Revista En Femenino

Historias de amor en los aeropuertos: ¡Y un carajo!

Por Odellera

Reflexiones


Historias de amor en los aeropuertos:

En las novelas románticas  nos han vendido  grandes historias de amor en los aeropuertos. ¡Y un carajo! Desde que me fui a vivir al Reino Unido, transito por aeropuertos varias veces al año y, te juro, que allí es imposible avistar la más mínima llama de amor. Vamos, ni la chispa que la enciende.

No es que no estemos predispuestos a tener un flechazo, pero es que el medio no ayuda. Para nada. 

Intentar encontrar el hombre de tu vida en un aeropuerto, es como intentar ponerte cachonda mirando a Donald Trump. Olga

Tengo dos teorías:

  • La primera teoría es la de los halcones: En las pistas de despegue suelen utilizar aves rapaces, entrenadas, para ahuyentar a los pájaros; de esta manera minimizan la probabilidad que alguno se cuele en el motor del avión causando un accidente. Ahora imagínate a Cupido intentando acceder al aeropuerto, perseguido por el halcón. No hay huevos.

Para conseguirlo debería ser algo así:

  • La segunda teoría es más simple: Estamos agilipollados, atontados y abducidos. En general. Y en algunos casos, en particular. Pásate por el aeropuerto, observa, y me darás la razón.

¿Por qué no existen las historias de amor en los aeropuertos?

Voy a analizar la situación partiendo de la segunda teoría (teoría del agilipollamiento), describiendo paso a paso qué mata mi pasión cuando me dispongo a tomar un avión.

  • Facturación de maletas: Los primeros problemas empiezan en casa, cuando lleno la maleta hasta los topes (habitualmente con miles de piezas de ropa que no voy a utilizar) y me pregunto si el equipaje va a acceder el peso máximo permitido por la compañía aérea low cost. Para averiguarlo, me veo obligada a subir a la báscula, sin la maleta (una gran putada), y volver a pesarme después con la maleta (si pongo sólo la maleta en la báscula, no funciona). Esos momentos son aterradores, ya que no puedo dejar de pensar si habré puesto quilos de más; en la maleta también. Si finalmente confirmo mis peores sospechas, me toca vaciar la maleta de prendas que no me voy a poder poner ¡Por gorda! En el caso que exceda de peso la maleta, sudo como una cerda metiendo, a presión, lo que sobra, en el equipaje de mano.

No sé si a ti te pasa, pero mi equipaje de mano pesa tanto (casi más que la maleta que facturo), que a menudo tengo la sensación de estar transportando un cadáver. Total, que antes de salir de casa, las putas compañías aéreas ya han conseguido que me sienta como una vaca burra, una mafiosa y una asesina. Todo junto. En esas condiciones, comprenderéis que si me encuentro a Cupido en el aeropuerto, lo más normal es que le reviente la cara de un maletazo; y como yo, todo el mundo. Así que no me vengan con el rollo de las historias de amor en los aeropuertos.

  • Pasar por el detector de metales: Una vez la maleta está facturada, y si no me he dejado el brazo arrastrando el equipaje de mano, que pesa como una ballena muerta (creo que hasta deja surco el suelo de aeropuerto), paso por el campo de concentración. Ay, perdón, el control de seguridad, quería decir. Si has volado alguna vez, sabrás que ahí es donde las personas dejamos nuestra dignidad dentro de bandejas de plástico. Por seguridad, ¡hay que sacárselo todo! Cualquier día de estos nos hacen desfilar en cueros.
    • Cinturón ¡fuera!: no elijas pantalones holgados que puedes acabar dando el espectáculo en medio del control de seguridad. Mi consejo es que, si algo tiene que quedarte por los tobillos, que sean las bragas; en la intimidad y sólo con el objetivo de follar como una loca.
    • Zapatos ¡fuera!: si llevas zapatos de caña alta, te obligan a descalzarte. Lo encuentro muy normal, no vaya a ser que llevemos un Kalashnikov escondido en los botines. Otro consejo: vigila qué calcetines eliges el día que vayas a volar. No sea caso que estén agujereados, enseñes el dedo gordo del pie y te detengan; ya sabes que los objetos cortantes, tipo tijeras, cuchillas o uñas del dedo gordo, están prohibidísimos.
    • Líquidos ¡ni soñarlo!: lo último que he visto en este campo ha sido el escaneado del biberón con agua (o no) de un bebé. Digo yo que deberían estar comprobando que la criatura no fuera algún Yihadista entrenado para deglutir líquido explosivo, parecido al agua.
    • Objetos alargados ¡cuidado!: Cuando visito Barcelona, mi madre tiene por costumbre cargarme con productos de la tierra, y a los del aeropuerto ¡no se les escapa nada! Esta Navidad nos pararon en el control de seguridad porque llevábamos un objeto alargado y sospechoso dentro del equipaje de mano. Tuvimos que abrir la maleta de cabina delante de todo el mundo y enseñarles que el peligrosísimo objeto era, nada más y nada menos que,… ¡Una longaniza! No se os ocurra meter el consolador en el bolso, que pringáis.

La parte más divertida llega cuando hay que pasar por el arco detector de metales. Si no te quitas el cinturón, como me pasó a mí una vez (con los nervios se me olvidó), puede que la alarma se dispare, o no. Si eres un terrorista, y no detectan el cinturón, estarás de suerte; todo el mundo sabe que los cinturones de los malhechores son bombas DIY. En cambio si el arco detector pita (adivina a quién le pasó), te someterán a unas extrañas pruebas en las que te restregarán una tira reactiva por la hebilla del cinturón, la cual, acto seguido, meterán dentro de una máquina. Ni puta idea de para qué sirve, pero a la que la lucecita verde del aparato se enciende, te dejan pasar sin problemas.
La verdad, es que cada vez que tengo que atravesar el arco de las narices, voy acojonada.

Nunca sé con qué me voy a encontrar. Creo que esa mierda no detecta nada. Me juego lo que queráis a que hay un tipo mirando a través de una cámara de seguridad y a la que ve alguien con pinta de pringado, acciona un botón para que se encienda la luz rojo y pite. Se lo debe pasar teta puteando al personal. Lo que no es normal, es que después de quedarte casi en bragas, pases por el dichoso aparatito y te paren. A mí y a mi hijo de 10 años nos han parado dos veces. A ver, que cuando nos cabreamos, pinta de terroristas sí que tenemos, pero tampoco hay para tanto. Las dos veces nos han metido dentro de una máquina que parece un teletransportador (por desgracia no lo es, después tenemos que viajar en el avión) y al salir, unos seguratas (hombre y mujer), nos han manoseado. Eso sí, previo consentimiento. Aunque cualquiera les dice que no. Porque si medio desnudos y descalzos les parecemos sospechosos, nos negamos al registro y terminamos en un despacho con un dedo en el culo. En estas condiciones, no me extraña que algunos pasen con las manos en alto; os juro que lo he visto. Vamos, que ni en los mejores tiempos de Auschwitz. Todo sea por nuestra seguridad.

  • Las prisas: Si sobrevives al control de seguridad, debes armarte de paciencia. Todavía te queda lidiar con los pasajeros que van con prisas. Esos con pinta de estresados, que caminan a toda velocidad, como si no hubiera un mañana. Puede que al reducir la velocidad se les detenga el corazón y no quieran morir. O peor, puede que se hayan tirado un pedo y teman no alcanzar la taza de váter a tiempo. Estos sujetos, cagarse, no se si se cagaran, pero cuando me los cruzo, yo sí que me cago en todo lo que se menea. ¡Son un peligro! ¡Apisonadoras humanas! O te apartas, o te machacan. OMG!
  • El control de pasaportes: No creas que al llegar a destino las cosas mejoran. ¡Qué va! Hay que pasar el control de pasaportes. Que digo yo, que con la de controles que pasamos antes de embarcar en el avión ¿no tendrían que saber quién llega en cada vuelo? Y no se conforman sólo con mirar la documentación, también la escanean. Yo creo que les importa una mierda quién eres. En realidad, sólo ponen cara de estar comparando tu careto con el de la foto del pasaporte. No lo digo de coña. Es pura lógica. ¿Has visto a alguien que se parezca al de la foto del pasaporte? Si ni nuestra propia madre nos reconocería, ¡¿qué coño va a saber un policía, si no te ha visto en su puta vida?!

  • Recuperar las maletas: Una vez con la jeta fichada, ya podemos recuperar nuestra maleta; si tenemos suerte y no la han perdido, claro. Porque si ya es imposible encontrar historias de amor entre personas en los aeropuertos, no te cuento cómo son las relaciones con las maletas. (como lo que ves en la imagen, pero con los equipajes)

Y claro, con el trato que reciben las pobres, no es  raro que después  se revelen y acabemos pagando las consecuencias.

Después de todo, el único amor que puede triunfar en los aeropuertos, es el del lado oscuro. Todo lo demás, son historias de novela romántica; pura ficción 😉Olga

¿Qué opinas? ¿Son posibles las historias de amor en los aeropuertos?

No olvides dejar tus impresiones y experiencias en los comentarios.

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About the Author
Historias de amor en los aeropuertos: ¡Y un carajo!

Olga

Adicta al chocolate y soñadora. Me dedico a escribir por placer.

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