Revista Asia
A sus 50 años, no había visto nada igual. Opina que hasta los militares tienen que recurrir al robo con violencia para no pasar el hambre. "Fue hace algunos años. Vi con mis propios ojos a unos militares caminando por los pasillos del mercado de la ciudad (zona de Songhwa en la provincia de Hamkyung Sur), cogía las pocas mercancías que tenían los vendedores sin nada a cambio y empezaban a correr..." Para él, ya es corriente ver a los soldados a hurtar cantidades considerables de maíz y patatas de los agricultores. Los cultivadores, impotentes, no le quedan más que observar como recogen el sudor de sus trabajos con total exención.
"Yo no maldigo a esos militares. Ellos no tienen la culpa. También lo haría si la situación está en su límite...incluso comprendo a dichos jóvenes que quieren sobrevivir y servir al país". Le cuesta salir de su garganta frases críticas hacia el régimen. Tiene miedo que alguien le oiga y que en varios días esté dedicando a hacer trabajos forzosos en algún lugar desconocido del país donde ya llevó a algún amigo suyo. "Como todos, no me queda otra cosa que callarme e intentar buscarme la vida. Yo no tengo familia. Todos ellos han desaparecido al "otro lado". Estoy solo en este mundo. No es que busque cariño o apoyo pero si me lo dan tampoco lo rechazaría..." El diario de Corea del Norte