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En Mi lucha (Mein Kampf) y en numerosos discursos, Adolf Hitler no se cansó de reivindicar que el pueblo alemán necesitaba más espacio para existir. Esta política, conocida como Lebensraum (espacio vital) estaba directamente orientada a la Unión Soviética. El Führer estaba especialmente interesado en Ucrania, donde planeaba desarrollar una colonia alemana. El sistema de ocupación se basaría en el colonialismo británico de la época en la India.
Lo cierto es que Adolf Hitler tenía en mente obligar a noruegos, suecos y daneses a instalarse en estos territorios orientales. Hitler creía que las tácticas de Blitzkrieg o guerra relámpago que se habían empleado con anterioridad contra otras naciones europeas no iban a cosechar resultados tan buenos con la Unión Soviética. Concluyó que, debido a su tamaño enorme, la ocupación de la URSS no sería cosa de poco tiempo. No obstante, tenía la certeza de que podría conseguirse durante los meses de verano de 1941.
Iósif Stalin creía que Alemania no iba a aventurarse a invadir la Unión Soviética hasta haber conquistado Gran Bretaña y Francia. Según los propios cálculos del dictador comunista, tal eventualidad no se produciría hasta, como mínimo, el verano de 1942. Algunos de sus asesores más cercanos comenzaron a plantear que 1941 podría ser una fecha mucho más probable: estaban en lo cierto. La capitulación de Francia en junio de 1940 arrojó dudas sobre las previsiones de Stalin.
Mapa de la situación en Europa en mayo-junio de 1941, tras el final de la Campaña de los Balcanes y justo antes del inicio de la Operación Barbarroja. Fuente: MaGioZal [CC BY-SA 3.0], vía Wikimedia Commons.
La respuesta de Stalin a la derrota de Francia consistió en enviar a su ministro de Asuntos Exteriores, Vyacheslav Molotov, a Berlín para mantener contactos con el Tercer Reich. Las órdenes que se le dieron a Molotov eran claras: tenía que alargar las conversaciones durante el mayor período de tiempo posible. Stalin sabía que si Adolf Hitler no iniciaba su ofensiva contra la Unión Soviética en el verano de 1941, entonces tendría que posponerla hasta 1942 debido al clima.
El Tercer Reich estaba en aquellos días en una posición negociadora fuerte y Molotov no pudo aceptar las exigencias de Hitler. En cuanto se dieron por concluidos los contactos, el Führer ordenó a sus líderes militares que comenzasen con los preparativos de la campaña rusa, bajo el nombre en clave de Operación Barbarroja (Unternehmen Barbarossa en alemán). El plan de invasión tenía planeada como fecha prevista (provisionalmente) de inicio el 15 de mayo de 1941. Hitler consideraba que esto le daría al ejército alemán (a la Wehrmacht) tiempo suficiente para hacerse con el control del país antes de la llegada del durísimo invierno soviético.
Se le pidió al General Friedrich Paulus que desarrollase un plan estratétigo para la invasión de la URRS. La principal petición que Hitler le comunicó a Paulus fue que este se asegurase de que, tras la invasión, las fuerzas del Ejército Rojo no se retirasen al interior del país. Asimismo, argumentó que, para conseguir la victoria, resultarían vitales las batallas orientadas a rodear a los efectivos del enemigo ruso.
Por su parte, a Iósif Stalin le iban llegando informaciones de la invasión planeada a través de fuentes diversas. En abril de 1941, el propio premier británico, Winston Churchill, le había enviado a Stalin un mensaje personal en el que explicaba cómo su constatación de movimientos de las tropas alemanas hacían pensar en un ataque inminente contra el país comunista. Sin embargo, Stalin todavía no se fiaba de los británicos y pensaba que lo que Churchill pretendía era engañarle para que le declarara la guerra a Alemania (recordemos que el Pacto de No Agresión Molotov-Ribbentrop aún seguía vigente).
El 21 de junio de 1941, se produjo una deserción de un sargento alemán que se pasó al bando soviético. Dio parte de que la Wehrmacht iba a atacar al alba de la mañana siguiente. Iósif Stalin no terminaba de creerse la historia que este soldado contaba y no fue hasta que se produjo efectivamente el ataque alemán que aceptó finalmente que sus esfuerzos por evitar la guerra con Alemania, realizados hasta 1942, habían fallado.
A continuación, un triunfalista noticiario propagandístico nazi (subtitulado en castellano por http://segundaguerramundial.es) del 22 de junio de 1941 sobre el comienzo de la Operación Barbarroja.
Las fuerzas nacionalsocialistas, con tres millones de hombres y 3400 tanques, comenzaron su avance en tres grupos. El grupo norte se dirigió a Leningrado, el grupo centro a Moscú y el grupo sur a Ucrania. Ciudades como Smolensko cayeron en seis días. El caso de esta ciudad, que obligó a retirarse al General Demitry Pavlov marcó un antes y un después por la reacción de Iósif Stalin. Al enterarse, el tirano rojo le dijo a Lavrenty Beria: “Se trata de un crimen monstruoso. Los responsables deberán perder sus cabezas”.
Civiles soviéticos confraternizando con soldados alemanes. No todos se opusieron al avance de los nazis. Bundesarchiv, Bild 101I-136-0871-23 / Götze / CC-BY-SA
El General Pavlov, entre otros, fue llamado a Moscú. Tras una reunión con Kliment Voroshilov fue acusado el 4 de junio de implicación en una “conspiración antimilitar soviética” que “había traicionado los intereses de la Madre Patria, violado el juramento de servicio y dañado el poder ofensivo del Ejército Rojo”. Se le culpó, tras una investigación judicial preliminar, de haber mostrado (durante el inicio de las hostilidades con las fuerzas nazis contra las soviéticas) cobardía y de haber permitido el colapso de la cadena de mando, la entrega de armas al enemigo sin luchar, el abandono de posiciones y, en última instancia, la penetración en territorio ruso del enemigo, creando un gran perjuicio para el Ejército Rojo.
Soldados de la Wehrmacht en un punto indeterminado de la Unión Soviética tras haber capturado a un enemigo ruso. Fuente: Bundesarchiv, Bild 101I-020-1262-35 / Harschneck / CC-BY-SA
De esta manera, se mandaba un fortísimo mensaje a los militares que Stalin veía como “derrotistas”. Con la ejecución de Demitry Pavlov y de otros 3 generales, Iósif Stalin dejó muy claro que castigaría sin piedad a cualquier comandante que, según su criterio, hubiese defraudado a la Unión Soviética en el campo de batalla. En el futuro, los comandantes soviéticos tendrían que pensárselo dos veces antes de rendirse o retirarse. Otro factor que obligaría a los soviéticos a luchar hasta las últimas consecuencias fue constatar la brutalidad con la que los nazis habían masacrado a la población de Minsk: la Segunda Guerra Mundial se había convertido en una contienda más a muerte que nunca.
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