Teorías
“Fuera de Sudáfrica yo con los negros no tuve ni tengo ningún problema, pero allá, es muy complicado, sobre todo con los más jóvenes”. Esta es una de las primeras frases que nos dice George, el dueño de una pequeña camioneta a la que nos subimos en Macías para llegar a Maputo. Su contextura física grandota, su piel blanca rosada, su cabello rubio y su barba con bigotes le daban un aspecto bien de extranjero en el sur de Mozambique. Pero él no lo sentía. Era uno de los tantos sudafricanos blancos que tiene una casa en Paria do Bilene, muy cerca de Macias. “Hago este trayecto muy seguido”, nos contaba, “es que cuando los negros en Sudáfrica se organicen y nos ataquen y expulsen de nuestras casas, yo quiero tener a donde escapar junto con mi familia”. Así, cortito y al pie, nos dio su veredicto. Nosotros nos quedamos atónitos con semejante comentario. Él exponía sus razones. Nos contaba que el problema entre negros y blancos, muy latente aún en su país, no tardaría en tomar un rumbo trágico. Su teoría se sustenta en que los más jóvenes quieren realizar una especie de “venganza” por lo que los blancos le hicieron a los negros en otra de las tantas páginas tristes de la humanidad. Lejos de la pacificación propuesta y, en algún punto lograda, por Nelson Mandela, y acatada por muchos, los más chicos son muy beligerantes y “si te asaltan y sos blanco, te matan”, por lo menos en la visión de George.
Definitivamente nuestro eventual conductor tenía miedo y había tomado sus recaudos. Durante nuestra estadía en Sudáfrica escuchamos muchas teorías diferentes sobre la actualidad del régimen de opresión que finalizó, supuestamente, allá por 1994. Algunos nos decían que hasta que no muera naturalmente el último de los contemporáneos al régimen, de ambos lados, esto no iba a terminar, concepto que se opone al anterior. Otros, los más optimistas, dicen que el apartheid ya no existe, pero nuestra conclusión es que lo que se respira en Sudáfrica es una tensa calma. Sólo es caminar y ver que la separación física de hecho aún continúa en cada rincón, barrio, pueblo o ciudad. Aún hoy, 19 años después, los documentos de identidad se imprimen con un casillero que dice “Color”. El tiempo dirá, pero como el hombre está en el medio, siempre el rumbo de las cosas es incierto…
En este lugar nos levantó George.
Mientras esperábamos nos tentamos con estas castañas… eran las reinas de la ruta.
¿Quién está más acertado?
El auto era grande, muy cómodo, aunque no muy limpio. Con sus tapizados de calidad raídos y detalles de cuero un poco reseco, dejaba ver el lujo de un pasado de pequeña opulencia no muy lejano.
-Vamos para Gansbaii pero por la ruta que atraviesa Hermanus.
-Bueno, los puedo dejar en Hermanus, yo vivo ahí, y antes de que sigan viaje, los llevo a dar una vuelta para que conozcan mi pueblo. Está a orillas del mar y seguro les va a encantar.
-No hay problema, nos encantaría.
Ya en camino, mientras le contábamos quiénes éramos y qué hacíamos, nos interrumpe un tanto azorado para decir una única frase muy cortita, casi inquisidora. Tan cortita que pareció y sonó como una sola palabra: ¿y el futuro? Entendimos perfectamente lo que estaba pasando por su cabeza. Normalmente en los pueblos pequeños, lejos de las grandes ciudades, la gente es más conservadora. Esto no significa que dada nuestra forma de ver las cosas desestimemos de plano lo que nos puedan decir. Siempre es bueno escuchar varias campanas y reflexionar sobre ellas. La ruta, el camino, es muchas veces el lugar ideal para escuchar esas campanas y pensar.
Le intentamos explicar el por qué de nuestro cambio de estilo de vida, pero le resultaba incomprensible. Desde su mirada tenía mucha razón y no es que no lo sepamos. Es sólo que elegimos vivir de otra manera y, al menos por ahora, para nosotros el futuro es hoy. No es que nunca pensemos en él. Inevitablemente muchas veces anda merodeando por ahí, perola idea es tratar de no darle tanta importancia. Cada día sabemos de más gente, incluso muy joven, que tiene algún grave problema de salud (y hasta muere) y ninguno de sus planes futuros serán posibles por la sencilla razón de que “ese futuro” ya no existe. Hay una frase que no por trillada pierde sentido y contenido: “la vida es eso que transcurre mientras hacemos planes para el futuro”.
Este afrikaans, ya adulto mayor, no nos pudo entender. No importa, no es el rol de los padres entender a sus hijos. Es rol de los hijos entender a sus padres, saber escucharlos y respetar sus opiniones. Ojalá algún día en el “futuro” me encuentre hablando con los más jóvenes tratando de entender “lo inentendible”.
Quizás viajar a dedo sea para muchos sinónimo de viajar gratis. Y no es que no sea cierto, pero no es toda la verdad. Viajar a dedo es una máquina recolectora de experiencias que es más difícil vivirlas de otra forma. Cada viaje a dedo es compartir por muchas horas la vida de quien nos lleva, nada más ni nada menos. No se puede hacer dedo si no se tiene ganas de conversar, no sólo por pecar de mal agradecido, sino porque además, es dejar pasar una inmejorable oportunidad de entrar en el mundo de alguien, que seguramente con el pasar de las horas, dejará un recuerdo en nosotros. Como todo, también tiene su lado no tan positivo y muchas veces puede resultar agotador, por eso lo bueno es poder lograr un equilibrio y hacer dedo cuando tengamos ganas de que el camino nos muestre algo de su magia.
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