Debido a mi vida licenciosa, hace un par de años mi más querida prima me dio una pequeña cajita de plástico verde. Fue quizás uno de los mejores regalos que me han hecho. ¿Por qué? Era un "guarda-condones". En este contenedor caben tres preservativos para llevarlos cómodamente en la cartera, sin el peligro que les afecte el calor o se rompan los envases. Los hombres que han sabido de la existencia de la Cajita Mágica, como me gusta llamarla, quedan sorprendidos y maravillados. No entiendo bien por qué, bajo mi perspectiva, debería ser "normal" que toda mujer esté siempre lista como buena chica exploradora.
Si bien tengo la precaución de estar prevenida ante cualquier sorpresa que me pueda traer la noche, los accidentes siempre ocurren, sobre todo a mí. Aquí les cuento algunos breves y simpáticos relatos de condones.
Para uno de mis cumpleaños terminé la celebración como corresponde: me fui a casa con un hombre y tuvimos una noche de buen sexo. Pero quedamos con gusto a poco. Busqué, pero ya no quedaba protección. Ante tal decepción él me dijo... “No importa, usemos el mismo condón de nuevo”. Me quise morir. Obviamente, nunca más lo invité a celebrar conmigo.
Me atreví a probar los preservativos con sabor. ¡Terrible! Fue como chupar una frutilla envuelta en una bolsa plástica. Lo peor fue el olor a fresas que quedó impregnado en todas partes. Hasta el día de hoy en mi casa no se explican por qué el sofá olía tan bien.Debido a mi bien dotado ex novio, por aquella época solamente tenía en mi reserva preservativos tamaño XL. Una noche estuve con un amigo “de tamaño promedio”. Cuando él fue a sacarse el condón, éste había desapareció misteriosamente. Dimos vuelta la cama buscándolo, pero nunca apareció. A la mañana siguiente fui a orinar cuando… Ooops! Apareció el elemento misterioso. ¡El condón había quedado dentro mío toda la noche!
Nuevamente me sucedió que no tenía más profilácticos y la pasión aún no cesaba. Mi compañero de aquella anoche comenzó a insistir “pero Churro, así no más, si no pasa nada…”. Yo solamente repetía no, no y no. Él seguía en su discurso: “Si es una sola vez, ya po, por favor, de verdad que no va a pasar nada…”. Era tanta su insistencia y falta de criterio que comencé a enfurecerme. La discusión terminó cuando le lancé la ropa por el pasillo del edificio mientras le gritaba “¡nunca más vuelvas sin un condón!”.
Para finalizar, un clásico que a todas nos ha sucedido. Fui a comprar preservativos para mi reserva y la farmacia estaba llena. Cuando finalmente me atienden, lo que buscaba estaba en otra sección. El vendedor se retira para traer mi producto, tras un par de segundos, me grita desde el otro extremo del local: “¡Señorita! ¡¿Cuáles son los condones que le gustan?! ¡¿Estos o estos otros?!”. Todas las miradas inquisidoras se dirigieron a mi cara. Quería que me tragara la tierra.Tras todas estas historias, solamente una reflexión final... No importa cuántos "fail" les ocurran, no olviden estar siempre protegidas.