Revista América Latina

Historias de Buzios: Insegurança y un mensaje de amor

Por Goyitoparana
Hace poco tiempo venía yo escribiendo sobre algunos personajes de Buzios y había comenzado a contar sobre Igor, ese músico bohemio y errante que no he vuelto a ver hasta el momento y que una vez ayudé a dar su primer paso para animarse a cantar en las calles y juntar algún dinero con su gorra.
Pero además de Igor, en Buzios he conocido otros personajes que no se conocen de otro modo que no sea viviendo como viajero: sin tiempos, sin apuros, sin esquemas, relajado por las calles caminando, guiado sólo por la intención de encontrarme con personas e historias maravillosas, dejando de lado por un momento la visita a los atractivos meramente turísticos para descubrir aquello que no se muestra en los folletos de turismo ni en las agencias de viajes y que sólo atraemos con nuestra energía positiva: la gente hermosa. Y aquella mañana, luego de escribir algo en el blog ("Contagio de amor"), al momento de cruzar por la plaza principal me lo crucé a Insegurança, un personaje super simpático, agradable y cortés... aunque al principio no pensaba lo mismo...
 

Joao Evangelista Barboza De Souza, alias "Insegurança", tiene 54 años, es de Paraíba y vive hace 9 años en Buzios. Lo conozco desde mis primeros días por aquí. Recuerdo que estaba sentado al lado de un quiosquito que se ubica en una de las esquinas de la plaza, con una camisa super colorida y extravagante, con su barba blanca de anciano que no se afeita por unos días, con su gorro de capitán (tiene un par de sombreros y accesorios para la cabeza muy llamativos!) y su mascota al lado, Elton Jhon, un perro de peluche con su nombre escrito en el pecho. Yo había ido a comprar una cerveza una tarde y allí lo vi sentado hablando en portugués cuando yo no entendía mucho que digamos por entonces. Como suelo hacer con las personas que me generan algún tipo de interés lo saludé con un "boa tarde" y no me escuchó y me "quedé pagando" esperando su saludo de vuelta que nunca llegó. Cuando compré mi cerveza y me alejé del quiosquito, volví la mirada hacia este personaje y atrás había un cartel que rezaba "Insegurança é bravo e inseguro" y me quedé con una imagen un poco hosca de este personaje...

El tiempo pasó. A mí no me había costado ya por entonces hacer nuevos amigos con quienes nos juntábamos -y todavía hoy nos seguimos juntando- todas las noches en la plaza -luego de trabajar, pasadita la medianoche- a guitarrear, cantar, conocernos, charlar, reírnos. Así fue que me hice de grandes amigos y amistades en Buzios: desde la gente que cuida los banheiros (baños) hasta los viajeros que están de paso como yo -algunos que trabajan, otros sólo viajan y disfrutan su estadía-; para con todos intercambiamos diálogos interesantes y divertidos que me alegran el fin de mis jornadas laborales y me recargan de pilas.
Una de esas noches éramos un grupo bastante grande de aproximadamente 15 o 20 personas en la plaza. Había de todas partes: Brasil, Colombia, Argentina, Uruguay. Estábamos tomando algo reunidos como en un círculo charlando todos con todos y sucedió un altercado en la plaza cuando un grupo de personas quizo golpear y agredir a un garoto brasilero que suele andar por las calles de Buzios y el ambiente se puso tenso.
En ese momento, de la nada, apareció Insegurança y se unió a nuestro círculo de amigos y trató de robarle protagonismo al incidente con palabras sanas, positivas, mensajes y consejos. Nos dijo que no nos metamos en ese incidente, que lo traten de solucionar ellos. Que no miremos más, que "hagamos la nuestra" y que no dejemos que un momento tan lindo se vea empañado por algo que no tenía nada que ver con nosotros. Mágicamente todos pudimos entender su mensaje y nos había llegado en el momento justo cuando nadie sabía muy bien cómo reaccionar… y así, entre muchas otras palabras y consejos, sin querer la pelea se fue de foco y nos quedamos charlando la noche entera disfrutando nuevamente de la amistad, de las sonrisas y de la compañía de Insegurança. A partir de ese mismo momento mi percepción del alma de Insegurança dio un giro de 360 grados.
Insegurança tiene un hablar pausado, calmo. Habla como esforzándose. Su mirada transmite calidez, seguridad, paz. Tiene el modo de hablar de un padre cuando le habla a su hijo. Siempre había tenido la intriga del origen de su apodo y me sorprendí cuando él mismo me confirmó entre sonrisas pícaras que le decían así porque “eu não seguro nada, sou insegurisísimo” (yo no aseguro nada, soy insegurísimo), afirma con una rotundez que no causaría ternura alguna si es que no viene acompañada por su sonrisa pícara y cálida.
 

Comenzamos a cruzarnos más seguido por todo Buzios. Hasta en el carnaval lo vi desfilando con una de las musculosas de las comparsas buzianas. Siempre sonriente y dispuesto a charlar, no entendí nunca aquel primer momento cuando lo conocí que me causó una mala impresión; así que le resté importancia y me quedé con mi nueva percepción sobre su persona.
 

Él vive en una casita, a la vuelta del quiosco donde lo conocí, donde siempre se lo puede encontrar allí sentado junto a sus secuaces, tomando cerveza, fumando y riéndose. Allí también tiene un pizarrón donde todos los días Insegurança escribe una frase y la comparte con el mundo y que cualquiera puede leer. Por lo general son frases irónicas y llenas de comicidad, que llegan a cientos y quizá a miles de personas de todo el mundo que caminan por las calles buzianas y que en pleno centro de la ciudad pueden ver aquel cartel con sus ocurrencias diarias.
 

Aquella mañana

Aquella mañana que yo me desperté con aquel pensamiento tan lindo y con esa sensación de contagiar amor, camino a la panadería en busca de alguna factura rellena con mucho dulce de leche (de esas que extraño tanto de mi Argentina), inesperadamente me lo crucé a Insegurança junto a dos de sus amigos que estaban en la plaza sentados en uno de los banquitos mirando el amanecer y charlando. Fue entonces cuando me acerqué, me reconoció y nos saludamos para luego charlar unos minutos y de paso tomarme el atrevimiento de proponerle mi frase para que la comparta en su pizarrón y de este modo llegar a muchas otras personas y que el mensaje se comparta y se contagie a todos aquellos que lo lean.
 

Enseguida aceptó gustoso, y un poco sorprendido por mi propuesta, me pidió que lo esperara porque buscaría una hoja y una birome para que yo le pudiera escribir el mensaje para su pizarra y él pueda recordarlo fácilmente.
Nos llevó un par de minutos escribir el mensaje y ponernos de acuerdo en las palabras que utilizaríamos. Hasta me puse sus anteojos (que me quedaban grandes y se me caían) para sentirme en su piel como cuando se le ocurre alguna frase, de esas que escribe todos los días. Todos estos momentos fueron captados con mi notebook y tuve algunos problemas técnicos y por eso el sonido no se escucha, pero muestro el video para retratar el momento y la situación exacta de aquel encuentro. 


 

Y la gran sorpresa...

Pensé que se olvidaría o que iba a perder la hoja que escribí aquella mañana, pero al otro día, cuando fui a trabajar, grande fue mi sorpresa cuando encontré in fraganti a Insegurança escribiendo mi mensaje, con la misma hoja que yo le había escrito y que había guardado. Al verme sonrió, sonreí y nos abrazamos. De paso yo me sumé a su tarea cotidiana y colaboré escribiendo algunas palabras y un dibujo que ilustre y complemente el mensaje. Luego nos despedimos con otro gran abrazo y me fui contento con una gran sonrisa a trabajar. La verdad que me puso muy contento que me haya tenido en cuenta para sus frases del día. 

Gambeteando con la de palo en Buzios

Terminamos el mensaje y nos dimos un apretón de manos para que quede en el recuerdo tan lindo momento.


Y allí, en la pizarra de Insegurança, quedó el mensaje, todo el día, toda la jornada, hasta que otro mensaje de su autoría al otro día vino a reemplazarlo. Seguramente no cambiamos el mundo ni evitamos la guerra, pero quizás con ese gesto sencillo y tan simple contagiamos con buena onda al menos por un momento a todo el mundo que posó sus ojos sobre ese rincón de Buzios a reflexionar por las cosas que verdaderamente valen la pena y que transforman el universo en el que vivimos en un mundo mejor.
 


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