcandra)He de reconocer que compré Historias a la luz de un gabuzo con total desconocimiento sobre qué me iba a encontrar en su interior, sabiendo tan solo que el libro reunía una serie de leyendas del folclore del norte de España, más concretamente de la comarca de El Bierzo. Lo que sí pensaba, basándome en el título (un gabuzo es una vara de brezo que se enciende para servir de alumbrado) y en las características de la web de Thulcandra Books es que las historias tendrían cierto componente de terror, cosa que ha resultado totalmente errónea. Sin embargo, puedo decir que he pasado un rato muy divertido y entretenido con su lectura.
Historias a la luz de un gabuzo es una colección de relatos en los que Roberto Diez Hompanera desgrana historias conocidas entre los habitantes más veteranos de El Bierzo, y que a buen seguro han ido transmitiéndose de manera oral a lo largo de las décadas. De hecho, el propio autor reconoce que muchos de los relatos se los oyó contar a sus mayores cuando era niño.Los textos que encontramos tienen un tono uniforme que comprende varias características compartidas por todos ellos. Por una parte, Roberto Diez se dedica a narrar las historias de manera ágil y ligera, contando para ello con el argot propio de la zona y la época (casi siempre son relatos ambientados en la primera mitad del siglo XX). Con esto, tenemos las páginas plagadas de terminología local y maneras de hablar muy sui géneris, que sin embargo suenan muy nuestras. Palabras como jardones, campanos, bartolo, zalampernos, guajines se mezclan con expresiones como echarse unos vinos al coleto, cagarse en tal, espantar la cogorza o amorrarse a la botella para conformar pasajes tan jocosos como entretenidos que a buen seguro sacarán una sonrisa al lector. Igualmente, es habitual ver el pronombre detrás del verbo (díjole, paréceme, gústame).Por otro lado, las descripciones de la zona componen una fotografía de un lugar norteño en el que el frío es protagonista durante todo el año, pero al mismo tiempo posee una belleza natural innegable. Las tradiciones de sus gentes y sus diferentes trabajos y ocupaciones quedan perfectamente retratados en las diferentes piezas que desfilan por el libro. 
Respecto a las historias que se nos cuentan, tenemos desde un juicio para decidir qué hacer con un animal, hasta caminatas nocturnas con lobos acechando, pasando por impagables apuestas o bromas pesadas, con el alcohol muy presente en todo momento ya sea para combatir el frío o para "entrar en calor". Todas ellas están narradas con ese desparpajo del que hablaba, con un tono divertido que, no obstante, refleja cierta tensión en algunos momentos e incluso en una de las últimas historias se añade un elemento inquietante con la narración del avistamiento de una extraña aparición. Además, la mayoría de relatos cuentan con niños como protagonistas, lo cual nos da una mirada infantil e ingenua que nos hace empatizar con ella al evocar en nosotros nuestra propia infancia. Esto sí que es nostalgia bien entendida, al menos para quien haya conocido modos de vida similares a los que aparecen en el volumen. 
Estamos ante una obra totalmente recomendable para leer con una sonrisa continua, francamente amena, que se lee con gran rapidez y que al mismo tiempo nos proporciona la placentera sensación de contemplar un pasado cercano y reconocible. Roberto Diez Hompanera consigue dibujar todo un paisaje y una época, y realizar un fidedigno retrato de unas gentes. Todas estas Historias a la luz de un gabuzo desprenden un aire entrañable y nostálgico por una época que no volverá y que, contada así, evoca en el lector recuerdos de infancia o de sus propios abuelos. Tanto, que a menudo le entra a uno hambre cuando los personajes empiezan a comer gallegas, pastas, cachos de chorizo y lomo embuchado con el pan de hogaza de los pueblos. Creo que voy a dejar de escribir y hacerme un bocata, ¡cago en diola!

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