Buscaba una moneda de veinte céntimos y en el bolsillo izquierdo de la bata encontré un pedazo de papel doblado por la mitad. Lo abrí. Con torpe caligrafía temblona y tinta azul estaba escrito es usted muy bueno doctor. Releí despacio las cinco palabras, doblé el papel y lo guardé, esta vez, en el bolsillo derecho. Saqué un cortado sin azúcar de la máquina, me senté en la mesa de la sala vacía y, mientras miraba por la ventana un cielo gris de las once de la mañana y coches circulando despacio rumbo a cualquier parte, pensé, vaya, qué bien, con lo duras que son a veces estas mañanas de lunes invernales lunes infernales.
La verdad es que esta dosis en vena de autoestima levanta el ánimo y las ganas de seguir p´alante. Y no voy a pecar de falsa modestia, así es que por qué no pensarlo, sí señor, yo creo que soy bueno. Durante todos estos años me he preocupado en formarme y en estar al día. Trato a los pacientes con educación y amabilidad, casi nunca llevo retraso en la consulta, hago cirugía menor, educación para la salud, control de crónicos, me manejo bien en las urgencias. Mis indicadores están entre los mejores del centro de salud y el gasto farmacéutico que genero es de los más bajos del área. Escribo un par de artículos al año, ando metido en un trabajo de investigación y no me dejo influir por la industria farmacéutica. Y pienso que los compañeros tienen una buena opinión profesional de mí. Sí, yo creo que sí, esas cinco palabras anónimas que me acaban de regalar tienen razón.
Metí de nuevo la mano en el bolsillo, saqué el papel y lo coloqué encima de la mesa. Es usted muy bueno doctor releí mientras apuraba el último sorbo de café.
Se abrió la puerta de la sala y entró Guille sonriente, como casi siempre.
¿Qué tal, Guille?, ¿un descanso?
Sí, cinco minutos, ya sabes: lunes invernales…
… lunes infernales.
Oye, ahora que me fijo… ¿sabes que llevas toda la mañana con mi bata puesta? Te debiste equivocar de perchero en el vestuario.
Ah… Ya… Es verdad. Vaya. Lo siento, qué error, te la devuelvo ahora mismo.
No, tranquilo, tenía una de repuesto. Quédatela y luego la echas a lavar.
De acuerdo. Bueno, me marcho que es hora de seguir con la consulta. Nos vemos luego.
Chau. Oye… Te dejas ese papel.
No, no es mío. Es para ti.