Revista Cine

Hitchcock (2012), de sacha gervasi. la génesis de psicosis.

Publicado el 04 marzo 2013 por Miguelmalaga
HITCHCOCK (2012), DE SACHA GERVASI. LA GÉNESIS DE PSICOSIS.
En el célebre libro-entrevista de François Truffaut, El cine según Hitchcock, el director inglés se mostraba encantado con el resultado del rodaje de la que quizá es su película más célebre, Psicosis, porque supo manipular al espectador de una forma memorable: en los primeros minutos de la película desvió su atención a un hecho que a la postre resultaría secundario respecto a la auténtica trama de la película. Para que la escena de la ducha fuera una conmoción terrible. Por violenta e inesperada. Las palabras de Hitchcock recogen su ambición de realizar una película que reivindicara el cine como un arte que puede alejarse de los caminos convencionales: 
 "Mi principal satisfacción es que la película ha actuado sobre el público, y es lo que más me interesaba. En Psycho, el argumento me importa poco, los personajes me importan poco; lo que me importa es que la unión de los trozos del film, la fotografía, la banda sonora y todo lo que es puramente técnico podían hacer gritar al público. Creo que es para nosotros una gran satisfacción utilizar el arte cinematográfico para crear una emoción de masas. Y, con Psycho, lo hemos conseguido. 
No es un mensaje lo que ha intrigado al público. No es una gran interpretación lo que ha conmovido al público.
 No era una novela de prestigio lo que ha cautivado al público.
 Lo que ha emocionado al público era el film puro."

La película de Gervasi quiere celebrar el arte de Hitchcock, basándose en un libro de Stephen Rebello que narra el proceso creativo que llevó a la realización de Psicosis. Anthony Hopkins compone a un personaje tan complejo como el real, un Hitchcock obsesionado con seguir siendo el mejor, el más creativo, el más sorprendente director de Hollywood, admirado por crítica y público. Pero el proyecto en el que se empeña en esta ocasión va a chocar con la incomprensión de casi todo el mundo, aunque es apoyado firmemente por su mujer, tan protagonista del relato como el realizador, quien depende de su aprobación mucho más de lo que está dispuesto a admitir. 
Hitchcock es un estupendo ejemplo de ese género cinematográfico que es el cine dentro del cine, que en esta ocasión tiene mucho de juego. El director aparece presentándonos la película que narra como realizó otra película junto a Ed Gein, el inspirador del personaje de Norman Bates. En una de las mejores escenas de la película, se nos invita a ser espectadores-voyeurs de las sensaciones de los primeros espectadores de Psicosis, de sus desmedidas reacciones a la sorpresiva escena de la ducha. El propio Hitchcock actúa como cómplice del espectador mostrándonos como utiliza magistralmente la ironía y el engaño sutil para superar los obstáculos (sobre todo de la censura y de los dueños de la Paramount que debían distribuirla) para llevar a buen puerto un proyecto que incluía travestismo, incesto y necrofilia, un cóctel imposible en la mojigata sociedad de 1959, lo que denota rasgos de genio no sólo como realizador, sino también como manipulador de quienes debían apoyarle, puesto que no bastaba con poner el dinero de su propio bolsillo: la película debía ser aprobada por la censura (lo que consiguió a base de medias verdades) y por la distribuidora, que debió confiar ciegamente en la intuición del maestro.

Contra todo pronóstico, la película se convirtió en un gran éxito. Hitchcock supo alimentar el morbo de las masas y atizar un escándalo calculado para que nadie pudiera resistirse a acudir a la sala a enfrentarse con el horror de Norman Bates. Vista hoy, Psicosis no ha perdido un ápice de su capacidad perturbadora. Sigue siendo junto a unas pocas elegidas, como El exorcista o El resplandor, una de las grandes películas de terror de todos los tiempos. Es un acierto de Gervasi no haya filmado una película demasiado ambiciosa, sino que se haya centrado en el buen hacer de Anthony Hopkins y se haya dejado arrastrar por una historia realmente deliciosa: el viejo realizador que imparte una lección de innovación cinematográfica sin temor (más bien con la esperanza) de escandalizar.

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