Un número creciente de niños pasará una buena parte de su infancia y adolescencia en hogares monoparentales. Aunque nadie pueda decir que la ausencia de uno de los progenitores sea un problema en si misma, la realidad es que las familias monoparentales tiene que afrontar una serie de situaciones que el médico de familia y el pediatra deben saber interpretar y sobre las que ofrecer su participación.
La mayoría de los hogares monoparentales los son como consecuencia de un divorcio o separación y el adulto a cargo del hogar es la madre. Otros son de madres solteras y unos pocos debidos a viudedad. Los hogares monoparentales en que el progenitor presente sea el padre son, en nuestra sociedad, excepcionales.
El hecho de que el hogar monoparental haya tenido su origen en una situación de crisis o pérdida tiene su peso en la situación creada que puede tener efectos diferentes sobre el niño que los que haya tenido sobre la madre. Igualmente la mayoría de los hogares monoparentales van a situarse en los niveles económicos inferiores, la madre habitualmente trabaja fuera del hogar y puede ser dependiente de aportaciones económicas irregulares.
Problemas detectables.
Lo más común puede ser el sentimiento de incapacidad de la madre de llevar adelante la crianza del hijo o hijos con suficiencia, expresado a veces con una repetición de demandas asistenciales más o menos justificadas. El facultativo debe entenderlas como una llamada de ayuda y darles su debido curso. La madre puede estar buscando apoyos y consejos en una situación que puede sobrepasarle. La detección de esta ansiedad debe distinguirse de actitudes obsesivas o incluso del síndrome de Munchausen por delegación, a veces motivado por un deseo de exigir retribuciones del otro miembro de la pareja separado.
Los trastornos del comportamiento en los niños pueden originarse en situaciones de conflicto cuando el niño presenta demandas exigentes de atención que entran en colusión con la disponibilidad de la madre, reducida por los compromisos laborales.
Otras complicaciones pueden originarse con relación al régimen de visitas del hijo o hijos al miembro de la pareja separada que no tenga habitualmente la custodia. Lamentablemente las decisiones judiciales pueden no haber tenido en cuenta peculiaridades de la situación y crear expectativas poco razonables sobre una situación de conflicto e incompatibilidad difícilmente reparables. Las visitas al otro progenitor pueden ser instrumentalizadas por uno u otro para profundizar diferencias o incluso por el niño para obtener beneficios de otra forma poco alcanzables.
En ocasiones el hijo o hija puede adoptar un rol substitutivo de la pareja ausente, asumiendo responsabilidades o representaciones que pueden estar lejos de sus posibilidades reales por su edad o desarrollo físico o psicológico y ello repercutir negativamente sobre su desarrollo psicoemocional.
La presencia en el hogar de otro adulto, pareja ocasional del progenitor, puede determinar conflictos, celotipias e incompatibilidades que igualmente pueden reflejarse sobre el desarrollo psicomocional del niño.
Tratamiento.
La función del médico de familia o el pediatra es conocer la situación social y conceder atención las cuestiones que puedan tener su origen en el hecho de que un niño se esté criando en un hogar monoparental y ofrecer su ayuda y apoyo en los problemas detectados.
Debe inquirirse con sensibilidad sobre la situación, sin prejuicios y ofreciendo comprensión para los problemas aunque puedan parecer nimios. Debe solicitarse la opinión de los niños sobre la situación, si es preciso en ausencia pactada del progenitor para permitir que el niño se exprese con libertad.
Deben separarse los efectos de la crisis de la separación o los conflictos que la rodeen del hecho de vivir en un hogar monoparental por sí mismo.
La interpretación de las necesidades psicoemocionales del niño han de valorarse así como la adaptación a la situación. Puede recurrirse a información a través de maestro y educadores.
Se ha de ayudar a la familia a desarrollar todas sus potencialidades tanto sociales como emocionales y ofrecer el soporte de especialistas, trabajadores sociales, consejeros familiares o los recursos de salud mental en las situaciones en que lo requieran.
X. Allué (Editor)
Nota: Este texto en parte deriva del libro Pediatria Psicosocial, editado en 2000 y actualmente agotado)