I.
Todos lloraban sobre alas rotas, toneladas de basura triturada encima de sus cabezas. Salidos del inframundo los demonios aterrorizaban a los inocentes, a los impios, y a cualquier ser que no se sometiera a su crueldad. Todos rezaban a algún Dios que los salvara. ¿Todos?
Todos no.
Algunas gentes, desde el anonimato de sus nombres, buscaba hilo y aguja en los mercados de contrabando, en cualquier lugar donde todavía existiera la esperanza; Resistencia de los audaces y de los incautos soñadores. Incluso, había gente que cosía sus alas maltrechas con hilo fino sacado de los cabellos de aquellos que aún creían que era posible cualquier cosa.
¡Libertad! gritaban los rebeldes mientras los demonios oprimían sin compasión.
Y a pesar de todo, de los gritos de rebeldía, de la lucha atroz de hombres y mujeres, de la sangre, de la derrota y de la ardua huida hacia un futuro incierto, todo valió la pena por unos instantes de luz.
II.
Cuentan que existió un tiempo donde los hombres no conocian límites a sus sueños, donde las deidades se mezclaban entre los humanos para bendecirlos o destruirlos y donde unas increíbles guerreras venidas de las tierras del este, comandaban ejércitos tan salvajes como disciplinados.
III.
Varinia, que por tus venas fluye la sangre de los inmortales, dulce nectar tus labios prometen, a quien te acompañe en batalla sin importar los peligros. Compañero de aventuras, a él prometes fidelidad si así este se compromete. Y que de vuestra unión la estirpe de Zeus renazca, pues de su raza provienes; semidiosa divina tú eres.
IV.
¡Oh musa de cabellos igneos! Alzo mi canto a tú pecho, que del sagrado Olimpo reciba, la luz protectora de Apolo. ¡Oh musa de larga trenza! Que tus alados pies guien mi viaje más allá de los confines del miedo, donde mi destino espera en el correcto camino. Dame fuerza y valor para afrontar los peligros que acechan los pérfidos vasallos del mal.
V.
Hija del padre, Rey de mortales e inmortales. El que con su rayo hace temblar la tierra.
¡Oh divina Atenea! La única comparable en poder e inteligencia con el mismísimo Zeus.
Señora de la justicia, guerrera implacable, concédeme la protección bajo tu aúrea égida. Que tú lanza guie mi mortal destino, enseñándome el camino a seguir. Siempre honesto, recto, comprometido con los dioses y siempre fiel a la verdad.
¡Oh diosa de ojos azabache y níveas manos! La de lanza de fresno y escudo de bronce, la más poderosa de los dioses del Olimpo, bendíceme con tu gloria.
