NOTICIAS ACTUALIDAD – Hojas de marihuana en el monumento a Colón en Barcelona
Aunque cada día la visitan miles de turistas y los oriundos llevan 124 años viendo a Colón absurdamente apuntando a Mallorca, nadie se había percatado hasta ahora de que una decena de hojas de cannabis decoran el fuste del monumento a Colón en Barcelona.
¿Qué relación tenía Colón con la marihuana? ¿Acaso fue el primero en llevar la planta a América, igual que hizo en sentido contrario con el tabaco, para armar con uno y otro un primitivo porro atlántico?
La percepción social de la marihuana está condicionada por el efecto psicoactivo de la planta, pero el cáñamo ha sido uno de los cultivos fundamentales en la historia de la Humanidad, “la planta más útil”, como fue descrita en un tratado francés del siglo XIX: su tallo y hojas sirven para elaborar ropas, cuerdas y todo tipo de tejidos muy resistentes; su semilla es altamente nutritiva y del cogollo de la hembra se extrae la marihuana y el hachís, las drogas no legales más consumidas del planeta.
En el caso que nos ocupa Colón no hubiera llegado al Nuevo Mundo (o tal vez hubiera tardado mucho más) si no hubiera sido gracias al cáñamo. El velamen y las maromas de las carabelas estaban fabricadas de cáñamo, al igual que la estopa que se colocaba entre los tablones del barco antes de calafatearlo para hacer el barco estanco. Las lámparas usaban aceite de cáñamo para que la tripulación pudiera leer la Biblia… que estaba impresa en papel de cáñamo. Incluso las bodegas de la Niña, la Pinta y la Santa María estaban “repletas de semillas de cáñamo, que servían de alimento pero también para garantizar el suministro de la planta una vez arribaran a tierra firme”, nos cuenta Ana Rodríguez, subdirectora del Museo del Cáñamo recién abierto en Barcelona.
De modo que, si Colón llevó la semilla del cáñamo para plantarla en América, no sólo se convertiría en el descubridor oficial del continente sino en uno de los primeros narcos (involuntarios) de la Historia. No hay constancia de que fuera así, pero el origen euroasiático de la planta parece indudable (cannabis indica es el nombre científico de una de sus variedades más extendidas… y potentes). Hay quien adjudica a los descubridores españoles la entrada de la marihuana en América en 1545, pero otras fuentes sitúan este cultivo varios milenios atrás, con la llegada de los primeros humanos al continente a través del estrecho de Bering.
Llegara hace 450 años o hace 15.000 lo cierto es que la persecución de la marihuana empezó en América, en Estados Unidos, concretamente. Fue una orquestada campaña de demonización que se inició en 1937 y llega hasta nuestros días. Aquel año, el Departamento Norteamericano de Estupefacientes aprobó la Marijuana Tax Act, una ley que gravaba con fuertes impuestos el comercio del cáñamo industrial y penalizaba el consumo recreativo. No fue la cuestión moral, como suele pensarse, la que llevó a perseguir la marihuana sino una motivación económica: el lobby del nylon y del papel consideraban –con razón- al cáñamo un peligroso competidor.
Volvemos al puerto de Barcelona, donde dejamos a Colón señalando hacia terra incognita. El monumento, de 60 metros, fue concebido por el escultor Gaietà Buïgas i Monravà, en 1888, con motivo de la Exposición Universal, y en su decoración participaron diversos artistas de la época. En la prolija descripción del monumento que hace la Wikipedia, no hay una sola mención a las hojas de marihuana que adornan la columna, como tampoco saben nada de la ganja las amables señoritas que atienden la oficina de información turística ubicada bajo la base.
La marihuana de Colón ha pasado desapercibida durante 124 años, hasta que un buen día el periodista Lluís Permanyer avisó de tan singular contingencia. Los diseñadores del famoso monumento, aventura este historiador local, quisieron homenajear a la planta que hizo posible la histórica singladura de Colón.
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