Revista En Femenino

Hogares ficticios

Publicado el 04 septiembre 2012 por Bebloggera @bebloggera
Por Tania Yesivell desde Honduras

Hogares ficticios
Hace no mucho tiempo, fui testigo y parte de una conversación sobre la ubicación espacio-temporal en un proyecto literario. Ello me dejó pensando en el impacto que tiene la elección de ésta y la forma en que se describe. ¿No es lo mismo un romance en unas vacaciones por París que en un barrio marginal de mi país? ¿Hay diferencias entre una guerra en un futuro supuesto o una en la edad media?
En parte, me quiero lanzar sin paracaídas a decir que es muy distinto, pero también influye el enfoque con que veamos la historia cuando escribimos y el que le da el lector en su momento.
Recuerdo a una buena amiga comentándome que fue feliz recorriendo Venecia a través de las páginas de un libro que no abundaba tanto en las descripciones físicas, pero daba detalles sobre la relación entre un lugar y otro, así como la forma en que se desenvolvían sus habitantes.
Es innegable que el entorno es parte de la historia, ya sea porque se describa mucho y el lector saque sus propias conclusiones todo el tiempo, o que el autor sea el único que conozca los pormenores del sitio, en cuyo caso a veces solo él sabrá porque se presentan ciertas circunstancias.
Hogares ficticios
Si un autor abunda en detalles, sus lectores podrán aburrirse o sentirse dentro de un mundo nuevo, dependiendo del talento del escritor y de la naturaleza del que se adentra en la lectura. Si la obra no incluye tantos datos sobre la ubicación, puede que dé rapidez a los hechos, pero se corre el terrible riesgo de mostrarlos en una especie de vacío, restándole posibilidades al lector que intenta descubrir el mundo que el autor le ha prometido.
Hogares ficticios
A la hora de escribir, habrá autores que disfrutarán teniendo un mapa previo, con detalles que probablemente nunca incluyan en la obra, mientras otros dejamos a los personajes vagar por un entorno que descubrimos junto a ellos, aunque corramos el riesgo de perdernos.
Como lectora no tengo favoritos, disfruto lo mismo descubriendo mundos nuevos con Tolkien o identificándome con el entorno de Amaya Amador y García Marquez; pero no me agrada ver las descripciones opacando a los hechos. En el medio, dicen, está la virtud.
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