Recuerdo cuando era pequeño que no me gustaba la Historia, siempre aprobé con la mínima nota. Dejó de gustarme el día que dejé de entenderla y eso sucedió casi al principio. Creo que todo empezó el día que tuve el primer profesor de historia que me hizo que me aprendiera aquello porque sí, porque tenía que aprendérmelo y ya está, que aquí estás para aprender y si no te lo sabes te pongo un cero. Lo digo porque luego vinieron otros cuando me hice un poco mayor, y me dieron historia de filosofía por ejemplo, y me lo contaban con aquella pasión. De aquellas clases algo sí que se me quedó y yo me preguntaba ¿por qué no me contaron toda la historia así?, pero ya era demasiado tarde. Pasa que casi siempre nos explicaron la historia no para que entendiéramos qué pasó, sino para que supiéramos qué pasó, como si el pasado hubiera que aprendérselo y no entenderlo para saber de dónde venimos y por qué estamos como estamos. Bueno, qué quieren que les cuente si ese es el tan manido tema del fracaso de nuestro sistema educativo, tan castrante y carente de creatividad desde el principio de los tiempos, basado en el conocimiento y no en el pensamiento, que hay quien piensa que son
Seguir leyendo...