Perú. Niños mineros
En la Rinconada, un pueblo pequeño y destartalado situado a 5500 metros por encima del nivel del mar, numerosas familias viven en la más absoluta miseria, donde a la ausencia de agua corriente se suman las bajas temperaturas que castigan la tierra durante el invierno.
En medio de esta paraje hostil, se encuentra el motor que saca al pueblo a delante y lo mantiene vivo: las minas de oro situadas en las montañas. Sus habitantes se dedican a extraer todos los días el oro de las minas para luego venderlo y poder sobrevivir. Entre todos estos trabajadores se encuentra un niño, que a su tierna edad de once años ha de sacar las piedras de la mina, picarlas con la única ayuda de un martillo viejo y sus manos desnudas y, después de una larga jornada de trabajo, bajar al pueblo para pagar por lo extraído. Si la jornada es provechosa, el niño solo consigue lo suficiente para comprar un pan.
La historia de este niño no es el único testimonio recopilado. Los niños del pueblo con una edad comprendida entre los tres y los seis años empiezan a trabajar en la mina para alimentar a su familia. Aparte de tener que mascar hojas de coca para que no les entre el denominado ‘’mal de altura’’, los niños han de soportar las continuas emanaciones de humo que desprenden las explosiones con dinamita usadas en la mina para volar las vetas. Muchos de estos pequeños trabajadores han perdido la esperanza de poder estudiar y se acuestan todas las noches sabiendo que al día siguiente, y al otro, y al otro… tendrán que seguir trabajando hasta que la muerte les permita, por fin, descansar.
Ghana. Niños pescadores.
Pequeñas embarcaciones pesqueras se deslizan habitualmente sobre las tranquilas aguas del lago Volta, uno de los lagos artificiales más grandes del mundo y donde un cementerio de árboles de caoba, pertenecientes a un antiguo bosque, asoma por la superficie. Estas embarcaciones pertenecen a una industria pesquera primitiva. Pero el verdadero problema no son las barcas en sí, sino por quién están tripuladas.
Los trabajadores de esta empresa son principalmente niños que han de montar todos los días en estos rudimentarios botes y realizar todas las faenas propias de su trabajo: llevar el barco, pescar, desenganchar las redes que se quedan atrapadas en los restos de los bosques bajo la superficie…
La distancia es el abismo que separa a estos niños de sus familias y no les queda más remedio que trabajar para los hombres que, literalmente, los han comprado (patronos). Si no pescas lo suficiente te pegan. Si no trabajas lo suficientemente rápido te pegan. Si descansas te pegan.
Los niños no solo trabajan en la superficie. A lo largo de las incontables veces que se han de sumergir para desenganchar las redes, sufren dolores de oído debido a la presión, sus piernas pueden quedarse enganchadas en las redes, convirtiéndolas en una trampa mortal, y tienen muchas heridas en las suelas de los pies debido a los peces muertos.
Etiopía. Niños vagabundos
La pobreza de este país ha hecho que las calles se vean pobladas de niños que no tienen a otro lugar adonde ir, volviéndolos objetivo de las burlas y el maltrato de las personas. Hay muchos casos de niños que han sido insultados por los transeúntes o se han convertido en el saco de boxeo de los borrachos que suelen cebarse con ellos si se cruzan en su camino. La peor parte se la llevan aquellos niños que caen en las garras de agentes que los obligan a convertirse en esclavos sexuales o les mandan al extranjero a trabajar. También están los casos de niños que son contratados para realizar tareas domésticas, llegando a situaciones de maltrato y explotación.
India. Industrias ilegales.
En Delhi, la segunda ciudad más poblada de la India, se esconde una extensa red de industrias que usan a niños como trabajadores. A pesar del rápido crecimiento económico que ha experimentado el país en los últimos años, esto no ha impedido que la India se haya ganado la fama de ser uno de los países con más niños esclavos del mundo. En los barrios pobres de las ciudades se encuentran fábricas ilegales cuyo número de niños trabajadores puede llegar a la alarmante cifra de 50000, y eso solo en la industria de bordados.
Estos niños sufren una auténtica situación de esclavitud. Comen, duermen y trabajan en la misma habitación y las raciones de comida apenas llegan para cubrir las necesidades nutricionales del niño. Los niños son obligados a trabajar dieciocho horas diarias sentados en duros suelos de hormigón.
Testimonios de niños cuentan como sufrían calambres todo el tiempo cuando trabajaban y si se levantaban, aunque solo fuera por un momento, siempre tenían al capataz detrás de ellos gritándoles o amenazándoles para que se volvieran a sentar y siguieran trabajando. Su desarrollo muscular se atrofia con cada día que pasan en esos talleres y mucho tienen problemas de visión. Sus manos están surcadas de heridas por las agujas que usan para confeccionar.
Muchos de esos niños son trabajadores por deuda, es decir, que trabajan para pagar las deudas de sus familias.
Afortunadamente, el autodenominado ‘’Frente de Liberación’’ y los jueces locales han conseguido liberar a 26000 niños esclavos desde que comenzaran las redadas en 1981. Los niños son liberados, llevados a las comisarías para que declaren y, posteriormente, llevados a sus familias. Los talleres ilegales son, a su vez, desmantelados. Ahora, lo único que queda en esos lugares son los telares polvorientos e infancias perdidas.