
Al final de la exposición te encontrabas con un taller en el que podías hacerte tu propio retrato al estilo Hockney que hacía la visita muy gratificante y la completaba a las mil maravillas, la gente participaba espontáneamente dibujando, recortando y pegando en un cartulina cuya silla fetiche ya aparecía incluída. Muy divertido ver cómo la gente reinterpretaba la exposición.
Finalizaba el pasado día 22 de octubre pero pasará al museo Guggenheim de Bilbao en breves. Totalmente recomendable.

