Desde el día en que supe que mi hermana iba a ser madre dije a los cuatro vientos “el día del parto yo voy a entrar” y así fue. Pasaron 10 largos meses porque, señores les digo, las mujeres no están embarazadas 9 meses son 10, saquen la cuenta “40” semanas. Un largo camino pero, por fin llego el momento que mi hermana diera a luz y como ya les dije yo estaría ahí.
El 29 de abril del 2013 a las 6:00am llegamos al hospital. Mi hermana entregó los papeles necesarios y se la llevaron a la sala de parto sola porque mi cuñado, mi mama y yo teníamos que hacer la admisión y buscar las batas para poder entrar. Luego de realizar ese proceso, entro al cuarto de parto donde tenían a mi hermana y la encuentro con el suero puesto y la famosa pitocina y hasta la fuente habían roto. Ella ya tenía dolores y entonces fue cuando me di cuenta que iba a presenciar la llegada de un ser humano a este mundo y ese ser humano era mi sobrino -el primero- y la que estaba en esa cama era mi hermana a la que adoro con todo mi corazón y a la que no me gusta ver ni llorar así que imagínense lo nervioso que me puse.
Luego de salir del “shock” le pregunte cómo se sentía y sarcásticamente me dijo: “Espectaculaaar”. Sin embargo, internamente dije no vuelvo a preguntar eso.
Continuaron las horas y mi hermana reflejaba en su rostro el dolor más grande que haya podido sentir. Mi hermana y yo somos muy unidos y siempre trato de tener empatía con ella, pero en ese momento el dolor de ella yo no lo podía describir ni mucho menos imaginar para tratar de sentir lo que ella padecía.
Debo mencionar incansablemente el dolor de parir, ese que pasan las mujeres para poder traer al mundo esos seres que tanto aman. Es bien impresionante como la mujer tiene el don de dar vida, pero ¡que mucho pasan en el proceso!
Mi hermana estuvo 8 horas completas para poder conocer a mi sobrino. El dolor era tan grande que le pidió al doctor que le hiciera una cesárea a lo que el doctor replicó que no porque ya el niño estaba ahí y estaba por nacer.
Inmediatamente, y con los quejidos interminables de ese dolor indescriptible, el doctor le pidió a ella que pujara con fuerzas. Yo simplemente quería llorar, pero tenía que ser más fuerte que eso para alentar a mi hermana. Ella decía que no podía y que le dolía demasiado pero el doctor no acepto un NO por respuesta y le siguió pidiendo que pujara con más fuerza y así lo hizo. De una forma sumamente valiente, pero llena de dolor, mi hermana pujó y logró dar a luz a mi hermoso sobrino a las 3:02pm para ser exactos.
Luego de ese momento debo decir que las mujeres que dan a luz son mis heroínas.
Aguantar ese dolor durante tantas horas solo lo pueden hacer las mujeres, esos seres valientes y atrevidos que tienen el poder de pasar y soportar este proceso. Solo pensar que dos enfermeras y el doctor están introduciendo la mano dentro de uno me causa escalofríos, pero la mujer aguanta eso y mucho más. Son dignas de aplaudir, conmemorarlas, elogiarlas en fin se merecen todo lo mejor.
Definitivamente -y esto no tiene discusión alguna- las mujeres son seres llenos de bendiciones. Tienen la capacidad de aguantar dolores tan intensos como el de ser madre. Me impresionó tanto ver como sufría mi hermana esos dolores tan fuertes y aun continuaba esta travesía sin decir que no quería estar ahí. Ahora puedo entender porque una madre sufre tanto cuando a un hijo le pasa algo tan pequeño como un raspón. Después de este momento mi pensar hacia las preocupaciones de las madres para con los hijos aun cuando ya son adultos es completamente comprensible.
Sobre Carlos Rivera: Natural de Toa Baja, Puerto Rico. Posee un bachillerato en Comunicaciones de la Universidad Interamericana de Puerto Rico.