Revista Sociedad
>LA PARROQUIA
La Parroquia "Virgen de los Milagros de Caacupé", ubicada en Osvaldo Cruz 3470, desarrolla sus múltiples actividades en las Villa 21-24 y el barrio Zavaleta, que ocupan 65 Has., residiendo más de 40.000 habitantes, la mitad del barrio de Barracas. El Sagrado (Vélez Sarsfield 1351) y Caacupé están estrechamente emparentadas. Históricamente, El Sagrado fue parroquia madre, desde su creación en 1912 hasta 1976 con la llegada del Padre Daniel de la Sierra (antes se la conocía como "Villa del Sagrado Corazón". Pero, como en la vida, el hijo suele superar al padre. Las obras actuales no resisten la comparación. La primera es obra de una familia muy piadosa, muy sufrida y muy rica. La reciente es hija de si misma, de los consagrados y laicos y de las familias cuyo barrio es la villa. La Basílica jalonó la incorporación del bañado de Barracas a la metrópolis naciente. Caacupé lucha por incorporar sus villas a la ciudad actual. El Sagrado se nutrió del trabajo de los padres franceses de Bayona y sus hijos argentinos. Iglesia y colegio abrieron sus puertas allá por 1908. Caacupé es obra de los curas “villeros”. Una venera a un santo y a una virgen franceses, la otra a la María del Paraguay. La primera al Sagrado Corazón de Jesús, la segunda a Cristo presente en el hermano. Ambas a esa chiquita que se quedó en Luján. Iriarte nos conecta físicamente. El Sagrado un tanto envejecida y necesitada de fuerza nueva, Caacupé riquísima en sus potencialidades, dinámica, en pleno despliegue… Las dos siguen la misma religión, tienen el desafío de retroalimentarse compartiendo bienes y talentos y de vivir la unidad en la diversidad… “para que el barrio crea”. Los “villeros”. Usamos la palabra con intención reivindicativa. La mayoría de la población es de origen paraguayo, completándose con emigrantes del interior argentino, predominando los litoraleños. Su cultura histórica es, pues, guaranítica, aunque después recibió varias minorías de otras procedencias. Muchas de sus familias sufren pobreza extrema. Más de la mitad de la población económicamente activa está desocupada. Los que trabajan lo hacen en la construcción o el servicio doméstico. La pirámide de edades es de base anchísima: dos tercios son niños y adolescentes. Las transformaciones ocurridas en la economía nacional en las últimas décadas marginaron a estos inmigrantes, que durante los años de 1940 a 1960 fueron ejemplo mundial de incorporación e inculturación exitosos. Muchos, demasiados, perdieron su condición de asalariados. Fueron “marginados”, expulsados de la sociedad general. Hoy son cartoneros, triste sustituto del trabajo sindicalizado, con atención sanitaria y un complejo de derechos y garantías que configuran la dignidad social de la persona. La villa se fue transformando de residencia temporaria en barrio permanente. Residir en una villa es un estigma casi insuperable para el joven que hoy busca trabajo, por buena que sea su formación. Son rechazados. Así creció el delito, para unos pocos, como salto mágico hacia el bienestar fugaz y transitorio. El ideal tradicional de progreso por el trabajo fue siendo reemplazado por el ejemplo del corajudo que recuperó dignidad –por definición marginal- a punta de revólver o cuchillo. En los últimos años, se expande el consumo de drogas, especialmente con la crisis del 2001 y la popularización del “Paco” , allí aparece “el oficio” del “transa”, y muchas personas pasan a vivir de la venta de la droga, ya sea los vecinos o bien a personas venidas de otros barrios… esto cambió radicalmente los “códigos” del barrio y llevó a un aumento exponencial del robo y la violencia. Los primeros y más afectados por esta situación son las propias familias de la Villa La villa es una ocupación habitacional espontánea de un terreno urbano. Sin plan, los “lotes”, “calles” y “pasillos” son resultado de la acción de los necesitados. La altísima densidad de ocupación plana del espacio genera hacinamiento y promiscuidad. La inadecuada e insuficiente alimentación produce carencias nutricionales que hieren el crecimiento físico pleno, dejando secuelas irrecuperables, especialmente en el desarrollo neuronal. La higiene insuficiente es fuerte con causa de la proliferación de enfermedades endémicas. Ratas y parásitos completan el panorama. Los gobiernos nacional y municipal poco o nada han hecho para aliviar semejante situación, aunque se mejoró mucho en la provisión de electricidad, agua corriente y teléfonos en algunos sectores. En los años 60 y 70 se pensaba en su reemplazo por complejos habitacionales populares, solución genuina pero de imposible realización hoy, por los escasos fondos estatales destinados a vivienda y la virtual incapacidad de pago de sus habitantes. Las políticas neoliberales produjeron millones de nuevos pobres, que suman población a las villas con los seres más desprotegidos: ancianos sin familia, mujeres con hijos y sin marido, inválidos. Es el último refugio de los más pobres entre los pobres. El panorama es de un pesimismo aplastante, excepto por un elemento, una fuerza potentísima de reserva, que nunca desfallece: la solidaridad entre los hermanos humanos.
A comienzos de los 70, se levantó una pequeña ermita en Osvaldo Cruz y el pasaje Padre Daniel de la Sierra, frente al mástil, donde daba misa, durante un tiempo, el P. Amitrano, párroco del Sagrado. Ayudaban Visita Gómez y Rosita de Guillemi, ambas catequistas de SC., que, además, preparaban la merienda y realizaron otras obras de caridad. También Ángelo Recalcatti, padre italiano del Sagrado Corazón. Los chicos concurrían a su Colegio, por ser el más cercano de la zona. En 1973 la municipalidad de Buenos Aires había facilitado una casilla. En 1975 se inicia la construcción de lo que mas tarde sería la Iglesia parroquial. La hacen los vecinos, trabajando sábados y domingos, y en un año se la finaliza. En 1975 se inaugura la Capilla de Nuestra Señora de Caacupé. Es importante advertir como, a partir del Concilio, se asume desde la parroquia del Sagrado Corazón, especialmente con los padres Arce y Amitrano y algunos laicos, una postura misionera hacia todo el territorio parroquial. Con el tiempo se discierne como mejor el que haya sacerdotes dedicados totalmente a las villas. No fue que los antiguos padres quisieran liberarse de esa tarea, sino que, con la llegada de sacerdotes dispuestos a dedicarse por entero a la peculiar situación de las villas, se optó por esa vía. Debido a ello, se construye la capilla y se le otorga autonomía pastoral. Daniel de la Sierra, padre claretiano, concurrió desde enero de 1976 a misionar a esta villa desde la del bajo Flores, que fue la primer parroquia cuya jurisdicción estaba formada totalmente por una villa. Daniel se muda luego a la iglesia de Plaza Constitución y continúa desde allí su asistencia viajando en la bicicleta que atropello la muerte. Colaboran también Rafael Morandía y Enrique Evangelista. La hermana Pilar desarrolló una obra importante. La actual casa del párroco, modestísima, albergó a la familia Soria, erradicada de la villa. La parroquia se creó el 23 de agosto de 1987, presidiendo la inauguración el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Juan Carlos Aramburu. Primer párroco Oscar Yebara. Segundo: Juan Gutiérrez (88-93?) Tercero: Jorge Díaz. (93-97?) Cuarto: José Maria Di Paola, el “Padre Pepe”. 9-3-97 a la actualidad. Las erradicaciónes. Los dos gobiernos militares, el de la “revolución Argentina (1966-1973) y el “Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), pusieron especial empeño en erradicar las villas de la ciudad. Durante el segundo, el intendente Cacciatore, procedió con implacable dureza, desde 1977 hasta 1981, arrasando con topadoras las construcciones, amenazando con palabras y armas, prometiendo viviendas o subsidios que entregó con cuentagotas, llegando a la violencia física contra adultos y niños. A 61 familias se las trasladó al barrio San José, en Temperley, porque el intendente de Almirante Brown no quería villeros en su partido. Unas 20 familias permanecieron en la villa. El resto se dispersó, afincándose en peores condiciones en el conurbano. Pero poco tiempo después la villa-ciudad se recompuso y creció. El padre Daniel De la Sierra es hoy leyenda por haberse parado con los brazos en cruz ante varias topadoras. La propuesta general. La Iglesia, con sus sacerdotes, guía y acompaña a los hombres desde que la fundara Cristo. De doble naturaleza, divina y humana, sus hombres y mujeres consagrados aciertan y erran. Pero persisten. Los sacerdotes villeros porteños reivindican la cultura existente en cada villa. Resulta del encuentro entre la provinciana, generalmente campesina, noble y tradicional, con la urbana, que tiene formas y contenidos muy diferentes. Su compromiso es máximo. Viven en ellas. Y los impulsa el amor. Un cura sin amor no sirve para asistir al prójimo. Toda cultura celebra públicamente sus actos trascendentales. A falta de grandes recintos, los villeros celebran en las calles sus fiestas reafirmadoras de la vida. La existencia cotidiana en Buenos Aires ataca la identidad sin cesar. Celebrar a las vírgenes de Luján o Caacupé es mantener el ser, que se alimenta de la similitud con los hermanos. Los eternos valores cristianos se encarnan: preferir el nacimiento a la muerte; cuidar al enfermo, hasta albergarlo en casa propia; compartir el alimento; ser fuerte y paciente ante las grandes pérdidas y adversidades de la vida; y el mayor de todos: dar la vida por otro. La religión popular es hoy la roca donde se apoya la Iglesia, como en época de Pedro. El dinero, la riqueza, siempre fomentaron el egoísmo, el individualismo y llevan a la soledad y amargura. El hombre nace, crece y se hace persona solo viviendo estrechamente unido a sus hermanos. Por estas razones –y muchas otras- estos sacerdotes y laicos sostienen una doctrina muy propia, pero muy sólida, sobre el tratamiento del fenómeno villero. Pretenden una integración de culturas que parta del diálogo y el reconocimiento mutuamente enriquecedor. “¿No será urbanizar el día que los médicos, sacerdotes, abogados, profesores o capataces surjan de las villas para que, imbuidos de la cultura villera, pongan su vida al servicio de su barrio, de la ciudad, del país?”, dice uno de sus documentos. Es que de afuera del barrio “cerrado” llueven opiniones, la mayoría de buena intención, pero que desconocen la realidad de la villa. Se trata de integrar la villa a la ciudad oyendo su voz, amando su corazón, comprendiendo su cultura. La actitud asistencialista suele partir de prejuicios equivocados. El pobre es… tal cosa, y para mejorar (=parecerse a nosotros), necesita…tales cosas. El progreso posible debe partir del ser real. Se trata de dignificar la vida en la villa, instalando servicios públicos, centros sanitarios educativos, culturales, deportivos y ayuda social directa. De facilitar el despliegue de las potencialidades enormes de su patrimonio cultural y familiar. Ayudemos las personas de buena voluntad a que ellos se dignifiquen, se personifiquen, se levanten sobre sus propios pies, progresen de modo tal que un día comamos un asadito en su casa, o vengan a la nuestra, y luego casemos los hijos, salgamos de garantes, gobernemos juntos el barrio del cual somos dueños. Por estos caminos llegaremos a ejercer nuestros derechos políticos, eligiendo a nuestros diputados en la ciudad, integrando el poder ejecutivo municipal, participando plenamente en todos los ámbitos de la vida ciudadana. La parroquia hoy. Su divisa es “Caacupé calla, reza y trabaja por su pueblo”. Es titular el padre José María (“Pepe”) Di Paola. Lo acompañan los padres Facundo Berreta y Carlos Olivero. Es diácono el hermano Juan Isasmendi. Los parroquianos no consagrados que trabajan en ella son innumerables. Sigue una apretada reseña de sus actividades: RELIGIOSAS. Capillas y Centro de Fe: Parroquia central, Caacupé 1, Desatanudos, Alegre, Tres Rosas, Marmolera, Lavanrdén, San Juan, San Blas, Barrio Nuevo, Virgen de Iratí y Virgen de Luján. Fiestas Populares: Pascuas, San Blas, San Juan, Aniversario Caacupé, Padre Daniel, Día de la Virgen, Difuntos y Luján. Grupos: Mujeres misioneras, Hombres, Abuelos, Jóvenes y Capillas. Círculos bíblicos: Caacupé, Tierra Amarilla, Zavaleta y Barrio Nuevo. Oración: Apostolado de la Oración, Consagrados de la Virgen y Retiros Espirituales. Misioneros: Hospital Penna, Feria, Casa por casa. Servidores Parroquiales. ASISTENCIA SOCIAL. Hogares y Centros de Día: Hogar de Día Niño Jesús, Hogar de Día Chicos de la Calle, Centro de Día de Adicciones, Hogar de Adolescentes, Hogar del Niño Hermana Pilar, Hogar de Abuelos Riachuelo, Hogar de Abuelos Itatí. Centros: Padre Daniel de la Sierra, San José, Santa María y Luján. Comedores: Asentamiento, Luján, Trencito de la Vía, Abuelos, Juvenil Padre Daniel, Niño Jesús, Meriendas Capillas de Luján y Caacupe. Cáritas: Entrega de mercadería y Feria de ropas. Casa Cáritas Caacupé: Trabajadores Sociales, Abogados, Psicólogos, Acompañamiento, Óptico, Kinesiólogo, Microemprendimiento Tres Rosas Hogar de Cristo: acompañamiento integral a jóvenes adictos al Paco: 1º etapa Centro de día “San Alberto Hurtado” en Virgen de Luján, 2º etapa “Hogar Madre Teresa” en General Rodríguez y 3º etapa “Hogar Hermana Pilar” en la misma Sede Parroquial. EDUCACIÓN. Apoyo Escolar : Labardén, Alegre, Loma, Tierra Amarilla, Trencito, Zavaleta, Caacupé, San José y Hogar. Jardín de Infantes. Centro de formación profesional P. Daniel de la Sierra. Escuelas de Adultos: Primaria Caacupe. Secundaria Adultos 2000: Albarden, Zavaleta, P.Daniel y C.Luján. DEPORTES Y CAMPAMENTOS. Escuelas de Fútbol: Caacupé, CEAMSE y Capillas Escuela de Béisbol. Exploradores: Fin de Semana, Campamento de Invierno, Campamento de Verano. Trabajan en semejantes obras los consagrados, servidores parroquiales, seminaristas, voluntarios de toda clase y los “líderes positivos”, que son jóvenes que guías a sus compañeros o a niños (Gerardo González)
www.sinpaco.org