Revista Viajes
Marco. veintialgo de años, los que querría tener yo ahi, ahora, o no…no sé, quizas no, igual no importa. Se presenta en perfecto inglés. Estamos en la playa, en Rarotonga, una islita de 32km2 en el paraíso polinesio del Pacífico Sur, la mas "importante" de las Islas Cook, un país minimo de una belleza imponente.
Yo espero a que mis hijos completen su curso de buceo. Él es instructor, también, pero hoy solo nos acompañara. Dejará que sus compañeros hagan su trabajo bajo el agua.
El mar es un imán impresionante de tonos turquesa, azul, celeste que hace casi imposible dejar de mirarlo.
Me presento, mirando el mar obviamente,“Marcelo” y de su boca fluye mí nombre perfectamente pronunciado. Entonces entiendo que mi nombre no haya sonado deformado, ridiculizado, "asesinado vocalmente", es italiano y me asegura que comprende lo que es tener un nombre tan latino aquí donde a todos les suena a trabalenguas nuestra tan particular conjunción de vocales y consonantes. Aunque parezca absurdo seguimos conversando en inglés (algo que solo me cuestionare y preguntaré porque mientras escribo estas lineas). Es de Milán, le cuento que estuvimos allí, no le digo nada de que sin lugar a dudas prefiero Roma. El estuvo en Londres trabajando, luego se fue a Brisbane en Australia y vio lo mismo que vimos nosotros. En esas ciudades, en Australia, es todo tan perfecto y agradable pero tienen un detalle, un defecto, el y nosotros vimos lo mismo. En esas ciudades "no hay gente". Falta tráfico, faltan personas, es como si el país fuera un par de talles más grandes del que realmente debería ser. A él gusto, a nosotros también nos gustó, le pagaban bien, muy bien… pero todo se acaba a las 5 PM, nos dijo molesto y lo entendemos desde el lado latino de este mundo. Está indignado, la comida italiana en Australia es como cualquier otra comida, tiene un sabor al que le falta historia y contenido, no es italiana, es comida con tomate hecha en Australia.
No importa ya. Ahora estamos en Rarotonga, en las Islas Cook. Solo 4 meses que estará acá. Mis hijos hablan italiano, yo entiendo, pero seguimos en inglés… Después casi seguro que regresa a Milán, a Italia, nos cuenta, y sin que le preguntemos el porque abandonaría un paraíso como este en el que nosotros si pudiéramos ignorar nuestros pasajes de vuelta y lo que dejamos allá no dudaríamos en adoptar. ¿Sabes cómo es una madre italiana, no? Pregunta y sonríe. El mar es un imán de tantos tonos turquesa, azul, celeste que es casi imposible dejar de mirarlo. La isla es redonda, casi perfecta, un volcán apagado en el centro, millares de palmeras, dos rutas concentricas nada mas, una ciudad, un par de poblados, muchísimas playas, tantos corales que es imposible imaginar, una barrera que crea lagunas mágicas alrededor.
"Igual ya sabes que no hay mejor lugar que estar en casa", nos dice Marco.
Miro el mar y dudo, pero no digo nada, quizás lo convenza y entonces su madre comience a odiarme cuando no regrese.
Te cuento del viaje. @marcelolopezcba. argentina