Le operaron de un divertículo esofágico que no le dejaba casi ni respirar. Rápidamente se recuperó y marchó a casa. Sin embargo, pasaban los días y no mejoraba.
Al principio se sentía muy cansado, secuelas de la operación, se convencía, y gastaba el día sentado en el sillón del salón bajo una manta porque estaba lleno de frío a pesar de que ese año la primavera despuntaba con adelanto. La herida del cuello cicatrizaba pero las molestias digestivas y respiratorias no mejoraban. No tenía apenas apetito, en parte porque la comida a nada le sabía. A pesar de ello, se notaba más gordo cada día, con la cara como hinchada. Se quedaba dormido a cualquier hora del día y se despertaba, de súbito, cuando el dolor de un músculo contraído le abría los ojos.
Pasado un mes comenzó a no oír bien, sentía el cuerpo anestesiado y abotargada la mente, como ahogado y deprimido. En el espejo, la piel aparecía áspera y deslustrada y la mirada extraña, triste, mal enmarcada. Las púas del peine abrazaban más cabellos de los normales.
Cuando la herida se tornó una línea lívida en el lado izquierdo del cuello, se durmió. Tardaron diez minutos en despertarlo y lo hizo entre escalofríos.
Quizá se ha soltado algún punto de la sutura que hicimos en el esófago. Haremos unas pruebas para comprobarlo, contestaron los médicos. Los mismos que se quedaron de piedra al ver las radiografías. Allí estaba, más grande todavía, el divertículo que habían extirpado un mes atrás.
No quedó más remedio que volver a intervenir, en busca de respuestas. Usaron la cicatriz violácea del cuello como guía y reanduvieron el camino abierto por el bisturí treinta días atrás. Y al final del recorrido, en el fondo de los planos musculares disecados, encontraron, intacto, el divertículo. ¿Entonces?
Los dos cirujanos -bañados en sudor por el calor de los focos en parte, pero por los nervios, sobre todo- comprobaron las huellas que las suturas habían dejado en la carne y, al unísono, levantaron la vista del campo operatorio y se miraron horrorizados por encima de las mascarillas de esterilización. Le habían extirpado el tiroides.